Leonardo
Da Vinci soñó con hombres que volaban, gracias a unas alas articuladas
instaladas en sus brazos. Julio Verne imaginó, cien años antes de que
sucediera, la llegada del hombre a la Luna. En 2001, una odisea espacial, publicada en 1968, Arthur C. Clarke
vaticinaba algunos de los adelantos de los que disfrutamos en la actualidad. Leían
la prensa en una pantalla, por ejemplo. Muchas de las ficciones imaginadas en
el pasado, esos imposibles que las mentes del ayer entendieron irrealizables,
el paso del tiempo, la sociedad del conocimiento y, sobre todo, la lógica de la
normalidad están convirtiendo en realidad, afortunadamente en muchos casos. Prosigamos
con otras ficciones del ayer, hoy convertidas en realidad. Pensemos en ese
terrateniente texano que jamás habría
podido imaginar, ni en sus peores pesadillas, que el habitante de la Casa
Blanca fuera un hombre negro, como esos trabajadores a los que les negaba todos
sus derechos. Barack Obama es una gran y feliz ficción que ha atravesado la
puerta de la realidad. En gran medida, desgraciadamente, las mujeres han sido
las grandes protagonistas de la ficción, por no decir el imposible, del ayer y
también del presente. Mujeres alcaldesas, mujeres rectoras, mujeres abogadas o
mujeres presidentas son una realidad que nos ofrece la actualidad –más
reciente-, desde antesdeayer como el que dice. No siempre fue así. Pensemos en
nuestros padres, en nuestros abuelos, jamás podrían haber imaginado que sus
hijos y sus nietos participarían de una realidad que ellos no habrían sido
capaces de formular ni en la más remota ficción. El momento que les tocó vivir
no alentaba tales vaticinios, todo lo contrario, y ellos mismos se resistían a
abrir la puerta que separa la ficción de la realidad.En la mayoría de los casos, la realidad no deja de ser lo que debería
ser y entenderse con absoluta normalidad y la ficción es el sueño, el anhelo,
por un mundo mejor. Esa normalidad que es incómoda para muchos, se resisten a
aceptarla, no la toleran, es una de las señas más significativas y evidentes de
la capacidad evolutiva –por no decir integradora- de una sociedad. Una sociedad en la que
conviven todos sus miembros, compartiendo derechos y obligaciones,
oportunidades y potencialidades. Una sociedad más efectiva, más rica, más
plural, ya que se nutre, y por tanto se enriquece, del cien por cien de sus
capacidades. Esta semana ha sido noticia el embarazo de la presidenta de la
Junta de Andalucía, Susana Díaz. Lo que debería haber sido una NO noticia... sigue leyendo en El Día de Córdoba
viernes, 30 de enero de 2015
martes, 27 de enero de 2015
domingo, 25 de enero de 2015
PAUL ESTÁ MUERTO Y OTRAS LEYENDAS URBANAS DEL ROCK
No
me cabe duda de que existen determinados títulos que actúan a modo de anzuelos:
cuentan con la capacidad de “pescar” a nuevos y diferentes lectores. Paul está muerto y otras leyendas urbanas
del rock, de Héctor Sánchez y David Sánchez, es un magnífico ejemplo para
ilustrar esta afirmación, ya que tanto melómanos empedernidos, lectores habituales
o simplemente curiosos pueden disfrutar, con semejante intensidad y placer,
este libro.
Un libro que, en primer lugar, a simple vista, es un hermoso objeto, en su portada, así como en las estupendas ilustraciones creadas por David Sánchez para cada uno de los capítulos, y que se complementan a la perfección con los textos de Héctor Sánchez. Pero Paul está muerto es mucho más que un bello objeto, ya que logra, de una manera amena, pedagógica, ofrecernos un retrato nítido de buena parte de los más legendarios nombres de la historia del rock.
