miércoles, 31 de julio de 2013

ASÍ ES COMO LA PIERDES, JUNOT DÍAZ

No me debería llevar ni cinco minutos escribir la reseña de la nueva entrega de Junot Díaz, Así es como la pierdes, o simplemente me bastaría con decir que se trata de un libro maravilloso. Empecemos por aquí, ya puestos. Sí, Así es como la pierdes es una delicia literaria, una de esas joyas que tan raramente se cuelan en tus lecturas, una bocanada de talento, humor, emoción, precisión e ingenio. No quiero escatimar en el elogio, tampoco en los adjetivos. Vibrante, irónico, divertido, transparente, pasional, luminoso, apabullante, innovador, espléndido, sí, espléndido.
Sin embargo, estoy radicalmente en contra de la calificación/clasificación que nos han ofrecido. No es un libro de cuentos, Así es como la pierdes es una novela, una novela mayúscula. El que cada capítulo nos ofrezca una historia con un aparente cierre no debe entenderse como una colección de relatos, no. De hecho, no es la primera novela que se construye de esta manera. Tengamos en cuenta el gran fresco final, el regusto que Así es como la pierdes te deja cuando concluyes su lectura. Debo de reconocer que en mi caso tuvo algo de traumático, de desolador, el alcanzar el punto y final, hubiera deseado otras mil páginas similares más.

Concentrémonos, resumen de los dos párrafos anteriores: Así es como la pierdes es una novela maravillosa. Sigamos. Para quien no se haya zambullido en la narrativa de Junot Díaz, una recomendación: ese uso descarnado y sin tapujos de la jerga, del domo en este caso (el español que hablan los dominicanos emigrantes en los Estados Unidos de América), lejos de suponer un lastre es un rico y valiosísimo ingrediente que le aporta a la narración una musicalidad, una autenticidad y una plasticidad de tal magnitud y efectividad que una vez asimilado por nuestro oído –y cerebro- te atrapa y seduce, te hace mover las caderas, es un ritmo íntimo que se cuela en tu cerebro fabricando su propia banda sonora... seguir leyendo en La Tormenta en un Vaso

lunes, 29 de julio de 2013

LECTURAS

Días de maletas, viajes, playas, tiempo propio... No olvide los libros, esa inmensa compañía.
Leer es otra forma de viajar. Sin necesidad de engordar maletas, sin llenar de combustible el depósito de nuestro automóvil, sin tarjeta de embarque. Gracias a la lectura nos adentramos en otras vidas, recorremos caminos que desconocíamos, representamos nuestros sueños, crecemos, sí, crecemos. Cuando me dispongo a preparar mis vacaciones, le dedico mayor tiempo a los libros que me habrán de acompañar que a los pantalones o camisas que me he de poner. Leo durante todo el año, pero en este tiempo disfruto más haciéndolo, sin una reseña pendiente, por puro placer, seleccionando aquellos títulos que realmente me apetecen. Quejica permanente, debo de reconocer que los últimos meses me han deparado lecturas muy atractivas, suculentas, y que algunas de ellas viajarán en mi maleta para volver a retomarlas sin esas prisas que la rutina nos mete en el cuerpo, y en nuestras vidas, con demasiado frecuencia. Comparto esas lecturas, por si acaso aún se sigue pensando ese libro que leer en las próximas semanas. Comienzo por Yo confieso de Jaume Cabré. Emotivo diario de los años vividos por Adrià, algunos de ellos bajo la tempestad de la Historia, desde una tienda de antigüedades. Novela de sólida arquitectura, que nos habla del dolor, de la emoción y del recuerdo. Telegraph Avenue, de Michael Chabon. Sigamos con las distancias largas, y en este caso detengámonos en este narrador de largo recorrido. Chabon es de esos escritores que muestran camino, un adelantado, un visionario tal vez. En su última entrega nos ofrece una visión radiográfica del mundo en el que nos encontramos a partir de una pequeña tienda de discos, en la que no cesa de sonar buena música negra. Recientemente traducida a nuestro idioma, The Wanderers es la novela que Richard Price, al que todos conocemos por ser el guionista de la exitosa The Wire, publicó con apenas 24 años. Pandillas, tribus, exclusión y juventud frenética en esta obra de pulso y latido grave.
El siguiente título que recomiendo, Medea en los infiernos, del joven autor sevillano Diego Vaya, debo reconocer que me produjo cierto estupor cuando lo tuve entre mis manos, ya que se trata del XVIII Premio Universidad de Sevilla de Novela, y yo tuve la suerte de ser el I, cosas del tiempo. Diego Vaya nos ofrece una estupenda y atrayente historia sobre el peso del pasado, las emociones insatisfechas y la construcción de un futuro a partir de la nada. Concluyo el apartado novelístico, a pesar de que lo publiciten como un libro de relatos, con Así es como la pierdes, del dominicano establecido en USA, Junot Díaz. Una obra... sigue leyendo en El Día de Córdoba 

