domingo, 30 de noviembre de 2008

LA CHICA QUE SOÑABA CON UNA CERILLA Y UN BIDÓN DE GASOLINA



Me ha vuelto a suceder: los imperceptibles trayectos en el autobús, las noches en vela, los ojos enrojecidos, el corazón maltratado, la ansiedad por avanzar, el desasosiego –más que nunca- tras alcanzar el esperado y temido punto y final. Y, de nuevo, como en la anterior ocasión, no ha pasado tanto tiempo, el mismo responsable: Stieg Larsson. Tras el atracón que gustosamente padecí con Los hombres que no amaban a las mujeres, la primera entrega de la saga Millennium, me autoimpuse acometer la segunda entrega, La chica que soñaba con una cerilla y un bidón de gasolina, de manera diferente. Más calmosa, disfrutando de la lectura, extendiéndola en el tiempo, saboreándola muy despacio, como si se tratara de un licor exquisito. Lo reconozco, he sido incapaz, no he podido domesticar a mi impaciencia y a mi voracidad y, una vez más, me he entregado al desenfreno, y la gula ha campeado a sus anchas. No me arrepiento, tengo la impresión de que las novelas de Larsson se disfrutan más así, correspondiendo a la intensidad y a la electricidad que nos regala en cada página, nadando al mismo ritmo que lo hace su torrente narrativo. Un torrente que te zarandea, que te empuja a muy diferentes direcciones, contradictorias en algunos casos, tenebrosas la mayoría, confusas, difusas, siempre sorprendentes.
He contado los días hasta volver a tener a mi lado a la deslumbrante Lisbeth Salander, que sigo contemplando, la ratifico, como una de los personajes femeninos más alucinantes que he encontrado en las páginas de una novela. Su aparición en La chica que soñaba con una cerilla y un bidón de gasolina, alojada en un hotel de la Granada caribeña, rodeada por media de docena de personajes al más puro estilo Larsson –porque ya existe un estilo Larsson, no me cabe duda-, bajo la terrible sombra del huracán Mathilda, me parece sencillamente magistral, de una tensión narrativa difícilmente igualable. Pero esto no es más que el comienzo de la novela, el aperitivo, Larsson despliega media docena de historias, en apariencia sin conexión, pero que confluyen cuando menos lo esperas. Por supuesto, no me puedo olvidar de Mikael Bolmkvist -o Kalle-, su insistencia y sagacidad siguen siendo armas fundamentales en la resolución de los conflictos. Tal y como sucedía en la primera entrega de la saga Millennium, nos encontramos ante una novela negra con multitud de matices. Aún siendo el fallecido autor sueco muy respetuoso con el género, nos habla de otras muchas cosas: de la madurez, de las relaciones de pareja, de la ambición, del deseo o de la soledad. Y lo hace desde la esencia de lo contemporáneo, de lo actual, de la rutina que a todos nos cobija cada día.
Me parece un acierto que el lanzamiento de La chica que soñaba con una cerilla y un bidón de gasolina haya coincidido con Día Mundial Contra la Violencia de Género, 25 de noviembre, porque, tal y como sucedía en Los hombres que no amaban a las mujeres, Larsson despliega a lo largo del texto una sensibilidad muy especial hacia las mujeres maltratadas, hacia la desigualdad de género, y de ahí que buena parte de sus “mujeres” sean especialmente poderosas, brillantes, seductoras –y no sólo me refiero al plano físico-, con un gran protagonismo en el conjunto de la historia, y la inquietante Lisbeth Salander es un magnífico ejemplo. Una Lisbeth que, en esta ocasión, pasa de ser una Pippi Calzaslargas sensual y estrambótica a una versión encanijada y voltaica de la Uma Thurman de Kill Bill.
En multitud de ocasiones, desgraciadamente, los términos Bestsellers y Literatura son casi imposibles de hacer coincidir, y numerosísimos podrían ser los ejemplos empleados para aseverar esta afirmación. Sin embargo, en La chica que soñaba con una cerilla y un bidón de gasolina, así como en la primera entrega de la saga, Los hombres que no amaban a las mujeres, casan a la perfección, sin la menor estridencia. Puede que éste sea uno de los grandes argumentos para comprender el descomunal éxito de Stieg Larsson. Sin necesidad de recurrir a personajes templarios, a tramas que nada tienen que ver con nuestras vidas, apoyándose en las bases más sólidas del género, pero sin dejarse aprisionar por sus fronteras, Larsson consiguió crear una serie de personajes que podemos representar mentalmente, podemos ver sus caras y escuchar sus voces, llegamos a imaginarlos caminar a nuestro lado. Es tan verosímil Larsson narrando que crees sentir los golpes, compartes la tensión del momento, masticas las Billy Pans Pizza o compartes las decenas de cafés o cigarrillos. Y, muy especialmente en esta ocasión, sientes muy cerca el calor que desprende el fuego.




