domingo, 11 de mayo de 2008

HABLEMOS DE FÚTBOL


Dicen que el fútbol, en España, es el deporte nacional, pero yo creo que es mucho más. Por número de ejemplares en los quioscos de prensa, es la lectura nacional; por los niveles de audiencia en los programas radiofónicos o en las retransmisiones televisivas, es el espacio radiotelevisivo que cuenta con más adeptos. Por cifras de ventas, no hay nada más que ver las veces que los equipos cambian de vestimenta, es uno de los regalos por excelencia –ya hay hasta vajillas, pijamas y me temo que preservativos-. Y, por supuesto, es el gran protagonista en las conversaciones de nuestro país, porque para muchos, me incluyo, puede llegar a ser más divertido, emocionante y entretenido hablar de fútbol que ver fútbol. Hablemos de fútbol, pues. Desde el pasado domingo hay campeón de Liga: Real Madrid. Y por mucho que se comente, con todo el merecimiento. Los números mandan, y aún obviándolos podemos comprobar que los blancos han ganado en todos los campos calificados como difíciles, salvo en los dos estadios sevillanos. Muy regulares en el Bernabéu, salvo un par tropiezos anecdóticos, el Real Madrid tiene todas las papeletas para acabar siendo el equipo más goleador y menos goleado del campeonato –ya se encargaron Raúl y compañía de que Víctor Valdés no ganara el Zamora-. Allí al fondo alguien dice: el tuerto en el país de los ciegos. Tal vez, aunque también tengamos en cuenta todos esos equipos que se han graduado la vista y que se han situado en los puestos más altos de la tabla. Mire usted hasta donde ha llegado el Getafe en Europa y en la Copa y la temporada del Racing, del Almería o del Villareal.
Ante la comodidad con la que el Madrid ha ganado la Liga es demasiado simplista excusarse en la mala temporada de varios equipos, y, muy especialmente, del gran rival. Sinceramente creo, y no estoy desplegando un ejercicio de macabra ironía, que los aficionados barcelonistas deben sentirse más que satisfechos. Oiga usted, no me grite, que ahora mismo se lo explico. El catalán es un equipo desestructurado, sin coherencia, sin patrón de juego, absolutamente insolidario, entregado a unos falsos iconos que son pasto de la samba a altas horas de la noche, de las lesiones crónicas, de un pasado olvidado o de presiones inusuales. El comportamiento de Deco y Eto’o borrándose descaradamente del partido en el Bernabéu, que se coman otros el marrón, son el mejor ejemplo para ilustrar mis palabras. Puede que el Barça haya hecho más de lo que realmente podía, no hay más cera que la que arde. ¿Y el Valencia, y el Sevilla? Más de lo mismo.
Que si soy madridista me pregunta usted. No se lo niego, desde pequeñito, a pesar de Luis de Carlos, y de San José, y de Eindhoven y de Spasic y de Vitor, ya se puede hacer usted idea de lo madridista que soy. Que por qué hay tantos barcelonistas o madridistas en Córdoba. Déjeme que se lo explique. Cuando era niño, Mansilla, Vinuesa o Perico Campos no aparecían en los cromos, tampoco salían por la televisión, y los chicos del barrio queríamos ser como Juanito, como Santillana o como Cruyff, y nos comprábamos sus camisetas y soñábamos con hacer sus jugadas. El Córdoba, por aquella época, jugaba contra el Brenes, contra el Bollullos o contra el Valdepeñas, mientras que el Barça o el Madrid lo hacían en Rusia o en Italia. Durante años fui socio del Córdoba, fíjese usted, y dejé de ir al estadio cuando comencé a ver como se nos iban Paco, Berges o Toni. Puede que al Córdoba actual le pase lo mismo que al Barcelona, pero de eso hablaremos cuando acabe la temporada en Segunda. En Primera, y a falta de hilvanar unas cuantas costuras, el traje está hecho, blanco como la leche. Pero esto no es más que un pequeño paréntesis, que la Eurocopa está a la vuelta de la esquina. Nuevamente nos creeremos lo que nos venden los periodistas deportivos y entenderemos como posible un cambio de trayectoria de la selección de Luis Aragonés –que no es la misma que la Selección Española-. Que si vamos a pasar de ronda, me pregunta usted. Puede ser, pero historia seguro que no hacemos. Tampoco es tan grave, las historias en fútbol durante 90 minutos, aunque luego se comenten durante horas. En eso le doy toda la razón. Por fin estamos de acuerdo en algo, y no se preocupe que el café está pagado.
El Día de Córdoba

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