miércoles, 30 de julio de 2014

ESCRITORES, ESENCIALMENTE

Si giro levemente el cuello hacia la izquierda, mientras escribo esta columna, contemplo Gibraltar, ese trocito británico frente Algeciras que almacena leyendas y disputas, y si lo hago hacia la derecha descubro con sorprendente nitidez las primeras montañas de Marruecos, el principio –o final, según se mire- del  continente africano, tan cerca y tan lejos al mismo tiempo. Aunque lo realmente importante, más allá de la privilegiada ubicación, no es dónde me encuentro, sino entre quién me encuentro. Este año he tenido el privilegio, el auténtico placer, más allá de la educada hipocresía, de impartir el taller de narrativa de la Escuela de Escritores Noveles que desde hace ya nueve años organiza la Consejería de Cultura a través del Centro Andaluz de la Letras. Un taller que forma parte de un programa que se extiende a lo largo del año y cuyo gran objetivo es potenciar, descubrir y estimular la creatividad de los más jóvenes a través de la escritura. No es poco, es mucho, en estos tiempos de recortes miserables y de defunción de lo público como sostén de aquello que conocimos como Estado del Bienestar. Los participantes de la Escuela, 30 en total, chavales entre 11 y 20 años, son seleccionados a partir del certamen literario que se convoca cada año, o mediante solicitud directa de los mismos. Los ganadores y finalistas en el certamen son becados y los participantes que se inscriben pagan una cuota de 75 euros, en la que se incluye todo, sí, todo, alojamiento, manutención, así como los materiales necesarios. En los años anteriores, la Escuela se ha celebrado en el mítico CEULAJ, en Mollina, provincia de Málaga, y este es el primer año que ha comenzado a rotar por los Albergues Juveniles de Andalucía, espacios que les recomiendo, situados la mayoría en enclaves privilegiados y que cuentan con unas instalaciones formidables y unos precios más que asequibles.
A lo largo de los años, desde 1998 hasta el presente, he impartido numerosos talleres de escritura, tanto promovidos por instituciones públicas como privadas. Gracias a ellos he aprendido un sinfín de técnicas y herramientas, he crecido como autor, pero sobre todo he tenido la oportunidad de conocer a personas maravillosas, que hoy forman parten del decorado emocional de mi vida. Algo que ha vuelto a suceder, y de qué manera, durante la semana pasada en Algeciras. En los días previos al inicio del taller, me impresionó saber el número de chavales que asistirían a la Escuela: 30. 30 chavales encantados y felices, vibrantes y eléctricos, vitalistas hasta el desmayo, lo afirmo con rotundidad, deseosos de conocer, aprender, escribir, transmitir, emocionar y emocionarse a través de las palabras. 30 chavales, mayoría femenina, como suele suceder, siempre más inquietas, devorados y completamente infectados por el virus de la Literatura. 30 chavales de ojos muy despiertos, atentos, devoradores de libros, de música, de películas, de series, que se alejan muy mucho de esos falsos estereotipos que se empeñan en mostrarnos a una juventud indolente, caprichosa y alejada de la realidad. Sí, como escuchamos en la canción de Vetusta Morla, hay esperanza en la deriva.


Insisto: ha sido un privilegio y un gran placer, y les puedo asegurar, sin temor a equivocarme, sin exagerar en nada, que ellos y ellas me han aportado muchísimo más de lo que yo les he podido aportar. Y es que durante una semana he tenido la oportunidad de volver a zambullirme, reencontrarme, con la Literatura, con la magia de las palabras, en su estado más esencial, más emocional, más puro, en definitiva. Con el paso de los años, los títulos y las circunstancias, el escritor va cubriendo su esencia de otras pieles, que en la mayoría de las ocasiones son más un lastre que una evolución. Los dictados de las editoriales y críticos, el dinero y los intereses, las relaciones más o menos desvirtuadas, las luces y las sombras, el negocio y las hipotecas, van ocultando, incluso enterrando, a ese escritor que un día fuimos, o pretendimos. Ese escritor abrazado a la pasión, a la magia, a la febril pulsión, a la necesidad por expresarse por encima de todo, que he vuelto a descubrir durante la pasada semana en el Albergue Juvenil de Algeciras, frente al Peñón, frente a África, tan cerca y tan lejos, al mismo tiempo.

martes, 22 de julio de 2014

FESTIVALES


Regresas a casa y te preparas unos espaguetis a la boloñesa convencido de que es el mejor remedio para sanar el maltrecho cuerpo de las hamburguesas, perritos, cervezas y demás fauna que has consumido, a granel, durante los últimos días. Regresas a casa y buscas en las estanterías o en la Red esa canción que te emocionó de madrugada, o aquella con la que brincaste como poseso o esa otra que te sorprendió por desconocida, pero ya no suena igual, es diferente, más plana, menos vital que en ese instante mágico. Regresas a casa y descubres en un bolsillo una de esas monedas de plástico que compraste a regañadientes en su momento y que ahora entiendes como una señal. La gastaré el año que viene, te prometes. Regresas a casa y esa pulsera que tanto te molestó en la muñeca durante tres días parece no querer desprenderse de ti, como si ya formara parte de tu cuerpo. Durante unos segundos, con las tijeras en la mano, te lo piensas, una vez que separes la pulsera de tu cuerpo tendrás la conciencia plena de que todo ha acabado, que los focos se apagaron, que los amplificadores se silenciaron, al menos por este año. Y, en realidad, no quieres que se separe de ti definitivamente. Abres esa caja escondida en no sé qué altillo, y que encierra esos tesoros de incalculable valor en el mercado de los recuerdos: chapas de Depeche Mode, Prodigy o Blur, las entradas de los conciertos de Oasis, The Strokes o U2, camisetas de los Stones, Neil Young o Beck y, claro, otras pulseras: Espárrago03, FIB06, PrimaveraSound09, MonkeyWeek12, 101Sun 14
Es verano, es tiempo de festivales, abierta la veda. Señale con el dedo cualquier punto de la geografía española y encontrará un festival de música, de mayor o menor repercusión, tradición, presupuesto, popularidad, etc. Como champiñones en un sótano, se han extendido, y también extinguido, en los últimos años, constituyendo una de las propuestas culturales, sí, culturales, que congregan a un mayor número de seguidores. Y es que en los festivales de verano cabemos todos: la chica con la corona floral, el chico que cabecea las canciones que nunca ha escuchado, el puretón en su oasis de juventud, el hipster de barba picuda... sigue en El Día de Córdoba

