martes, 30 de septiembre de 2014

MUJERES, GALLARDÓN

Vaya semana que hemos dejado atrás, acumulativa y acumuladora en noticias, idas, venidas, virajes, dimes y diretes, y hasta dimisiones. Sí, ha dimitido alguien en España. La verdad es que me ha costado escoger el tema de este artículo, muy dura la competencia, vaya que sí. Aunque bien es cierto que, si uno se detiene un instante a pensarlo, buena parte de los temas de actualidad de la pasada semana han contado, de un modo u otro, con unas destacadas protagonistas: las mujeres. Una de ellas, una deportista, Gala León, lideró el arranque mediático de la semana de marras, tras las declaraciones de Toni Nadal, tío de Rafa, nada más ser nombrada capitana del equipo masculino español de Copa Davis. Vamos a ver, lo de la incomodidad en el vestuario, la toalla protectora, llamar a la puerta antes de entrar y todas esas chorradas es quedarse en la superficie de la cuestión, es valorar la decisión de la Federación por su condición de mujer, que no deja de ser una nueva evidencia de que el machismo sigue estando ahí, entre nosotros, cómodamente instalado. Sin ser un experto en la materia, desde un plano meramente deportivo, entiendo que hay jugadores y jugadoras con mayor y mejor trayectoria, que merecen el puesto, tanto o más que Gala León. Debo de reconocer que me sorprendió su nombramiento, y no por tratarse de una mujer, porque simple y llanamente no la conocía. ¿Y por qué no Conchita Martínez o Arancha Sánchez Vicario o Juan Carlos Ferrero o Alberto Berasategui? Nombres que recordamos, que aún no han capitaneado el equipo masculino de Davis y que cuentan con el aval de los títulos conseguidos.
Que cante ahora Laura Pausini esa coplilla almibarada en el oído de Gallardón, se fue, se fue Gallardón el progre, el infiltrado, el moderado, recuerdo que lo calificaban en aquellos otros años y yo no podía dejar de escuchar, en mi interior, la anécdota del fallecido Peces-Barba. En una jornada en el Congreso de los Diputados... sigue leyendo en El Día de Córdoba 

viernes, 26 de septiembre de 2014

ESCRITORES (EN EBOOK)

El narrador decidió ser escritor el –mismo- día que le comunicaron la nota de Selectividad -cinco con seis, tampoco era como para celebrarlo con champán-. Aprobar el acceso a la Universidad no fue lo que le influyó para tomar esta decisión, sino un recital poético al que acudió por la tarde, con algunos compañeros de clase...

A partir de octubre en EDICIONES EN HUIDA

martes, 23 de septiembre de 2014

OTOÑO, SUS COSAS

No es país para millonarios, o los millonarios no son para el otoño, escoja. Esos grandes almacenes que nos anuncian y anticipan el cambio de las estaciones están de luto, aunque seguro que hacen un poder y una chica mona, o una pareja de actualidad, es lo mismo, se asoma a la pantalla de nuestra televisión para decirnos, anunciarnos, proclamar, bailar, reír y lo que haga falta, que es otoño. Otoño, otra vez, con sus cosas. Al otoño le profeso el mismo cariño que a los lunes, al 31 de agosto, a Godín y a Piqué, y al olor de la naftalina. Ningún cariño, nada de nada, pero ya está aquí, queramos o no. Este otoño, además, me temo, será uno de esos otoños que sufro con mayor intensidad, con luz de invierno y calor veraniego, que es una combinación que detesto profundamente, de la misma manera que detesto un resfriado en verano: cada cosa a su tiempo –hagan cola, por favor-. Mis quejas no sirven de nada, los árboles clarearán sus copas, los abrigos y jerseys llamarán a las puertas de nuestros armarios y los románticos eternos sucumbirán en su tristeza romántica y premeditada, y volverán las golondrinas que sobrevivieron a la tragedia de Chernobil. Tiempos de castañas y depresiones varias, tiempo de peroles en nuestra tierra, cuchará y paso atrás, paraíso del cuñado con parcela, sofritos mareados, barbacoa de obra, nuevas parejas en la fiesta del dominó y vámonos que nos vamos antes de que el invierno nos congele las ideas y hasta la calva. Será porque nuestro clima así nos lo ha impuesto, pero lo cierto es que disfruto poco las estaciones templadas, esos breves pasadizos que nos conducen a las profundidades del verano y del invierno, estaciones puras donde las haya. Puro como decían que era Botín, que en las cuevas de Altamira, eso... sigue leyendo en El Día de Córdoba

