lunes, 9 de abril de 2012

LLUVIA Y RECORTES

A menudo tengo la impresión de que entre todos, comenzando por el gobierno y acabando por nosotros mismos, hemos creado una clima de incertidumbre, a ratos apocalíptico, siempre negro, que nos bloquea a la hora de tomar ciertas decisiones y, por tanto, de afrontar el futuro. Hay a quien esto de la crisis le ha venido de maravilla, que no todo iban a ser desgracias. El otro leía horrorizado que el gallego dueño de Inditex, Zara para entendernos todos, había ganado 448 euros al segundo. Sí, ha leído bien, al segundo. Es una noticia que a mi modesto entender, que no es mucho, resulta llamativa por horripilante, sobre todo ahora que tanta y tanta gente lo está pasando verdaderamente mal. De la misma manera, siento algo parecido al asco, cuando los bancos y cajas exhiben sus ganancias, y todos nosotros pagando hipotecas a cuarenta años y, sobre todo, renunciando o recortándonos derechos para que ellos puedan seguir exhibiendo sus cuentas. No olvidemos a donde ha ido a parar buena parte del dinero público –de todos-, para tapar el agujero, nos han contado, y evitar la bancarrota. Fosa Mariana, por sus tragaderas. Porque en todo esto de la crisis, como excusa o como justificación, hay mucho de ese célebre dicho que nos muestra a la pescadilla mordiéndose la cola. Nuestro poder adquisitivo se ha reducido considerablemente, si usted es una de las excepciones le felicito, pero lo normal es que comprenda mis palabras, y, al mismo tiempo, se pasan el día diciéndonos que es esencial reactivar el consumo. ¿Y eso cómo se hace? Si cobras menos y encima te repiten, cada día una y otra vez, que la cosa pinta que irá a peor, obviamente menos consumes. Y ese cambio de coche, o ese viaje soñado, o esa reformita en el cuarto baño se posterga hasta que pase la tormenta y salga un poquito el sol, aunque sólo sean cinco minutos. Hemos tenido una semana de nubes, lluvias y recortes, que aplicando el refranero de forma extensiva o metafórica, también cabría afirmar que nunca son del gusto de todos. Y a veces no son del gusto de nadie, aunque haya quien trate de justificar lo injustificable, que de todo tenemos en el corral. La austeridad no es un sinónimo de recorte, no confundamos ni nos empeñemos en fusionar los adjetivos con los verbos. La austeridad es otra cosa, y considero que siempre es buena y positiva, sobre todo cuando se relaciona con dinero público. Recortar es otra cosa, y yo siempre estaré de acuerdo si se trata de incidir en aspectos superfluos o en eliminar duplicidades. Pero no estoy de acuerdo cuando los recortes afectan a las becas, a la investigación, a la sanidad, a la educación, al conocimiento, a los idiomas, a la ley de dependencia, tal y como ha sucedido con los por fin anunciados Presupuestos Generales del Estado que nos narró el ministro Montoro, ya que nuevamente el Presidente Rajoy delegó sus funciones y adoptó la postura de la avestruz. Alguien le debería explicar cuáles son sus cometidos y que no puede anunciar, por ejemplo, presupuestos “históricos” desde su búnker de la Moncloa. Los presupuestos presentados me preocupan, mucho, porque incidirán en nuestro inmediato futuro y porque no van a generar confianza, pero sobre todo me preocupan, me alarman, por el mensaje de lluvia fina, volvamos a la meteorología, por el alimento que suponen a las posiciones ideológicas más trasnochadas y extremas. Que se maltraten a los agentes culturales, cine y libro especialmente, que se elimine el Plan Nacional contra el Sida, que se menosprecie el de Drogas, que se reduzca en combatir la Violencia de Género, que se borre el de inmigración, que se reduzca en políticas igualdad, son medidas con una profunda e hiriente concepción ideológica. Ya lo creo. Cómo le vamos a dar dinero al rojo de la pancarta, al moro, al gitano, al borracho, a la mujer maltratada, al yonqui o al maricón con la que está cayendo, nos preguntaremos y responderemos, y con la justificación de la crisis, con actuar sobre lo “verdaderamente importante”, nos daremos por satisfechos. No sabemos todavía qué es lo “verdaderamente importante”, aunque sí que sabemos quiénes son los que mandan, que es completamente diferente, y cuyos intereses y necesidades en nada coinciden con las nuestras. Y no, con la aceptación de estos mensajes, implícitos en estos presupuestos, somos mucho peores, menos justos, menos igualitarios. Y también seremos más previsibles y más manejables. La lluvia de estos mensajes está calando, y deben preocuparnos más que los propios recortes. Deseemos, tenemos que poner todos de nuestra parte, que la lluvia no se torne diluvio. Porque la tormenta ha comenzado y no habrá paraguas, tampoco salvavidas, para todos. El Día de Córdoba

