domingo, 24 de febrero de 2008

¿TELEBASURA?



En su despedida, Aquí hay tomate batió su récord de audiencia, superando los tres millones de telespectadores. Curioso, para tratarse de un programa que no se veía, o, mejor dicho, que nadie reconocía verlo, entregados todos los teleadictos sesteros a las desventuras de esa frágil gacela que hace lo indecible por escapar de las devoradoras garras de las leonas. No sorprendió el Tomate en su despedida, se esperaba una traca mayor, más virulencia, una última exclusiva que desenmascarara a uno o una de las protagonistas del corazón. Aunque hay que reconocer la osadía de Carmen Alcayde y su mantilla negra –pícaramente romeraca-. La noticia de la defunción del programa ha ocupado un lugar destacado en todos los medios de comunicación de nuestro país, abriéndose de nuevo un amplio debate en torno a lo que muchos denominan como telebasura. Un término que yo aún sigo sin conocer su verdadero significado. ¿Qué es la telebasura? Normalmente se aplica a aquellos programas especializados en el mundo rosa o en los realitys de alta intensidad –en esos donde las familias se tiran los trastos a la cabeza o se comen a besos como si tal cosa-. También hay quien entiende la telebasura como espacios carentes de moral, en los que se traspasan fronteras infranqueables, capaces de todo por obtener la mejor audiencia. Teniendo esto en cuenta, como telebasura también se podría clasificar un informativo que vulnera los principios básicos del derecho a la información, por defender los intereses del Gobierno de turno –de lo que hemos tenido magníficos ejemplos en nuestro país, desgraciadamente.
Extrapolando el término a otros ámbitos de nuestras vidas y sociedad, también podríamos hablar de políticabasura, en donde cabrían los dictadores, los populistas o los corruptos. O la literaturabasura, carente de ambición artística, pero que se vende como churros hasta en los quioscos de las chucherías. O la comidabasura, que se aleja de los preceptos nutricionales, pero que te sientan de maravilla –no paso más de un mes sin visitar el burger-. O, incluso, el fútbolbasura, aquel que se concentra única y exclusivamente en la obtención de resultados, para desgracia de los amantes del fútbol espectáculo y para dicha de los aficionados de los equipos cuestionados, que suelen celebrar títulos de vez en cuando –Mourinho o Capello pueden ser dos espléndidos modelos-. Podrían ser otros muchos los ejemplos: periódicosbasura, médicosbasura, abogadosbasura, cinebasura, músicabasura…
Aquí hay tomate ya forma parte de la historia televisiva de nuestro país, codeándose con Informe Semanal, 1, 2, 3, Quién sabe dónde o Crónicas Marcianas. Programas que, olvidemos sus calidades o temáticas, han conectado y han enganchado con un amplio conjunto de la sociedad española. Chicho Ibáñez Serrador, icono de la televisión en España, propuso hace años la creación de un código moral/ético, una especie de Constitución audiovisual, que delimitara hasta dónde se podía llegar en un espacio de televisión. La propuesta, como es de suponer, cayó en agua de borrajas. Muchos son los que se han alegrado por la defunción del Tomate, arremetiendo contra una forma de hacer televisión que, en demasiadas ocasiones, se ha saltado esas reglas no escritas, pero que tal vez haya sido el secreto de su éxito. Indudablemente, el Tomate contaba con una producción espectacular, tratándose de un programa en directo, con un guión vibrante y contundente y con una pareja de presentadores que se complementaban perfectamente. Es decir, se trataba de un artefacto televisivo con todos sus elementos y mecanismos magníficamente engrasados. Y es cierto que en innumerables ocasiones se pasaron de esa raya que nadie se ha atrevido a trazar, pero en su descargo es justo reconocer que la inmensa mayoría de sus protagonistas habituales estaban encantados de aparecer en la pantalla. O sea: eran más frikis que el Tomate. La desaparición del programa, en cualquier caso, no cerrará el debate de la denominada telebasura. Esperemos que, al menos, alguien se atreva a explicarnos lo que es comestible, ético, reciclable, moral, visible o estético, antes de que el contenedor rebose y el olor sea insoportable.
El Día de Córdoba

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