jueves, 18 de septiembre de 2014

EL CARPIO

Solicito su atención por un momento. Todos lo hemos visitado en alguna ocasión o lo hemos contemplado desde la autovía, tras la ventanilla, punto inevitable en el camino, marca geográfica imposible de esquivar, rumbo al norte. Bonita vista. Durante décadas, en el Quini, en las entonces afueras, camioneros de medio mundo reponían fuerzas, comentando sus hazañas de kilómetros y pesos, de distancias inabarcables, inmersos en una niebla de café y tabaco. En los últimos años célebre por su burro orejón y cálido, como una broma de Juan Ramón, sin las maletas del exilio, criado en la dehesa de Scarpia, que nos saluda en nuestro viaje; también conocido por su fábrica de pastas –saludables, cuentan en el anuncio-, o por esa torre mudéjar, de Garci-Méndez, en la que muchos quisieron encerrar al mismísimo Velázquez, loco de amor y de algo más, recreando a su Venus del espejo. Hablemos de El Carpio, sí, ahí mismo, a nada desde que inauguraron la autovía, a un trecho cuando tenías que pagar el billete de la Sata. Entre Villafranca y Pedro Abad, cerca de Montoro. El próximo miércoles, 17 de septiembre, tengo el enorme privilegio, placer, y también responsabilidad, de pregonar la Feria Real de El Carpio. Nunca habría podido imaginar que algún día acabaría siendo el pregonero, hermosa palabra, de un evento o fiesta, y mucho menos del lugar en el que nacieron mis padres y abuelos y en el que pasé parte de mi infancia.
En mi DNI aparece que nací en Córdoba, y es cierto, en la casa de mi abuela, en la Reja de Don Gome. Para aclarar, que lo debo hacer con frecuencia, especifico que nací donde hoy se ubica el Palacio de Viana. No, no nací en el palacio, mis abuelos vendieron su casa a la Caja Provincial y sobre ella construyeron ese patio nuevo, de fuente/estanque alargado, donde se celebran multitud de actos. Tres o cuatro días después... sigue leyendo en El Día de Córdoba