lunes, 15 de julio de 2013

MASTERCHEF


A la mayoría de mis amigos les ha sorprendido que no haya seguido el último fenómeno televisivo: Masterchef. Viendo los datos de audiencia, debo haber sido uno de los pocos. Con toda la humildad: hay quien considera que cocino bien, pero no creo que lo mío sea para tanto. Como mucho, soy un “cocinillas”, medio domino tres o cuatro platos que me quedan resultones, el resto es cocina de batalla –que realmente es la cocina que más consumimos-. Reconozco que no me cuesta cocinar, que lo hago prácticamente a diario, que en multitud de ocasiones me relaja, me entretiene, que no me desagradan la mayoría de sus tareas, desde la compra de los ingredientes hasta la limpieza de los utensilios. Para escribir este artículo he tenido que recurrir al enlatado, he visto algunas entregas de Masterchef, bonita cocina, buenos ingredientes, muchos nervios, incluso ansiedad. No soy humilde, soy sincero: yo no tengo, ni de lejos, el nivel de los concursantes de esta recién acabada primera edición. Entiendo que estoy en la media, en esa media de españoles que nos hemos acercado a la cocina en las últimas décadas, puede que se tratara de una expresión más de eso que conocimos como estado del bienestar, y que parece haber desaparecido como si nunca hubiese existido.  O sea, uno de esos tantos españoles que nos criamos con caldo de cocido, croquetas de pringá y lentejas con chorizo y que los años y las modas nos han sorprendido con el sushi, las hamburguesas con guacamole o la cebolla caramelizada, del mismo modo que hemos pasado, casi sin darnos cuenta, del futbolín a la wii, de la Basf desimantada al mp3 y de la cabina con cola al teléfono móvil con cobertura 3G.
He de reconocer que me han sorprendido las habilidades de algunos concursantes, que bien podrían trabajar en los mejores restaurantes sin desentonar. Sin embargo, creo que hoy se merecen mayor reconocimiento todas esas miles de masterchefs, porque la mayoría son mujeres, que con unos pocos cientos de euros al mes visten y alimentan a sus familias. Esas masterchefs, seguro que usted conoce alguna, con unos trozos de pollo, dos patatas, cuatro zanahorias y un puñado de garbanzos te preparan un sigue leyendo en El Día de Córdoba

martes, 9 de julio de 2013

CONSUMO CULTURAL

Malos tiempos para la cultura... La subida del IVA cultural comienza a hacer mellar en multitud de empresas e iniciativas... El consumo cultural pasa por sus horas más bajas...
"No sólo de pan vive el hombre. Yo, si tuviera hambre y estuviera desvalido en la calle no pediría pan; sino que pediría medio pan y un libro. Y yo ataco violentamente a los que solamente hablan de reivindicaciones económicas sin nombrar nunca a las reivindicaciones culturales. Bien está que todos los hombres coman, pero que todos los hombres sepan".
Estas palabras las pronunció un poeta granadino, un tal Federico García Lorca, hace 80 años, durante la inauguración de la biblioteca de su pueblo natal. Desgraciadamente, las palabras del poeta cobran inusitada y trágica actualidad en este momento concreto, mientras contemplamos como el sector cultural de nuestro país se desploma. Una vez más la cultura es ese ámbito prescindible de nuestras vidas, ese ámbito que puede ser maltratado, ignorado o suprimido sin ningún pudor. La explicación de este mal momento por el que atraviesa la cultura es muy simple. Consumimos menos cultura, compramos menos música, menos cuadros, vamos menos al cine o al teatro, apenas nos detenemos en la sección de novedades en las librerías. Es una realidad, pero una realidad que es fácil de entender para una gran mayoría. ¿Si apenas tenemos dinero para pagar la hipoteca, vestirnos decentemente o comer, cómo vamos a tener dinero para consumir cultura? Muy fácil la respuesta, podemos admitirla como válida. Lo que es incomprensible, lo que no podemos admitir, es que cuando la ciudadanía tiene mayores dificultades para acceder a la cultura el Gobierno de Rajoy decida encarecerla aún más, casi triplicando el porcentaje de IVA que se le aplica, pasando del 8 al 21%.
En realidad, este gobierno, empeñado en estrangularnos lentamente como si quisiera comprobar cuánto tiempo podemos aguantar con vida sin respirar, ha subido la práctica totalidad de los impuestos que nos afectan en nuestra vida diaria. Cada vez es más caro todo, y cada vez tenemos menos. Si el fin es recaudatorio, si sólo se trata de dinero, no se puede hacer peor, ya que la subida de impuestos lo único que propicia es la drástica reducción del consumo. Gastamos menos en todo, hasta en combustible, y es que desplazarse en tu propio automóvil comienza a convertirse en un auténtico lujo. Todos los consumos han descendido, todos. Me temo que tras la subida del IVA cultural se encuentra una mera argumentación ideológica: posibilitar el acceso a la cultura a unos cuantos, a unos pocos elegidos, a los que más tienen, a los de siempre. Pero es que no sólo hablamos de un justo e igualitario acceso a la cultura, la herida es más profunda. Pasemos del componente social al componente pecuniario, hablemos de ... sigue leyendo en El Día de Córdoba