El Día de Córdoba

5 comentarios:

Anónimo dijo...

Salvador, estoy de acuerdo contigo. No soy amante de los bestsellers, pero Millenium I hacia tiempo que me llamaba la atención al verlo en las librerías. Así que después del primero, en breve deboré el segundo. Era una gran ansia. Estaba inquieta, me parecia duro... seguramente por la empatía con el tema de la violencia contra las mujeres y por aires machistas. Algo había que me turbaba pero atraia por igual. Ahora, después de terminarlo espero volver a dormir y abadonar la sensación de enganche con el libro jeje.
Cristina

Salvador Gutiérrez Solís dijo...

Es cierto, Cristina, la lectura de Larsson provoca algo parecido al desasosiego, te toca dentro, sobre todo en el segundo volumen. Yo creo que ese es uno de los secretos que explican su éxito.
Un cordial saludo

Anónimo dijo...

A mi no me ha gustado casi nada, todo lo contrario que la primera entrega de la trilogía. Aquí no hay investigación, todo sucede casi por casualidad y suerte y Lisbeth Salander parece supergirl disfrazada de pipi calzaslargas, aunque acaba como "zombie". Demasié. La estructura de la trama no soporta un soplido. Lo siento porque me encantas las novelas que enganchan, pero hay que ser un poco honesto con el lector, y esto es una tomadura de pelo.

Anónimo dijo...

Estoy absolutamente de acuerdo con el último comentario. El primer libro no está mal, aunque para mi gustó tiene fallos como lo poco que te crees la historia de amor entre lisbeth y michael, el efecto axe (todas las mujeres caen en los pies de michel sin que mueva un dedo) y el final que es malo malo. Pero es que el segudo libro es lo peor que he leído en mi vida. me parece un absoluto despropósito y una tomadura de pelo. La verdad es que no puedo entender cómo a la gente le gusta. Todo es absurdo, increible, lisbeth no tienen nada que ver con el primer libro ¿qué es eso de operarse las tetas¿ El principio es rematadamente absurdo y sobre completamente. 100 páginas tiradas a la basura. No engancha. No te lo crees. No tiene sentido. En fin, podría estar horas diciendo que es lo peor que he leído nunca, pero tengo que irme a trabajar

javi brasil dijo...

Leí la primera entrega y me resultó entretenida. Y es posible que eso sea lo primero que hay que pedirle a un libro, aunque no estoy convencido al 100% de esta afirmación. He leido la segunda con cierta sorpresa, con una sensación de que eso que leía no podía haber salido de la misma mente y de las mismas manos. La segunda parte me parece sencillamente un libro malo, con unos personajes poco creibles y situaciones llevadas a extremos absurdos. Incluso la personalidad de la protagonista no es coherente con la que se describe en la primera parte. Creo que el libro está lleno de multitud de "trampas" para hacer crecer un argumento, cada vez más disparatado.

Sé que hay una tercera parte, la cual, de momento, no estoy muy animado a leer, pero es un poco desconcertante leer esta segunda y encontrar tantas subtramas creadas que se quedan apenas esbozadas, sin ser alcanzadas de lleno por el argumento de la novela.

Lo dicho. Desconcertante.

Un saludo

Javi Brasil