domingo, 16 de marzo de 2008

LA SUITE DE MANOLETE



La suite de Manolete no se encuentra en Linares, en aquella fatídica tarde de agosto de la que nos han contado tantas cosas, tampoco la podemos ubicar cerca de la Avenida Cervantes –Santa Marina queda lejos-. Me inclino más por un espacio conceptual, vinculado a las emociones, a las sensaciones, que se mantienen y perduran a pesar del tiempo y de la geografía; pero tampoco quiero yo dar más pistas. La suite de Manolete es un magnífico título para una película, que yo creo que filmaron y que algunos hemos vuelto a ver de nuevo, escondida, como un sueño fascinante y enérgico, entre las palabras de una novela. La suite de Manolete es, en definitiva, la última propuesta de Joaquín Pérez Azaústre, la más reciente travesía de este incansable marinero en el –a veces revuelto- océano de la Literatura. Ganadora de un premio tan prestigioso y prestigiado como el Fernando Quiñones, La suite de Manolete es una apasionante novela que aún respetando el género con fidelidad, se zambulle sin miedo y con armonía en otros muchos, del cómic a la propuestas más contemporáneas, recreando un espléndido mosaico de personajes y situaciones. Narrativamente, Joaquín encontró su voz definitiva, supo que clase de escritor quería ser, en América, una sensual y elegante recreación de la Generación Perdida, un cálido –y devocional- homenaje hacia todos aquellos autores que construyeron los cimientos de la mejor Literatura norteamericana. Tal y como me ha ocurrido a mí –adicciones literarias-, Joaquín no se quiso despedir definitivamente de su personaje fetiche, Felton, y lo devolvió a la vida en El gran Felton, en donde la metaliteratura y la intriga conviven perfectamente.
Sin América y El gran Felton tal vez no habría sido posible La suite de Manolete, que no deja de ser un nuevo escalón ascendente en la trayectoria de Joaquín Pérez Azaústre. El nadador sigue descubriendo su propio océano, sin ahogarse, sin arribar en playas extrañas o indeseadas. Contradiciendo a su propio título, no se trata de una novela taurina, aunque la figura de Manolete, sobre todo su alargada leyenda, esa que nos traslada a la épica en la España más negra y terrible, se vislumbre cada pocas líneas. Plasma a la perfección Joaquín en su nueva obra la vida del escritor vocacional, el que almuerza macarrones todos los días, el que vive en un microapartamento al más puro estilo Trujillo, pero que pasa las noches tomando gintonics –invitados, preferiblemente- en el Círculo de Bellas Artes, en el añejo Café Gijón o en el Ritz. También es una novela sobre la ambición, del deseo de escapar de la realidad para inventarse una nueva, aunque sea comprándola a golpe de talonario. Es alevosamente nocturna, elegante y gamberra, afrodisíaca y salvaje, bella y deprimente, alocada y serena.
Pero, sobre todo, La suite de Manolete es una novela de personajes, de prototipos que la sociedad de nuestros días nos ha regalado con tanta frecuencia. Y así podemos ver a un magnífico ejemplo de esa cultura del pelotazo que fabricó prepotentes millonarios de la mañana a la noche, a esa actriz curtida en mil noches y mil sábanas con tal de alcanzar la ansiada gloria o ese joven en la frontera, la edad adulta acechando al otro lado, en un Madrid que ya no es tan divertido, en el que apenas se mantienen unos tibios rescoldos de lo que hoy todos ya conocemos como la Movida. Además, es La suite de Manolete la novela más cordobesa de Joaquín Pérez Azaústre, y no sólo por su título, por los pasajes que se desarrollan en nuestra ciudad, algunos de ellos cargados de una extraordinaria fuerza visual. Motivos más que suficientes, además de otros muchos que el espacio me empuja a obviar, por los que acudir a la librería más cercana y zambullirse en una novela tan deliciosa como entretenida, tan elegante como vital.
El Día de Córdoba

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