martes, 3 de abril de 2012

ALONSO, PREMONITORIO


¿Qué pasó el pasado 25 de marzo, qué sucedió para que no sucediera lo que tantas encuestas nos había vaticinado que iba a suceder inevitablemente? La famosa servilleta de Arriola convertida en una pelota arrugada. Comencemos por las encuestas. Y hablar de encuestas es como comprarse un piso nuevo, hay que hablar mucho, pero mucho, de la cocina. Ahora, a toro pasado, nos cuentan que la encuesta del CIS sin cocinar acertó de pleno, que lo clavó, dicen los analistas más sesudos. He vuelto a repasar los datos de esa encuesta y no he encontrado por ningún lado los números que se produjeron el 25M. A estas alturas, tengo la impresión de que realizar encuestas es como predecir el parte meteorológico: son ciencias inexactas, que permiten el fallo o no acierto de sus profesionales. Lo que sí nos ha dejado claro este 25M, como siempre en Democracia, es que la única “encuesta” real, la verdaderamente fiable, es abrir las urnas y contar los votos, sobre todo aquí en Andalucía. Basta revisar la hemeroteca o hacer memoria. En 1996 hasta cinco encuestas vaticinaron una holgada victoria de los Populares, y que fue holgada, ciertamente, pero a favor del PSOE. En 2008, apenas lo recordamos, otras encuestas adelantaron un cómodo y relajado triunfo socialista, que pasó a ser un incremento más que considerable del PP, que acabó adueñándose de los cinco escaños perdidos por los andalucistas. Y es que tengo la impresión, en todo lo relativo a la intención de voto, de que ciertas percepciones, motivaciones o deseos no se pueden interpretar científicamente.

Sus propios compañeros de partido, articulistas y locutores insignes, ahora le cuestionan y reprochan a Arenas su campaña de “perfil bajo” –expresión de intencionalidad difusa-. Una campaña, es cierto, con escaso mensaje ideológico, aunque bien es cierto que esa fue una de las grandes habilidades de Rajoy, de mostrar muy poco y enseñar nada, más a lo Rajoy, y de responsabilizar al PSOE de todas las fatalidades por las que estamos atravesando, e incluso de las que atravesaremos. Con el aliño, por supuesto, de los ERE, los coches oficiales y los teléfonos móviles. Arenas ganó las elecciones, ahí están los números, consiguió los mejores resultados del PP en Andalucía en su historia democrática, más números ciertos, pero sin embargo fue la victoria más amarga. Sigamos con otros números significativos, los populares han perdido unos 440 mil votos desde el 20N en Andalucía. Son muchos votos. ¿Exceso de confianza a tenor de lo que adelantaban las encuestas, factura por las primeras medidas tomadas por Rajoy, habilidad de la Izquierda en sus advertencias, era Arenas el mejor candidato? Tal vez, con toda seguridad, un poco de todo, un combinadito con todos estos ingredientes le han dado ese toque ácido al triunfo Popular. No me atrevería a destacar ninguno de los factores, a pesar de que tengo la impresión de que, como sucede con frecuencia, el candidato estaba por debajo de la marca. De hecho, la leyenda #arenasyaestaba no tardó en ser una muletilla recurrente y habitual en las redes sociales.
No voy a analizar –tampoco interpretar, nada interpretables me temo- ninguno de los insultos que los andaluces, todos los andaluces, hemos recibido por parte de algunos sujetos que pululan –no los puedo considerar periodistas- por los medios de comunicación –o supuestos medios de comunicación-, porque lo único que se merecen es la indiferencia y el desprecio. No me atrevería a dudar o censurar el resultado de las elecciones en Castilla y León, Valencia o Baleares, ya que la Democracia es eso, la decisión soberana de los ciudadanos, los votos que se cuentan tras abrir las urnas. Regresemos al pasado 25M. Sí creo, de hecho es una técnica que se emplea con frecuencia en eso que conocemos como mercadotecnia, en los mensajes subliminales. Todos hemos escuchado la teoría del éxito de la Coca-Cola, la similitud de la botella original, de la misma manera que alguna vez nos habrán contado la eficacia de esas imágenes que se introducen entre los fotogramas y que nuestra vista no perciben y nuestro cerebro sí asimilan, o eso dicen. Pensemos en eso. Dicen que dos de los factores que pudieron incidir en la baja participación de las elecciones andaluzas son el cambio horario y la carrera de Fernando Alonso; no lo sé, habría que preguntarle a Arriola, y luego quedarnos justamente con lo contrario. Aunque tal vez sí descubrieron muchos electores ese mensaje subliminal que antes comentaba. El de rojo, que salió de los últimos, muy mal colocado, y acabó ganando la carrera, cuando todos lo daban por imposible. Qué cosas. 

El Día de Córdoba