jueves, 16 de diciembre de 2010

MUJERES -LO BASTANTE- RICAS



























Uno se puede pasar la vida leyendo a Balzac. Yo lo hago, y me es grato reconocerlo. Y no es necesario repetir lecturas, buscar interpretaciones ocultas, estudiarlo, analizarlo, someterlo a examen, acudir a nuevas traducciones. Me refiero a cantidad, la obra de Balzac es tan amplia y descomunal que, me temo, habríamos de renunciar a la actualidad, a lo contemporáneo, para lograr alcanzar el objetivo. Tampoco es una mala idea, visto lo visto y leído lo leído.

Balzac trazó la arquitectura de la novela del presente, trasladó el género a una dimensión terrenal: las personas, personas de carne y hueso, y sus circunstancias, sus miserias y grandezas, pasaron a ocupar un papel principal. Es lo que el propio Balzac denominó Comedia Humana, en clara contraposición a la Divina, y que no deja de ser el más extenso y meticuloso escaparate de caracteres, personalidades y perfiles humanos que nos ha proporcionado la Literatura.

Balzac, como su vástago más prolífico, Rastignac, siempre quiso dejar atrás su pasado de provincias y pan negro para ser “alguien”, un semejante tal vez, uno más, en la exquisita sociedad de la capital, en la Corte, en los salones de baile. Buena parte de su obra se ocupa de este huida, y, por tanto, retrata y disecciona a sus protagonistas, instalados o aspirantes, ricos de fábula o nuevos acaudalados, poetas hampones, mujeres ambiciosas o sometidas. Las mujeres, tal y como lo atestigua el título que hoy nos ocupa, son esenciales en la narrativa de Balzac. Misógino y admirador, las amó y odió con semejante intensidad, tanto en su vida privada como en su Comedia Humana.

Con frecuencia tratamos de buscar en el pasado reciente o en el presente autores que aguanten el disfraz de Balzac. Capote, Wolfe o Umbral se citan con asiduidad. ¿Y por qué no Easton Ellis, Ángel Antonio Herrera y hasta el mismísimo Jaime Peñafiel? Las comparaciones son siempre odiosas, en cualquier caso. Sin embargo, no puedo dejar de imaginarme a ese Balzac actual, en su versión española, de copas con Nati Abascal, el más dicharachero en las fiestas de Almodóvar y devoto seguidor de Mujeres Ricas, ese programa alucinante y abominable que bien le habría proporcionado más de una mujer digna de ser exportada a su universo literario.

Acierta una vez más Periférica, especialista y especializada en recuperar joyas literarias escondidas bajo la herrumbre de lo inminente, devolviendo a la luz de hoy un texto del Balzac más soberbio y contenido. Imponente siempre, el escritor francés se siente especialmente cómodo en las distancias medias. Y nos regala, al mismo tiempo, un estupendo y clarificador prefacio de Wenceslao-Carlos Lozano. Motivos más que suficientes para adentrarse en la lectura de estas Mujeres lo bastante ricas, pieza fundamental para el coleccionista y anzuelo inevitable para el no iniciado en la obra balzaciana.

http://latormentaenunvaso.blogspot.com/2010/12/mujeres-lo-bastante-ricas-honore-de.html