miércoles, 10 de septiembre de 2014

REGRESO

Que Penélope se parapete tras la barra y le tome prestada la voz a Estrella Morente y comience a cantar la canción, que estamos de vuelta, así, a lo loco. Sí, ya estamos de aquí, que parece que nunca nos hemos ido –y puede que sea así-, aunque Xabi Alonso se harte de cervezas entre sus nuevos compañeros bávaros. Qué bárbaros, los minutos y los días, que viajan a velocidad de crucero, y hasta un año en el Limbo te dura lo que un mambo de Pérez Prado. Suma y sigue, de uno en uno, eso sí, despacito y buena letra. Tantos coleccionables anunciados a todas horas, tal vez se bata un record que el Guinness debería anotar en sus páginas de leyendas insospechadas, me hace pensar que los psicólogos y psiquiatras del sector han percibido un entusiasmo generalizado, puede que un atrevimiento, seguro que una necesidad, por empezar de nuevo, por renacer, por reconstruirnos aunque el cemento esté por las nubes y la burbuja de la burbuja acabara con ese inmenso jardín de andamios y grúas que no hace tanto tuvimos, o tuvieron, que nunca fue un jardín público, aunque los cachos de la burbuja cayeran sobre nuestros hombros. Los hombros de todos. Es tiempo de promesas y de propósitos, y de zanahorias y guisantes en crudo, mucho pollo y mucha piña. Los amaneceres nos traen una legión de zapatillas de deporte con olor a tienda y estreno, las agujetas, ampollas y esguinces nos recuerdan la fragilidad que hemos creado durante tanto tiempo, tanto tiempo fuera de los propósitos que ahora nos acechan como una legión de voces, como esa Santa Compaña que Coppini nos cantó con su voz melancólica y su tupé imposible, como la bandera de un país sin ejército. 
Regresamos a la austeridad, pero a la propia, a la personal e intransferible, que de la de Merkel y Rajoy, agarraditos los vimos recorriendo el Camino, no nos libraremos por mucho que las pancartas y los gritos vuelvan a las calles. Regresarán también, tienen que regresar, no queda otra. El pvc que se derrite sobre las baldosas. Con tinta o sudor tatuaremos los nuevos mantras para esta nueva época que queremos construir a partir de las cenizas y las desilusiones que hemos creado en los últimos años. Reciclaje emocional. Empresa colosal, no es cualquier cosa, cafetera y mantra, saliva y ricino, empeño y curvas, la sal que se derrama sobre la mesa... sigue leyendo en El Día de Córdoba 

domingo, 7 de septiembre de 2014

MUERTE EN EL BOSQUE, SHERWOOD ANDERSON

Sencillo, pulcro, eficaz y poderoso. Los cuatro adjetivos con los que calificaría la narrativa de Sherwood Anderson y que, con toda probabilidad, son los cuatro adjetivos a los que debería aspirar cualquier cuentista. Y así, uno a uno, sencillos, pulcros, eficaces y poderosos son los trece cuentos que encontramos en esta compilación, agrupados bajo el título del primero que aparece, y tal vez el más brillante, y también desconcertante, Muerte en el bosque.
Si en Literatura existe eso que conocemos como Justicia, cualquiera sabe lo que es ya a estas alturas, no me cabe duda de que esta edición de Traspiés lo es. E incluyo en el reconocimiento la traducción e introducción de Miguel Á. Martínez-Cabeza, soberbias en claridad, precisión e intención. Artista menor o escritor secundario son algunas de las injustas denominaciones que hemos encontrado para definir a Anderson a lo largo de los años, cuando es un ejemplo de autor a recuperar, sepultado injustamente por la novedad, por la actualidad, por las modas y hasta por los que siguieron su camino.
En Muerte en el bosque, así como en el conjunto de su obra, Sherwood Anderson nos muestra la extrema aspereza de la vida en la montaña, el sabor del güisqui destilado en oscuros graneros, la soledad de un nevado invierno en la cabaña, la paciencia del pescador de truchas o el esclavista trabajo en las plantaciones de algodón. Pocos autores han reflejado la América rural, la más profunda, la que hunde sus pisadas en la tierra, con tal nitidez y realismo. Pero, sin embargo, Anderson fue mucho más allá, y nos contó, a través de su obra, el transito de esos agricultores y ganaderos a las grandes ciudades.
Y asentados en las grandes ciudades, los personajes de Sherwood Anderson se enfrentan y desarrollan nuevas casuísticas, en consonancia con el hábitat al que se han incorporado. Novedosos problemas de pareja, la ambición por la posesión, la carrera por hacerse con una “posición social” destacada, el vendaval de las tendencias, la falta de identidad, la desconocida y desgarradora soledad de la gran ciudad.

Los relatos de Muerte en el bosque nos muestran esa transición, esa revolución o éxodo, la conformación de una nueva sociedad y, por tanto, de un país. Sencillo, pulcro, eficaz y poderoso, y preciso en el retrato, la narrativa de Anderson se sumerge en las inquietudes y vacilaciones de sus personajes, y nos ofrece ese otro lado que habitualmente permanece en la intimidad, oculto de nuestras miradas.

Lee la Doble Mirada en La Tormenta En Un Vaso