Elvis puede que siga vivo, tal y como canturreaba Calamaro en su canción, sopla ochenta velas en una cantina de Nuevo México. ¿Fueron Jagger y Bowie amantes ocasionales o todo es producto de un ataque de celos? Esos mensajes demoniacos, como tarareados por la niña de El Exorcista, cuando giramos el vinilo en dirección contraria. Artilugios sexuales de las más diferentes condiciones, tamaños y especies, acuáticos y terrestres; esa estrella del rock que aterroriza a los animales con los que se topa. La viuda permanentemente sospechosa, los “tiros” de Richards, el suicida club de los 27, automóviles que se arrojan a la piscina o la resurrección del Rey Lagarto.
La breve, pero intensa y a ratos atropellada, historia del rock está plagada de grandes leyendas, en infinidad de ocasiones no dejan de ser la flor de un rumor, de un bulo, que germinó a toda velocidad, que han soportado con vitalidad, camufladas tras la falsa máscara de la veracidad, el paso del tiempo y de las generaciones. David y Héctor Sánchez retiran las máscaras de estas leyendas y nos arrojan luz sobre lo realmente sucedido, que en determinadas ocasiones comenzó siendo una inocente y simple anécdota. El poder del rumor, el gusto por la mentira, el expansivo gas de la exageración.
Y Paul está muerto y otras leyendas urbanas del rock es, por encima de todo, un libro muy divertido, algo que se agradece especialmente, y que no está reñido con esa pedagogía que le reconozco. Como tampoco lo está con una narrativa más que convincente, que no renuncia a la información sin olvidar el sentido del humor o la ironía. Textos, como indicaba, perfectamente ensamblados a las ilustraciones, algunas de ellas con una asombrosa carga psicológica, y que consiguen mostrarnos un retrato más nítido, más preciso, más total, de lo relatado.
Es de agradecer la apuesta de la editorial Errata Naturae por ofrecernos diferentes visiones sobre todas esas propuestas culturales contemporáneas que tardan en ser reconocidas o estudiadas desde el academicismo, pero que, sin embargo, no tardan en ser asumidas y asimiladas por multitud de consumidores, puede que necesitados por ventilar los discursos mil veces escuchados y contemplados. Pedagogía, diversión, humor y aire fresco, también, casi un ciclón, en Paul está muerto y otras leyendas urbanas del rock.
Un libro que, en primer lugar, a simple vista, es un hermoso objeto, en su portada, así como en las estupendas ilustraciones creadas por David Sánchez para cada uno de los capítulos, y que se complementan a la perfección con los textos de Héctor Sánchez. Pero Paul está muerto es mucho más que un bello objeto, ya que logra, de una manera amena, pedagógica, ofrecernos un retrato nítido de buena parte de los más legendarios nombres de la historia del rock.
Elvis puede que siga vivo, tal y como canturreaba Calamaro en su canción, sopla ochenta velas en una cantina de Nuevo México. ¿Fueron Jagger y Bowie amantes ocasionales o todo es producto de un ataque de celos? Esos mensajes demoniacos, como tarareados por la niña de El Exorcista, cuando giramos el vinilo en dirección contraria. Artilugios sexuales de las más diferentes condiciones, tamaños y especies, acuáticos y terrestres; esa estrella del rock que aterroriza a los animales con los que se topa. La viuda permanentemente sospechosa, los “tiros” de Richards, el suicida club de los 27, automóviles que se arrojan a la piscina o la resurrección del Rey Lagarto.
La breve, pero intensa y a ratos atropellada, historia del rock está plagada de grandes leyendas, en infinidad de ocasiones no dejan de ser la flor de un rumor, de un bulo, que germinó a toda velocidad, que han soportado con vitalidad, camufladas tras la falsa máscara de la veracidad, el paso del tiempo y de las generaciones. David y Héctor Sánchez retiran las máscaras de estas leyendas y nos arrojan luz sobre lo realmente sucedido, que en determinadas ocasiones comenzó siendo una inocente y simple anécdota. El poder del rumor, el gusto por la mentira, el expansivo gas de la exageración.
