miércoles, 29 de agosto de 2012

INDOMABLE


Debo de reconocer que me incluyo en el grupo –de escépticos- que receló de la fusión/absorción de la iluminativa Pixar por la mastodóntica Disney. Temía que la genialidad, la evolutiva imaginación de la primera quedará mermada por la clarísima vocación tradicionalista/comercial de la segunda. Años más tarde, a pesar de Brave, el último artefacto de la factoría del habitualmente genial John Lasseter, y sobre todo de Cars, tanto la primera como la segunda, los que recelamos podemos estar tranquilos. Me repito al volver a afirmar que los mejores momentos que he vivido en una sala de cine en los últimos años se los debo a Pixar. Por técnica, por atrevimiento, pero sobre todo por emotividad, la mágica animación de esta firma me ha proporcionado el inconfundible sabor del talento y, en multitud de ocasiones, de lo genial. Cualquiera de los Toy Story son deslumbrantes, aunque yo me decante por el tercero, donde millones de espectadores lloramos, tanto o más que nuestros hijos, cuando Andy se despedía definitivamente de su infancia, en esa maravillosa y lacrimógena escena final –en la que traspasa sus juguetes antes de ingresar en la Universidad-. Y qué decir de Up, que empleando un plano secuencia sublime te relata toda la vida de una pareja en menos de diez minutos. Y así podríamos seguir desgranando otros momentos Pixar, de cine en estado puro, de sensibilidad, de electricidad, de latido e inteligencia.
Brave, título original de la película, Indomable en la traducción a nuestro idioma, no es una nueva joya de Pixar, no, pero aún así es una película estupenda. Tan estupenda que si llevara la firma de otra productora me atrevo a predecir que la crítica catalogaría como sobresaliente. Nos tienen muy mal acostumbrados estos creadores, habitantes casi perpetuos de la cima. Indiscutiblemente, es la película más “Disney” de cuantas nos ha ofrecido Pixar hasta el momento. De hecho, y no creo que fuera el único, existía una gran expectación por saber cómo el equipo de Lasseter se acercaba y recreaba el tema “princesa”, uno de los iconos más empleados y explotados a lo largo de su historia. Mérida, así se llama la pelirroja y nívea protagonista de Brave, rompe con muchos de los estereotipos de las princesas sumisas y casi serviles a las que nos ha acostumbrado Disney en el pasado, aunque en Tiana y, sobre todo, en Rapumzel (Enredados) ya pudimos comprobar esa transformación/humanización de las princesas animadas –de última generación-, pasando a ser chicas con iniciativa y personalidad propias. Y lejos de las tradicionales películas de princesas, todo un logro, en Brave las mujeres se llevan bien, incluso se quieren, especialmente madre e hija, que eso sí que es un rasgo diferenciador con el Disney del pasado, empeñado siempre en ofrecernos madres malvadas e hijas torturadas –un aspecto que siempre he detestado profundamente y que me ha parecido un rasgo de un machismo atroz-. Es de agradecer que la animación, tan seguida y devorada por nuestros hijos –casi hemos de entenderla como un elemento educacional en este momento que nos ha tocado vivir-, se adapte a los tiempos y proclame la igualdad, en toda su dimensión.
En este sentido, Mérida da un paso más, y se enfrenta a las reglas establecidas, es pos de recorrer por ella misma su propio destino. El destino, como concepto, como geografía preestablecida, es el tema principal de la película. Un reflexión que se entona desde el posibilismo y la capacidad individual para poder modificarlo si nos lo proponemos. Afirmaba anteriormente que no catalogo Brave como una de las joyas de Pixar, ya que aunque me ha proporcionado un buen rato, aunque es intensa, los personajes muestran personalizadas perfectamente trazadas y la historia está muy bien narrada, con ritmo, no decae, es precisa, pero nunca consiguió emocionarme. Puede que se trate de un error personal, de alta exigencia, como si necesitara que cada nueva película de Pixar removiera mi interior tal y como hicieron buena parte de los títulos anteriores. Los genios son los únicos que se equivocan, o, simplemente, no alcanzan ese estado de genialidad que nos deslumbró. Los demás, podemos llegar a parecer grandes cuando mostramos un aliento de luz entre la mediocridad. Elucubraciones aparte, y me repito de nuevo, Brave es una estupenda película, convincente en su propuesta y evolutiva en cuanto a su discurso, algo que es de agradecer en estos tiempos de extrañas resurrecciones que creíamos imposibles. 

El Día de Córdoba

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