lunes, 6 de diciembre de 2010

CLÁSICO

















El clásico que cada temporada protagonizan, como mínimo en un par de ocasiones, el Madrid y el equipo de la Ciudad Condal cabe entenderse como el clásico menos clásico de cuantos existen en la historia deportiva. Porque cada año es el partido del año, de la década, del siglo y del milenio, cada año es diferente aunque nos deje siempre igual, más o menos. Bueno, esta temporada, ha sido un poco terriblemente diferente, al menos para mí. Un clásico que comenzó para muchos devaluado, por la decisión de que se jugara un lunes; una decisión, a mi juicio, que se puede entender como un ejercicio de igualdad, ya que los dos denominados equipos grandes de nuestra Liga también han acabado jugando un día tan extraño como el lunes. Y eso que el lunes es el día más futbolístico del calendario semanal, ese día que buscas o esquivas a ese compañero de trabajo, seguidor del equipo rival, al que pretendes atacar o defenderte, según el resultado que nos haya deparado la jornada. Pues sí, como cualquier otro equipo, jugaron un lunes, traslado motivado por el que se podría entender como un auténtico clásico político, Montilla versus Mas. Un clásico más genuino y real, por temporalidad, ya que no se volverá a repetir, por asegurada ausencia de Montilla que, tras la derrota, ingresa en los cuarteles de invierno, y hasta puede que del olvido, para dar entrada a una nueva cabeza de cartel. En femenino, o pretendidamente en femenino, o eso se ambiciona.

Montilla ha perdido las elecciones porque esta truculenta e inacabable crisis puede con todo y todos, más allá de las ideologías, que le pregunten a Obama, Merkel o Brown, y, también, porque el ya difunto tripartito nunca ha sabido explicarse, porque tal vez nunca fuera un auténtico y sólido tripartito y tan sólo se quedó en un experimento a tres bandas. Suena a telefonía móvil: gobierno tribanda. Como esa tarta de tres chocolates que es tan frecuente en las comilonas familiares, el que se haya inventado la receta es un genio, porque siempre hay una cuñada que le sale a las mil maravillas, en el tripartido los tres colores siempre permanecieron perfectamente diferenciados, nunca se fundieron en un solo chocolate. Más tendentes al encuentro contemplo a Mourinho y a Guardiola, a pesar de las posibles y más que evidentes diferencias, y es que hay combinaciones, y busquemos en las bebidas maravillosos ejemplos, que pareciendo explosivas de antemano luego nos deparan grandes alegrías. Aunque Mou puso el pasado lunes todo lo amargo y Guardiola fue un azucarillo andante, a pesar de su tropiezo con Cristiano, más acelerado que nunca el portugués. Goleada, una manita, como ustedes prefieran, más gas para Artur Mas –que rima y todo-, rotundo vencedor de las elecciones catalanas. Barcelona versus Madrid, en otro contexto, socioeconómico, político, como se quiera, la rivalidad presente en todos los niveles, de la financiación a los aeropuertos pasando por Pinto y Sabadell. El efecto Rubalcaba no llega al Nou Camp, tampoco lo hizo el domingo anterior, que le pregunten a Montilla, piloto sin frenos de un tripartito sin caja de cambios y con la dirección bloqueada.

Pero hablemos de fútbol, aunque no sea lunes, que con frecuencia es más divertido hablar de fútbol que verlo, sobre todo si te meten cinco y se te queda cara de tonto. Miento, enmudecí, el martes no quise hablar de fútbol con nadie, no era divertido, aunque para los demás sí lo fuera y me sonrieran con malicia a mi encuentro, tampoco escuché las noticias ni quise abrir los periódicos. En casa, por supuesto, nada de televisión, que las repeticiones reabren las heridas. Tal vez Montilla pasó un lunes similar a mi martes, y eso que la cara de Puigcercós, el de Hacienda, ese político de altas de miras y bajas palabras, no debió ser mejor, porque los suyos sí que fueron unos resultados catastróficos, lo que celebro sin pudor. Después de todo, y si uno se detiene un instante a pensarlo, el clásico, y regreso al fútbol, sí fue muy clásico, porque tuvo un poquito de todo, y hasta un mucho de todo, que se ha podido analizar desde diferentes puntos de vista. Y es que en el fondo, y hasta en la superficie, queremos que el clásico sea muy clásico. Hablemos de fútbol, o de lo que sea.