Y Paul está muerto y otras leyendas urbanas del rock es, por encima de todo, un libro muy divertido, algo que se agradece especialmente, y que no está reñido con esa pedagogía que le reconozco. Como tampoco lo está con una narrativa más que convincente, que no renuncia a la información sin olvidar el sentido del humor o la ironía. Textos, como indicaba, perfectamente ensamblados a las ilustraciones, algunas de ellas con una asombrosa carga psicológica, y que consiguen mostrarnos un retrato más nítido, más preciso, más total, de lo relatado.
Es de agradecer la apuesta de la editorial Errata Naturae por ofrecernos diferentes visiones sobre todas esas propuestas culturales contemporáneas que tardan en ser reconocidas o estudiadas desde el academicismo, pero que, sin embargo, no tardan en ser asumidas y asimiladas por multitud de consumidores, puede que necesitados por ventilar los discursos mil veces escuchados y contemplados. Pedagogía, diversión, humor y aire fresco, también, casi un ciclón, en Paul está muerto y otras leyendas urbanas del rock.
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miércoles, 21 de enero de 2015
AQUELLO DE LA MULTICULTURALIDAD
Durante años nos han vendido, y hemos
comprado sin leer la letra pequeña, sin querer asomarnos a la lupa de la
verdad, las excelencias de la multiculturalidad, el buenismo de una sociedad
integrada por multitud de culturas, religiones y razas, y nos lo hemos creído,
cuando realmente nunca ha sido verdad. La multiculturalidad no es una gran
ciudad convertida en una especie de Arca de Noé humana, en la que están
representadas diferentes razas, culturas y religiones, separadas, por muy
diferentes motivos, en compartimentos estancos, no. La multiculturalidad, o su
espíritu, o lo que pretende, es otra cosa, radicalmente distinta. La
multiculturalidad nos remite a la fusión, a la reciprocidad y al
enriquecimiento que debe suponerse a la integración y a la convivencia, en
igualdad de derechos y de obligaciones, ojo, a las diferentes razas, culturas y
religiones que integran una sociedad. Por tanto, salvo alguna excepción más o
menos de manual, focalizada, localizada, muy controlada, aún no sabemos si
todas esas virtudes que le presuponemos a la multiculturalidad son reales o
simplemente forman parte de la bonita teoría. Duelo entre dogmáticos y
empíricos. Porque hasta el momento, seamos realistas, a lo más que hemos
llegado, y no nos engañemos, es a tolerar al diferente, al que no es igual que
nosotros. Pero no nos rasguemos las vestiduras, no carguemos en solitario con
la culpa, porque este tolerar es un verbo que hemos conjugado todas las razas,
culturas y religiones que componen buena parte de las sociedades occidentales.
Es decir, tú aquí y yo allí, y hacemos como que nos llevamos bien, aunque
sigamos siendo unos perfectos desconocidos, mientras tú no asomes la nariz por
mi valla, que yo intentaré no asomar la mía por la tuya. Y así, hasta que
alguien asoma la nariz, claro, porque siempre hay uno que asoma la nariz, y
hasta que lanza una piedra.