viernes, 5 de julio de 2013

JINETES EN LA TORMENTA

Hay libros a los que nos acercamos por puro placer, por afinidad/filiación, por simple entretenimiento, o por algo parecido a la curiosidad. También nos podemos acercar a un libro por aburrimiento, por eliminación, por devoción, o por casualidad —que terminan siendo, en ocasiones, las mejores lecturas—. También te puedes acercar a un libro para consultar, para aprender algo que desconoces, por la pedagogía que le intuyes.
Jinetes en la Tormenta de Diego A. Manriquees uno de estos libros, aunque también te puedes acercar por cualquiera de los anteriores motivos. Sobran y valen todos los motivos para acercarse a un libro, pruebe, no queman.Manrique, uno de nuestros críticos musicales más reputados y prestigiosos, tanto por trayectoria como por discurso y reflexión, selecciona y agrupa en este libro a los jinetes más destacados, singulares, enigmáticos, brillantes o simplemente raros que transitan, a ratos al galope y en demasiadas ocasiones al trote, por la siempre torrencial tormenta del rock. Sí, hablemos de rock.
No me cabe duda de que Jinetes en la tormenta es un libro necesario, sí, ahora más que nunca, especialmente para todos aquellos que están convencidos de que Joy Division se encuentra de gira por Australia o que Johnny Cash fue el primer vocalista de Depeche Mode. También es el libro indispensable para todos aquellos que no saben que antes deLove of Lesbian existieron los Cure, y antes de Pereza los Kinks, y antes de los Nikis, y hasta antes que Transvision Vamp —perdón por semejante herejía, que Wendy James me perdone—, cuatro tipos con peinados extraños que eran conocidos como Los Ramones. Y también para quien se haya pasado la juventud y sus cosas escuchando a Los Planetas sin saber que una vez existió una banda llamada Jesús and Mary Chain, y que publicó un disco titulado PsychoCandy. Y, así, con soniquete a lo anuncio de Cocacola, podríamos seguir citando muchos más ejemplos de potenciales lectores de este libro.
Hay quien ha calificado Jinetes en la Tormenta como una mera compilación, también han empleado el término “refrito”, de los artículos que ha publicado Manrique en el diario El País... SIGUE LEYENDO EN LA TORMENTA EN UN VASO

martes, 2 de julio de 2013

ESOS DÍAS

El miedo a cambiar, a que nada sea como había sido, puertas que se abren, vértigo, incertidumbre, esos días...
A veces, hay días en la vida en lo que todo empieza de nuevo. Porque perdemos el empleo –nada extraño en este tiempo- o comenzamos en uno nuevo -¡bingo!-, porque nos casamos o divorciamos, porque nace un hijo, porque nos enamoramos, porque nos marchamos a vivir al extranjero o regresamos a casa, porque enfermamos o sanamos, porque nos mudamos, porque nos toca la Primitiva –ya quisiéramos-, porque triunfamos o fracasamos, porque nos despedimos de un amigo, de un lugar, de lo que sea, por lo que sea. Hay días, previstos, imprevistos, por sorpresa, en la vida en los que todo empieza de nuevo. Le invito a realizar el siguiente ejercicio: anote en un papel todos esos días que han tenido lugar a lo largo de su vida en lo que todo, o casi, ha empezado de nuevo. Verá como le salen unos cuantos, hasta pueda que se sorprenda de la cantidad, y de la importancia o no que le concedió a esos días en ese momento del pasado. Gracias a todos esos días, o por esos días, usted es lo que es y por eso, también, es así su vida. Son días en los que podemos sentir confusión, indignación, felicidad, nostalgia, vértigo, tristeza, impotencia, incredulidad, cansancio, dolor… y así podríamos seguir enumerando los diferentes estados de ánimo. Pero, sobre todo, en uno de esos días en la vida en los que todo empieza de nuevo lo primero que sentimos es miedo. Miedo a lo desconocido, a lo que vendrá, a lo que hay tras esa puerta que se abre, a la nada, a que el pasado nunca vuelva, a que todo vaya a peor, a que no seamos capaces de iniciar ese nuevo camino, a caer, a no alcanzar la cima, a lo nuevo, simplemente. El miedo es una sensación salvaje, no domesticable, raramente controlable, paralizante si no se supera, frustrante, pero absolutamente natural. Queramos o no, lo llevamos dentro, siempre nos acompaña, y de cuando en cuando le gusta mostrarse, afilar las uñas y exhibir su poder. Cuando araña, araña de verdad.
Seguramente, con toda probabilidad, la vida es fascinante, aunque a veces la sintamos brumosa, peligrosa o ingrata, gracias a estos días en los que nos toca, o nos empujan, a empezar de nuevo. Seguramente, con toda probabilidad, en esos días no podamos llegar a sentir esa fascinación –puede que sintamos, padezcamos, justamente lo contrario-. Necesitaremos de tiempo, de recorrer unos cuantos kilómetros de ese camino que comenzamos, precisamente, ese día; necesitamos la ayuda y la sabiduría del tiempo. Sin estos días, nuestra vida sería como uno... sigue leyendo en El Día de Córdoba