El Día de Córdoba

domingo, 5 de diciembre de 2010

LOS HOMBRES QUE ODIAN A LAS MUJERES









La violencia de género es la mayor lacra social con la que contamos en nuestro país. Desgraciadamente, no es un fenómeno exclusivamente español, y es que la globalización de la tragedia es la más rápida en extenderse sin esquivar un solo lugar. Aquí, en España, al menos, sí está identificado y catalogado el delito, tiene nombre propio. En buena parte del mundo sigue sucediendo lo mismo que antaño nos sucedía a nosotros y escapa de las estadísticas, al considerarse un delito que forma parte de la privacidad de la familia. No me cabe duda de que la violencia de género es el crimen más complejo al que se enfrenta la Ley, ya que siempre existe entre agresor/asesino y agredida/asesinada un vínculo que tal vez algún día fue supuestamente afectivo, o se comparten hijos o se convive en el mismo domicilio, con hipoteca a nombre de ambos, etc., etc. A diferencia de lo que piensan muchos, no creo en esa vieja y bárbara teoría que nos dice aquello de que el amor y el odio conviven en una franja muy estrecha de los sentimientos y que los asesinos alguna vez amaron a las mujeres que después asesinan. No, nunca las amaron y siempre las odiaron. El amor no te conduce al insulto, a la vejación, a la humillación, a la amenaza, a la violación, al asesinato. El amor no empuja las manos que agarran esa navaja, no ordena al dedo que apriete el gatillo, el amor no estrangula, no golpea. No. El amor es otra cosa, completamente diferente. No citemos al amor cuando nos refiramos a un caso de violencia de género. No es un “crimen pasional”, esa célebre y mentirosa apostilla cuando aún camuflábamos en la privacidad de la pareja este horrendo crimen. Hablemos de asesinos, de asesinatos y de asesinadas, a secas.

No me cabe duda de que los medios de comunicación han jugado un papel fundamental a la hora de mostrarnos la violencia de género en su exacta y trágica magnitud. Gracias a ellos los números, las estadísticas, tienen nombre y apellidos, cuentan con unos ojos, con un pasado, con una realidad. Esa mujer muerta de ayer en extrañas circunstancias ha pasado a llamarse Lola, Marta o Victoria, y tiene hijos, y hermanos y una vida por delante que ya no será tal. Gracias a los medios de comunicación, a su complicidad con las organizaciones de mujeres y con las instituciones, también hemos sabido que la violencia de género no entiende de clases sociales o económicas, que no la podemos adjudicar a un determinado grupo o colectivo, que no entiende de religiones ni de razas, que no sólo se produce en determinados tramos de edad. Esta visibilización de la violencia de género ha conseguido que muchas mujeres entendiesen y asimilasen que su realidad no formaba parte de la realidad colectiva, que no todos los hombres odian a las mujeres, que las relaciones de pareja no se sostienen sobre la sumisión y el dolor.

Porque hay hombres que odian a las mujeres, que sólo las contemplan como personas a las que controlar, dirigir y dominar. La violencia de género es la expresión más mezquina que existe de la desigualdad entre géneros, y no por repetida deja de ser una afirmación categórica, que representa y define esta cruel realidad. La violencia de género no es un problema privado, afecta a la sociedad en su conjunto, ya que la infecta, la hace más frágil, turbia, la hiere. Y la sociedad como tal debe actuar, ya que en muchos casos esas mujeres que no se atreven a dar el paso y denunciar a sus agresores, que sigue siendo la única manera de poder ofrecerles protección e información, conviven con vecinos, compañeros de trabajo o familiares que conocen su tragedia. Si denunciamos a ese ladrón que descubrimos desde la ventana, si no dudamos a la hora de notificar la destrucción del mobiliario urbano o del coche de un conocido, no podemos quedarnos cruzados de brazos cuando seamos conscientes de un caso de violencia de género. Porque, insisto, no es una interferencia en el ámbito privado, no nos inmiscuimos en los asuntos de una pareja, no, alertamos de un delito. El 25 de noviembre es un día con altavoz, y lo debería ser cada día que una mujer muere asesinada a manos del que es o fue su pareja. Ojalá llegue un día en el que los hombres que odian a las mujeres no existan o, al menos, no estén cerca de ellas. Porque no las merecen, y porque tampoco nosotros merecemos que formen parte de nuestra sociedad.

El Día de Córdoba