Durante años nos vendieron, y nosotros compramos, que
París era el gran icono de la multiculturalidad, y cuando volvíamos de
visitarla, con nuestra fotografía en la Torre Eiffel o paseando por los Campos
Elíseos, les contábamos a nuestros amigos y conocidos que cualquier calle
parisina era como una especie de Asamblea General de la ONU, representadas y
presentes todas las religiones, razas y culturas. Y había algo de cierto, claro,
pura evidencia, pero cada cual en su sitio, tal y como antes indicaba. Para que
dos personas se amen las dos tienen que querer que sea así, y dos nos se pelean
si uno no quiere, decimos, que es una verdad absoluta. Para alcanzar esa
ansiedad multiculturalidad que nos vende el manual
de las buenas intenciones... sigue leyendo en El Día de Córdoba
domingo, 18 de enero de 2015
TONY PAGODA Y SUS AMIGOS, PAOLO SORRENTINO
La belleza de la desolación, de los años
contemplados desde el espejo de la memoria, de los instantes más
insignificantes vividos desde una plenitud que se acaba. La belleza de las
sombras que nos acorralan cuando el sueño nos vence, de la sonrisa que
capturamos desde la distancia, la de esa caricia que conservamos en el baúl de
nuestra piel. La belleza de un atardecer que es una prolongación de nuestra
propia vida, de un brindis compartido frente a unos ojos conocidos desde
antaño, la belleza de lo instantáneo y de lo que entendemos como eterno. La
belleza ácrata de la Roma moribunda y enferma de noche.
Es inevitable evocar a la belleza, en
cualquiera de sus concepciones, estados y formulaciones, de la misma manera que
es igualmente inevitable referirnos a su maravillosa película, La gran belleza, y especialmente a su
protagonista, el genial y deslumbrante Gambardella,
para abordar Tony Pagoda y sus amigos,
de Paolo Sorrentino. Ya que en ambas obras, que en gran medida pueden entenderse
como una misma y única obra, representada y plasmada desde discursos
diferentes, el autor realiza una magistral, profunda y deslumbrante recreación
de la belleza, en buena parte de sus posibles manifestaciones. Las agujas de la belleza en el pajar de la
vulgaridad, como señala Eduardo Chapero-Jackson en su estupendo y
clarificador prólogo.
Tony
Pagoda y sus amigos,
como le sucede a La gran belleza, es
una obra deliciosa, inmensa en su profundidad, sabia en su construcción,
inaudita en su originalidad. Una obra híbrida, ya que deambula en la frontera
de la novela, de la colección de relatos y hasta del dietario, sin tener la
menor importancia a cuál de estos géneros pertenece exactamente, es lo de
menos. Lo de más es la fastuosa y envolvente narrativa que despliega
Sorrentino, capaz de encontrar la luz de la belleza hasta en la escena más
turbia y desoladora.
A Tony
Pagoda, veterano cantante melódico de medio pelo y éxito razonable, lo
conocimos en la primera novela de Sorrentino, Todos tienen razón. Con burla y ternura, desde la sinceridad que
desprende el que ya está de vuelta, Pagoda
nos habla de sus amigos, de sus amores, de ese tiempo que ya pasó pero que,
en gran medida, fue mucho mejor que el actual, o él así lo entiende. Tony Pagoda y sus amigos es una
selección, y hasta una saturación, si tenemos en cuenta su abundancia, de
frases prodigiosas, fascinantes, afiladas como navajas que se clavan en nuesto
interior y que nos exigen una respuesta, una revisión íntima, como un espejo
retrovisor en el que nos contemplamos,
en el presente y en los días pasados. Futbolistas convertidos en héroes de nueva
generación, vedettes siliconizadas, cantantes
desfasados mantenidos en la hiel de la amargura, bellas mujeres y playboys que
nunca lo fueron, lujo y barro, fango y oro, la amarga soledad del solitario
empedernido, el esplendor de la fama, la popularidad del olvido, son algunos de
los temas y personajes que podemos encontrar en esta obra y a los que
Sorrentino sabe retratar, incluso destripar, con sabiduría y saña, con alevosía
y magia, desde los rincones más recónditos de la belleza.
