domingo, 8 de marzo de 2009

TODAS BELLAS


Una multinacional de la cosmética ha hecho público un estudio en el que se indica el elevado porcentaje de mujeres de nuestro país que se sienten a disgusto –o no están muy contentas- con su aspecto físico. Para ser más concretos, el citado texto afirma que el noventa por ciento de las mujeres españolas se sienten o se ven feas, en cuanto a su apariencia, o, lo que es lo mismo, que sólo una de cada diez se siente/se ve guapa –que aunque suene igual nada tiene que ver. Indiscutiblemente, tras el estudio, que no sabemos si es riguroso –me temo que no-, si se ha realizado sobre un amplio grupo representativo de la población femenina española, y demás necesidades y peculiaridades que requiere cualquier sondeo sociológico veraz y real –que se precie de tal-, se esconde el complejo mundo de la mercadotecnia, y demás habilidades para la venta. Del mismo modo que se relaciona el tabaco, un automóvil, unos tejanos o una bebida con un modo de vida al que va asociado cualquiera de los productos mencionados, en el que se incluyen mujeres neumáticas, residencias de la costa de Miami y dinero a espuertas, las grandes multinacionales se empeñan en relacionar la cosmética –la alta, la mediana y la de andar por casa- con la belleza, un canon muy concreto de belleza, y siempre cargando las tintas sobre las mujeres. En fin, se siembra la sospecha, o la herida, con la intención de poder vender las tiritas, a precios que pueden llegar a marear, con más facilidad. Tal vez las mujeres españolas se sientan feas, tal vez las mujeres españolas no se sientan a gusto con su imagen, si la comparan con la oficial, con la que les ofrecemos desde multitud de ámbitos de nuestra sociedad.

Revisemos la publicidad, la que se cuela en nuestras noches entre broma y broma de nuestro paisano Fernando Tejero –por poner un ejemplo-, y que día tras día asumimos y asimilamos con total naturalidad desde ya hace muchos –muchos- años. Cientos de anuncios de mujeres retocadas y desnaturalizadas que nos ofrecen una belleza de manicura, pedicura y peluquería diaria. Chicas que no pasan de los veinte años plantean la necesidad de utilizar una crema antienvejecimiento; modelos con tallas que sólo se encuentran en las secciones de infantil de cualquier cadena de ropa, les dicen a nuestras mujeres la necesidad de consumir tales productos, qué ejercicio realizar, qué agua tomar para calmar la sed, porque el agua puede llegar a engordar –un agua sin marca, claro está. Voluptuosas mujeres, con cinturas de avispa, proclaman con una sonrisa en los labios los milagrosos efectos de las clínicas de cirugía estética. Nos inventamos el paraíso de las Tops Models en sustitución de las que fueron las estrellas del cine. Triunfaron las mujeres que sólo aportaban/demostraban/mostraban su cuerpo. Nos olvidamos entre todos del talento de las mujeres, de su capacidad creativa, y nos conformamos con ese estúpido tópico –demasiadas veces cierto- de la mujer-objeto, mujer-florero. Pamela Anderson, una mujer que se puede asociar a cientos de adjetivos, pero ninguno de ellos relativo a la naturalidad, ha sido el multitudinario sueño erótico, la mujer más buscada y vista en Internet hasta la aparición de Kournikova, una tenista mediocre, sin ningún premio de primer orden a sus espaldas, cuya gran virtud es su aspecto físico –y poco más. Hasta nuestras teleseries –nacionales- han caído ya en esta tendencia y sólo nos muestran mujeres maquilladas de la mañana a la noche, mientras que a los actores/hombres se les permite mostrar un aspecto más ibérico, de toda la vida, a lo Paco Martínez Soria. La mujer despeinada, con moño y escoba de la serie, es muy graciosa y es andaluza –faltaría más. Durante demasiados años, décadas, hemos machacado a nuestras mujeres con irreales modelos de belleza. Les hemos propuesto unos cánones que no se corresponden con la realidad, con sus vidas, con el lugar que ocupan dentro de la sociedad. Ante todo esto, puede que nuestras mujeres se sientan feas, o puede que raras o diferentes. Yo creo que me sentiría. También puede que nuestras mujeres sean excesivamente modestas y la verdad la callen. En cualquier caso, basta tener despiertos los sentidos, los cinco sentidos, todas las mañanas –o en cualquier momento-, para comprobar que la inmensa mayoría de las mujeres son bellas por infinidad de motivos y cualidades, todas bellas sin necesidad de coincidir con las formas de la protagonista de una película californiana, con sus virtudes y sus defectos. De igual modo, le recomendaría a la empresa de cosmética que, obviando esa chorrada de la metrosexualidad, fuera más consecuente con el presente, que los hombres también somos, posibles o reales, consumidores, que los tiempos cambian.  


El Día de Córdoba

Día Internacional de la Mujer Trabajadora

1 comentario:

Javier Belinchón dijo...

Buen artículo

Un saludo!