jueves, 17 de julio de 2014

LA ISLA MÍNIMA


Las primeras imágenes de La isla mínima de Alberto Rodríguez me empujan a pensar que nos encontramos ante una de las películas del año. 

martes, 15 de julio de 2014

MUNDIALES


Alfredo Di Stéfano se ha ido durante un Mundial, el de Brasil, y el hombre que lo trajo a España, Santiago Bernabéu, se fue durante otro Mundial, el de 1978 en Argentina. Ese Mundial de Kempes y compañía, de Videla y tragedia, de desaparecidos y llantos que apenas recuerdo, del que nada conservo en mi alacena mundialista. Di Stéfano no forjó su leyenda en un Mundial, su gran cuenta pendiente, sino en la Copa de Europa, que convirtió en el hábitat natural del madridismo. Nueve goles en cinco finales. Di Stéfano y sus frases: Las finales no se juegan, se ganan. En Lisboa, este mismo año, se repitió de nuevo la sentencia. Los otros grandes colosos del universo fútbol, sin embargo, sí forjaron sus leyendas en los mundiales. Pelé, Cruyff, Maradona y Zidane. El “Pelusa”, el comentarista feroz y circense de la actualidad, deslumbró como solo él sabía en el Mundial de México. Todos recordamos ese gol maratoniano y acrobático contra Inglaterra, que se ha tratado de comparar injustamente en docenas de ocasiones, y olvidamos que en todo “su” Mundial, como ya hizo en el Nápoles, Maradona se abrazó a la gran herencia de Di Stéfano: el jugador total. Aquella Argentina la conformaban once “calamaros” pelucones y porteños, y Maradona, como un alquimista del balón, convirtió en oro la chatarra de los pases tobilleros y las carreras asfixiadas. También brillaron en ese Mundial Azteca las alas del Buitre, aquel ángel del césped, sutil y vacuo, que hoy se ha convertido en un yupi de la diplomacia vacía y de la admiración por el jefe como gran muesca del currículo. Qué pena, a pesar de aquella tarde en Cádiz. Recordamos con insistencia el cabezazo de Zidane, que no fue más que un segundo de humanización del mito, y pasamos por alto esa belleza contundente que nos ofreció, a ritmo de marsellesa... sigue leyendo en El Día de Córdoba

martes, 8 de julio de 2014

INSOMNIO


En las largas e interminables noches de insomnio he imaginado novelas que, afortunadamente, nunca he llegado a escribir. Con el nuevo día regresó la cordura o como se quiera llamar. Novelas de vampiros y hadas, adaptaciones de videojuegos, biografías impensables, conatos de ensayos sobre los más absurdos temas y personajes. En las nerviosas y febriles noches de insomnio he diseñado la arquitectura contable de esos millones que la Primitiva y el Cuponazo se empeñan en negarme semana tras semana. He repartido el dinero, he planificado inversiones, mudanzas, viajes, como si la ristra de ceros caminara por mi cuenta corriente. Menudo atraco el hachazo que le metió Rajoy a los premios. En las indeseadas y nunca previstas noches de insomnio he trazado nuevas vidas, muy diferentes a la actual, en todos sus aspectos, que no han soportado el sonido del despertador. Adiós tabaco, hola deporte, más disciplina en los horarios, más austeridad en los actos, más método para moldear la anarquía, todas esas cosas que pensamos mientras las uvas recorren nuestras gargantas los doce últimos segundos de cualquier 31 de diciembre. Propósitos y enmiendas. En las insensibles y nunca disfrutadas noches de insomnio he buscado esos remedios que son “mano de santo” pero que tan raramente funcionan: infusiones con superpoderes, millones de ovejas trotando por la granja, posturas orientales –dicen-, técnicas de relajación vistas en una revista de sala de espera, para acabar, finalmente, en los brazos de un cigarrillo o del chocolate que, supuestamente, son el peor remedio, por muy tradicionales que sean.
En las despiadadas y atropelladas noches de insomnio he buscado en el baúl de los recuerdos, que suene Karina a toda pastilla, esas imágenes que catalogamos como gratificantes o he imaginado nuevas y desconocidas, esos paraísos que las agencias de viajes nos muestran en sus campañas publicitarias, en un intento de escapada. En las pesadas noches de insomnio he descubierto las propiedades de los auténticos y milenarios cuchillos japoneses, la inquietante personalidad de Sandro Rey y algunas joyas del cine checo que no tenía idea que existieran... sigue leyendo en El Día de Córdoba