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martes, 13 de enero de 2015
Y SEGUIMOS
Ya
están las rebajas, establecimientos atestados de codazos y letreros, montones
de camisas amontonadas del tiempo de María
Castaña y jerseys con más pelotillas que un granero de escarabajos, pero
rebajas a fin de cuentas. Dicen que nos gastaremos 60 euros por español. O sea,
habrá uno que se gaste 3000 y 50 que no gasten nada, porque no tienen nada o
porque prefieren gastar sus 60 euros en otras cosas. Lo de siempre. Ya están
los contenedores atascados y atragantados de tantos embalajes y tantos
plásticos. Recicle, que solo es un paseíto de nada. Los fabricantes de juguetes
y las hamburgueserías comparten fotógrafo: cualquier parecido con la realidad
es pura coincidencia. Sé que me repito, y eso que no desayuno ajo, pero lo de
los contenedores los días posteriores a Reyes es un estudio pendiente,
sociólogos al ataque. Nuestra basura, lo que nos sobra, nos retrata, con mayor
fidelidad, con mayor precisión, que el fotógrafo de las hamburguesas y de los
juguetes, infinitamente mejor. Faltaría más. Ya está Darth Vader campeando a sus anchas por los rincones de mi casa, y
la muñeca monstruito de turno grita de purito miedo, historias a ras de suelo.
Ya están aquí las nominaciones a los Goya y me apuesta se mantiene sólida como
una piedra, porque es sólida como la piedra más piedra, récord histórico de La isla mínima, esa obra maestra que si
estuviera firmada y filmada por un tipo de Kansas ya habríamos calificado como
un nuevo clásico del cine. Cosas que pasan, cosas tan de nosotros, amén. Hablando
de récords, hay quien los destroza en poco menos de una semana, y suma y sigue.
Ya están los líos de vestuarios, que tal vez sean los líos de siempre, pero que
los títulos camuflaron, como la tirita a esa rozadura que nos fastidia en el
talón. No cojee más y plántele cara al problema o cambie de zapatos, soluciones
en tres dimensiones.
Ya están los memes de las
dietas de adelgazamiento, para recordarnos lo que nos hemos pasado las pasadas
fiestas, lo mucho que nos hemos excedido, y recordándonos que algún día, cuando
estos fríos y estos lodos y estos tragos mal tragados lo permitan, llegará el
verano y tendremos que lucir carnes y curvas. Todo llega, dicen. La fotografía
de una musculosa profesora de fitness,
en un panfleto en el estómago de mi buzón, me intimida, me alerta, pero no hay
mensaje subliminal, no... sigue leyendo en El Día de Córdoba.
jueves, 8 de enero de 2015
¡LARGA VIDA AL REY!
Cuentan que cada 8 de enero Graceland cierra sus puertas antes de lo habitual y que visitantes, trabajadores y vigilantes abandonan el edificio durante unas horas. Cuentan que al anochecer se escuchan pasos y que las luces psicodélicas de la “habitación de la televisión” se encienden de nuevo y que en las pantallas se reproduce su última actuación, en el Aloha Hawaii. Hoy, 8 de enero, el Rey, Elvis, cumple 80 años. Soplemos las velas mientras escuchamos una de sus grandes canciones. ¡Larga vida al Rey!
lunes, 5 de enero de 2015
LA CARTA A LOS REYES
Pretendo
escribir mi carta con alevosía, clara intencionalidad, y en el último momento, ya
he dejado los mantecados en la ventana. Queramos o no todo evoluciona. Bueno,
evoluciona o cambia, que en multitud de ocasiones más que a una evolución
asistimos a un retroceso. Pregúnteselo a Gallardón, ese ministro guay que se nos fue muy enfadado, que
sabe tela del asunto, lo que yo le diga. A este paso, Cuéntame será una serie futurista, me temo. Retomemos, las cosas evolucionan
o cambian –normalmente a peor-, y de eso no nos libramos nadie, ya que nos
guste o no formamos parte de este mundo que cuenta con sus propias reglas, esas
que ni usted ni yo hemos formulado, tampoco nos han preguntado. Hasta los
celebérrimos Reyes Magos, tan ajetreados por estas fechas, no han podido
esquivar este tiempo de cambios. Ya no respetamos nada. Me cuentan que los
Reyes Magos están estudiando nuevos medios de transporte, que al precio que se
han puesto la luz y la gasolina como que no les salen las cuentas. Lo de los
camellos queda muy vistoso cuando llegan a la ciudad, pero en las autovías, en
las largas distancias, necesitan más potencia, otra velocidad. Baltasar pensó
que bien podrían utilizar una autocaravana para los viajes, y así ahorrar en
posadas y demás, pero después del éxito de Breaking
Bad lo han descartado. Imagina la que
se puede liar en Twitter, le dijo Melchor, rodeados de camellos y en una caravana, sólo falta que pintemos la
estrella de azul. Probaron con el AVE, con esas tarifas reducidas que son
como los billetes de 500 euros: leyenda urbana. Mire, señor, somos tres, tres reyes, tres, no cuatro, no queremos
comprar una mesa, y mucho menos para salir a las 11.45, a esa hora estamos
todavía con la faena. Me cuentan que están probando con un dron.
