domingo, 28 de junio de 2009

VERANO


Llega el momento de recoger lo sembrado, de evaluar lo estudiado, o no. Los chavales reciben sus notas de junio, las notas finales, las notas entre todas las notas, con expresión variopinta –multitud de arqueos y ángulos en los labios-. Semana de llantos, alegrías, regalos, promesas… Las ruedas de las mochilas reciben su merecido descanso, después de meses de charcos, hojas secas, chicles y empujones. Las avenidas despiden a esos autobuses jaleosos de asientos maltratados, de cánticos que escapan por las ventanillas; los primeros romances entre los asientos, cartas que vuelan de una fila a otra. La rutina escolar dice adiós hasta septiembre. Septiembre que es el verdadero mes iniciático, el mes uno, el mes que marca el nuevo año, la nueva Liga, el nuevo curso, la nueva colección –dos por el precio de uno, todos los madelmanes-, con el permiso de enero, que seguirá engañándose en su falsa gloria, en su liderazgo del calendario, en su resaca de turrones y cavas nunca saboreados. Y justo cuando acaba el curso, la noche de San Juan, el fuego que celebra la llegada del verano, aunque el verano del termómetro ya llevemos unas semanas padeciéndolo, y cada año olvidemos la temperatura del pasado y nos centremos en el nuevo calor del presente, que siempre es más calor. El invierno refresca, afortunadamente, nuestra memoria.

Contemplando a principios de semana la salida del colegio de unos chavales me fue imposible no retroceder en el tiempo y regresar a los veranos del chaval que fui durante años, y que intento, por todos los medios, que siga estando vivo, o al menos dormido, en mi interior. Recuerdo que lo primero que hacía nada más comenzar las vacaciones de verano era agarrar un calendario y contar los días libres que iba a tener. Pero los días libres reales, los fines de semana y los festivos no los contaba, necesitaba saber cuántos días de verdad, de verdad de la buena, iba a estar sin ir al colegio. Y no lo hacía por programación o anticipación, lo hacía por puro placer, por disfrutar de un sentimiento que aún hoy me es imposible clasificar. Largos veranos en una Córdoba más árida, más callada, más lenta, una Córdoba sin Festival de la Guitarra, sin Eutopía, sin Noche Blanca del Flamenco; una Córdoba pelada y mondada. Mis veranos se centraban, casi exclusivamente, entre mis visitas a la Biblioteca, ubicada donde hoy se alza la Delegación de Cultura, algún que otro y esporádico chapuzón en la piscina de la calle Zarco, al que sólo podían acceder, teóricamente, mujeres y niños –reductos del franquismo más recalcitrante- y las noches en los cines de verano, especialmente el Olimpia, que era, supuestamente, el cine de mi barrio. Curiosamente, los que vivíamos en la calle Buen Suceso y alrededores éramos, por calificarlo de algún modo, “chicos sin barrio”. En la frontera entre San Agustín, San Lorenzo y el Realejo, demasiado cerca y demasiado lejos, al mismo tiempo, de todos ellos. Caprichos del callejero que mis amigos y yo contemplábamos como una pequeña desgracia que nos obligaba a arroparnos en nuestro pequeño reducto.

Con toda probabilidad, aquellos veranos silenciosos y calurosos de mi infancia en aquella inmovilista Córdoba han influido decisivamente en la construcción de la persona que soy hoy, y muy especialmente en mi faceta como narrador. Me fascinaba entrar en la biblioteca, buscar un nuevo título de Tintín, El Príncipe Valiente o Astérix, que devoraba en esas largas siestas de ventilador y canciones dedicadas, a Pedrito por su cumpleaños, de Radio Córdoba. Jamás incumplí el plazo de entrega, ya que a la mañana siguiente, puntual a mi cita, renovaba el libro. Y si primero fueron los tebeos, más tarde llegaron Salgari, Hammet y Kafka. Y por la noche me aguardaba el cine de verano, en donde vi cien veces todas las películas del legendario Bruce Lee, y demás imitadores, así como las del picarón Álvaro Vitali o Esteso/Pajares, sí, pero también Ben Hur, Lo que el viento se llevó o Psicosis. Y luego en mi casa, rodeado de hermanos que hablaban de cosas que a mí se me escapaban, mientras comía altramuces o pipas frente al ventilador, pensaba en los días que aún le quedaban a ese verano, que yo nunca sentí como árido, caluroso o silencioso.