Gaspar no se lo pensó, de un plumazo tachó de la lista al ministro
Montoro, ni carbón le va a dejar, dijo y los otros dos reyes permanecieron en
silencio, sin argumentos para responder. Y
si os digo que desde el día 1 también son más caras las autopistas creeréis que
estoy bromeando, pero no, no estoy bromeando, y Gaspar, más enfadado, buscó
en la lista a los ministros Soria y Pastor y también los tachó con fuerza.
Melchor, mirando de reojo, pudo comprobar que a Rajoy ya lo había sacado de la
relación con anterioridad. Es normal que nuestros tres Reyes Magos estén
enfadados, para ellos, como para nosotros, no son buenos tiempos, a pesar de la
proclama mitinera. No sólo se trata de dificultades económicas, hablemos de
prestigio, de reputación... sigue leyendo en El Día de Córdoba
jueves, 1 de enero de 2015
1 DE ENERO: PROPÓSITOS Y ENMIENDAS
En este día de Año Nuevo, vivo tras no atragantarme con
esas doce uvas fantasmas que no vimos, me gustaría publicar aquí, a modo de
acta notarial, mediante compromiso público, todos esos propósitos y enmiendas
que cada final de año me asigno y que nunca cumplo. Me gustaría que el
cigarrillo que me calienta los labios fuera uno de los últimos, que se acabaran
los días de tabaco, tosidos y visitas al estanco. Me gustaría que algunos
placeres no me siguieran tentando, me gustaría cumplir los horarios, ordenar
los armarios –los interiores y los empotrados-; me gustaría suplir las
carencias con eficiencias, y las ausencias con presencias. Me gustaría
conservar el mismo peinado cada mañana, y cada mañana peinar el mismo pelo –y
me refiero a la cantidad-. Me gustaría dormir mis horas, a sus horas, y sin
deshonra; me gustaría hacer de los lunes un día entrañable y regalarle sonrisas
a mis vecinos. Me gustaría seguir los consejos de los libros de cocina, los
consejos de mis mayores, y los consejos que me dicta la conciencia. Me gustaría
tener siempre las gafas limpias y los dientes nacarados. Me gustaría mantener inmaculadas
las juntas de los azulejos.
Y podría ampliar la lista, con el fin de mesurar las
desmesuras y purificar las impurezas. Y también podría escribir una lista más
global, o general, o universal, y redactar una lista mundial, en donde exigir
el fin de las guerras, de las hambrunas, de las desigualdades, de las
dictaduras, de los dictadores, de los asesinos, de los atentados, de la lacra
del desempleo, de todos esos males que el Telediario de cualquier día nos
muestra. En este viaje de lo personal a lo universal, me encantaría firmar un
contrato que nos obligara a transformar esta sociedad nuestra, a ratos triste,
a ratos canalla, gris en su silencio, trémula en su percepción. Nada me
gustaría más; hasta puede que dejara de fumar.
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