El Día de Córdoba

domingo, 21 de junio de 2009

RESEÑA EN EL PLACER DE LA LECTURA


http://www.elplacerdelalectura.com/2009/06/el-orden-de-la-memoria-salvador.html

Nuestros amigos libreros nos dicen que el jueves mucha gente abría por el final los ejemplares de Millenium 3 con el único –y económico- fin de conocer el final de la saga. Pensar que la conclusión es lo más importante de un libro sólo pueden pensarlo quienes todavía no han aprendido a disfrutar del placer de la lectura, placer que no debe confundirse con el de gozar con un final apropiado.

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Decimos todo esto para subrayar así, sin más preámbulo, que El Orden de la Memoria tiene un final ejemplar, una conclusión apropiada y eficaz que cumple plenamente el propósito del libro y que es perfectamente coherente tanto con el tema como con el tratamiento del mismo. Si el ‘durante’ de un texto es bueno y tiene un ‘final’ redondo, miel sobre hojuelas. Así, al terminar de leer este libro, lo normal es sonreír de medio lado y relamernos debido al buen sabor de boca del conjunto.

Un segundo acierto del libro del cordobés, Salvador
Gutiérrez Solís es la mezcla oportuna de cartas, el barajeo idóneo de los tiempos cronológicos que lleva a cabo sin que perdamos el hilo para nada, si que ni siquiera consiga desconcertarnos. La vida de Eloy Granero, heredero del imperio comercial Almacenes Granero, es contada en tercera persona teniendo cuatro o cinco puntos de partida que se arremolinan y entremezclan durante todo el relato, para confluirunívocamente en el final adjetivado más arriba. Sabemos por las entrevistas que ha concedido que le ha costado años conseguir ese ‘tempo’, pero el esfuerzo no ha pasado desapercibido y representa una clase magistral para todos los iniciados en la escritura e incluso para los maestros reconocidos quienes normalmente no alcanzan –casi nunca- ese nivel que tiene en ese formato El orden de la memoria. Por lo que decimos es fácilmente deducible por tanto que no es un libro organizado sino un texto perfectamente deconstruido partiendo de ladesestructuración pertinente.

Y el tercer activo del libro es la complicada relación personaje/escritor que
Eloy-personaje mantiene con Salva-escritor. Hemos sabido que hasta del más deleznable asesino, su inventor,biógrafo o documentalista siempre se siente entusiasmado al exponer sus conocimientos o motivos. Pero Gutiérrez Solís no siente nada, perdón, le parece un personaje odioso y así nos lo hace ver subliminalmente y entre líneas a lo largo de todo el relato. No, no es buena personaEloy Granero; sí, sí cometió dos o tres errores gravísimos en su vida, pero la literatura está llena de muchos ‘buenos’ más ‘malos’ que el heredero de los grandes almacenes. Esa curiosa relación entre ambos, que en los últimos años hemos visto reflejada en La pianista de la NobelJelinek (quien por despegada hasta evita mencionar su nombre en todo el texto, refieriéndosea ella por títulos: pianista, profesora, hija…) nos hace imaginar visualmente a Salva tecleando en su ordenador con el frío cañón de una mágnum en la nuca, mientras suda la gota gorda. Una curiosidad trabajada con mucho mimo y a golpe de esfuerzo por parte del escritor.

Con todo esto, tenemos motivos de sobra para salir corriendo a conseguir este soberbio título, por que si destacamos estas tres cuestiones, es por que son tan evidentes que no podemos obviarlas, destacan muy por encima de la media; pero tengan a buen seguro que el resto acompaña perfectamente. Un gran libro para disfrutar este verano.

www.elplacerdelalectura.blogspot.com

LARSSONMANÍA


No recuerdo un despliegue comunicativo de tal dimensión, una expectación social tan multitudinaria, ante la aparición de una novela. Una novela que cierra una trilogía y que se ha convertido en un fenómeno sociológico –me atrevería a decir- en buena parte del mundo, y muy especialmente en nuestro país. Creo que no es necesario dar más pistas, esta pasada semana ha llegado a las librerías la tercera entre de Millennium, La reina en el palacio de las corrientes de aire, del fallecido Stieg Larsson. Nuevamente un título extenso, que en teoría contradice las leyes del mercado –la excepción que dicen se da en toda regla-, nuevamente una maravillosa portada de Gino Rubert y de nuevo nos volvemos a encontrar con Lisbeth Salander en Lundagatan, que ya no es sólo el nombre de una calle cualquiera en un barrio de clase media en Estocolmo; gracias a la Literatura y a Millennium se ha convertido en un espacio mágico, en un punto de la geografía de los sueños y de la imaginación. Un punto de la geografía real que este verano registrará un importante y considerable aumento de visitantes, ya que se ha establecido una especie de “ruta Larsson”, en donde sus lectores tienen la oportunidad de caminar y contemplar los lugares que aparecen en la celebérrima trilogía. Una curiosidad más para entender el poderoso magnetismo que las novelas de Larsson consiguen ejercer sobre sus adeptos. Como escritor, he de reconocer que estos fenómenos me emocionan, me fascinan, sobre todo cuando parten de una apuesta por la Literatura, que tal vez sea la gran diferencia de Larsson con buena parte de los denominados bestsellers.

El otro día me comentaba un amigo que conoció a Stieg Larsson gracias a esta columna. En esa misma columna, hace ya más de un año, me atreví a pronosticar que Los hombres que no amaban a las mujeres se convertiría, sin la menor duda, en la novela del año. Empiezo a creer que me quedé corto. En realidad, en mi columna no hice más que trasladar las sensaciones que me reportó la lectura de la novela, que tuve la oportunidad de leer días antes de llegar a las librerías. De hecho, tuve constancia de la obra de Stieg Larsson meses antes, gracias a que compartimos editorial y editora, Silvia Sesé. “He conseguido los derechos de unas novelas que en Francia parece que van a funcionar muy bien”, me dijo. Los hombres que no amaban a las mujeres no llegó a las librerías españolas precedida de una amplia campaña mediática, no; no existieron grandes presentaciones, no se empapelaron vallas publicitarias con la imagen de la sugerente portada, funcionó como nunca eso que llamamos “boca oreja”, la recomendación del amigo, del compañero de trabajo, del familiar, del librero. ¿A qué es debido el fenómeno de Larsson, qué nos ofrece para que cada vez seamos más lo que exaltamos las virtudes de su obra? Después de darle muchas vueltas, creo que el éxito de Millennium reside en que lo abarca todo, es un universo literario con todo lo que eso conlleva. Todos los temas que nos afectan, el miedo a la soledad, el amor/desamor, la ambición, la muerte, envueltos en una trepidante y actualísima intriga, están presentes en estas novelas.

Y, sobre todo, es Millennium una obra de grandes personajes, que ya han quedado para la historia de la Literatura. No me cansaré de repetirlo, la figura de Lisbeth Salander ha creado un nuevo prototipo de mujer, a modo de guerrillera feminista tecnológica con una infinidad de matices y sombras que la convierten en un ser tan deslumbrante como extraño. Sin olvidarnos de Mikael Blomkvist que, partiendo de modelos que todos tenemos en la cabeza, Larsson fue capaz de transformar en un nuevo prototipo de héroe moderno, progresista, con una alta sensibilidad social y sutil agudeza detectivesca. Con La reina en el palacio de las corrientes de aire culmina la trilogía de Millennium, sólo tres de las diez entregas que tenía planeadas Stieg Larsson. A diferencia de las otras dos obras anteriores, aún no he comenzado a leer la recién publicada; quiero hacerlo cuando cuente con el tiempo suficiente, lentamente, disfrutando cada renglón, sin ansiedad, porque sé que cuando alcance el temido punto y final una desconcertante sensación me invadirá. Aún teniendo claro que Lisbeth y Kalle siempre formarán parte de mi imaginario, de ese teatro que levanta el telón cada vez que cierro los ojos.


El Día de Córdoba

lunes, 8 de junio de 2009

ENTREVISTA EN EL NÚMERO DE JUNIO DE FREEK MAGAZINE: "LOS AUTORES SOMOS MIOPES"

























Con "El orden de la memoria", publicada por Destino, el cordobés se adentra en ese desván oscuro que muchos esconden en su apariencia pero tienen en la trastienda. Basta un recuerdo para desatar a la bestia dormida. Así de simple es el ser humano. Con fino bisturí, fríamente y sin motivos personales, Gutiérrez Solís disecciona un complejo catálogo de seres y estares y abre ante nuestros estupefactos ojos las miserias interiores de un sociópata en constante evaluación, un Eloy Granero que haría las delicias de Easton Ellis.

Cuando llevaba unas sesenta y pico de páginas de la novela, me asaltó un nombre: Bret Easton Ellis. Llego a la página 90 y voilà, ahí está el Sr. Ellis y una cita de "Los confidentes". "Bret Easton Ellis es un autor que me interesa sobremanera, y tal vez más como proponedor que como propuesta. Ellis es un maestro de la visibilidad, una de mis obsesiones en "El orden de la memoria". Creo que tenemos en común un sinfín de referencias culturales, que gran parte de ellas escapan de lo meramente literario. Yo me considero un autor muy polucionado, afortunadamente polucionado, por la literatura, por el cine, el cómic, la música, la publicidad, las teleseries, los realities... Elementos que confluyen en mi obra, lo pretenda o no". También me recordó, le digo, al cine de Michael Haneke, sobre todo a "Caché" y esa suerte de thriller psicológico. "Para la construcción de "El orden de la memoria" he utilizado tanto técnicas literarias como cinematográficas", confiesa Salvador. "Ha sido un ejercicio absolutamente premeditado. La novela se caracteriza por sus flashbacks, por sus travelling, por sus primeros planos y, sobre todo, por su montaje. Un montaje que, como en el "JFK" de Oliver Stone, te permite pasar de un tiempo a otro sin que reste información o claridad a la novela. Y es cierto, también intento realizar un thriller psicológico, arrastrando al protagonista, Eloy Granero, a un abismo emocional y casuístico que juega en su contra". Con tanta fragmentación, costaría encontrar el tempo de la narración, me temo."Mucho. Muchísimo", se resigna Salvador. "El armazón de la novela apenas me costó tiempo definirlo, pero el tempo me ha llevado años. De hecho, he congelado la novela varias veces, necesitaba volver a enfrentarme a ella desde la distancia, como si no fuera una obra mía. Los autores somos miopes, estamos atrapados en nuestras propias historias y no contamos con la distancia suficiente para apreciar las sombras, los espacios difusos. Yo necesitaba que "El orden de la memoria" fuera una obra precisa, limpia, dentro de una arquitectura aparentemente muy simple. Es un puzzle, y el lector encaja las piezas a medida que avanza en la lectura". En ese puzzle también hay piezas reconocibles: Almacenes Granero, o la revista Gente, parecen sacados de nuestro día a día. "Yo soy un autor que vive de la realidad. Siempre digo que es muy importante leer a Balzac, por ejemplo, que para mí es un autor de referencia, pero que es igual de importante saber lo que cuesta una caja de leche o una barra de pan. Además, me gusta jugar con los iconos y símbolos de nuestra vida diaria, aquellos que forman parte de nuestra cotidianidad". Por cierto, la portada del libro pertenece a un cuadro de Alex Katz, de padre comerciante, esposa investigadora del cáncer y artista famoso, entre otras innovaciones, por realizar sus obras al estilo de las vallas publicitarias... ¿lo sabría su autor? "Como diría Andrés Calamaro, "Honestidad Brutal": me he quedado de piedra. Una novela que habla sobre las coincidencias... pues otra coincidencia más, que para nada es premeditada. Ahora mismo pido cita, no sé sí para ir al psicólogo, al psiquiatra o para reservar un vuelo para Las Vegas. Ya puestos... lo mismo gano en la ruleta...". Hablando de coincidencias, Eloy Granero es del Real Madrid, como Salvador. "Eloy Granero y yo coincidimos en tres cosas: en los frutos secos, en los restaurantes argentinos y en el madridismo. Afortunadamente, en nada más". Bueno, el madridismo también le une a Pablo García Casado, otro cordobés adicto a las letras y al fútbol. "La literatura me ha reportado dos grandes beneficios: ahorrarme dinero en psicólogos y encontrar amigos. Pablo es mi hermano, y, como antes decía con referencia a Easton Ellis, compartimos idénticas referencias culturales. Estas referencias culturales puede que sean los grandes lazos que están uniendo a un amplio número de autores. Y las barras de los bares, claro...". Entonces, más allá del bar, generación poca. "No, no creo en las generaciones, sobre todo porque, históricamente, las generaciones literarias son una invención de los mediocres de la -supuesta- generación, en un intento de salvación por asociación".

DESTACADO:

"LOS AUTORES SOMOS MIOPES, ESTAMOS ATRAPADOS EN NUESTRAS PROPIAS HISTORIAS"

domingo, 7 de junio de 2009

PERTURBACIONES


Sombras, susurros, seres extraños, suspense... Juan Jacinto Muñoz Rengel es el responsable de la edición y prólogo de Perturbaciones. Antología del Relato Fantástico Español Actual, una obra llamada a ser una referencia indiscutible, en lo que a relato fantástico se refiere. 
Fernández Cubas, Félix Palma, Luis Manuel Ruiz, Elía Barceló, Olgoso, Zapata, Esquivias o Sipán son algunos de los autores reseñados, que vienen a demostrar la salud y vigencia de este género en nuestro país.