martes, 24 de junio de 2008

EL ÚLTIMO MINUTO


Hasta el rabo, todo es toro; mientras que el árbitro no pite el final, hay partido. Durante los últimos días hemos asistido a la sublimación del último minuto, otra vez, como ese instante mágico o trágico, según los intereses de cada uno, capaz de conducirnos, a través de una autopista de taquicardia, a la gloria o al fracaso. Un último minuto que más se disfruta o padece por anhelado, por deseado, por cercanía con el final, que en muchos casos es un abismo sin retorno. Puede que haya una poética del último minuto, una teoría que escapa de las leyes y de las reglas. También existen miles de leyendas que lo engrandecen, una incomprensión alucinógena sobre ese último instante en el que somos capaces de todo y nada, del infinito al vacío. Leyendas deportivas, políticas, sexuales, cabalísticas, militares, científicas o taurinas. Un último minuto que, en multitud de ocasiones, puede ser el argumento perfecto para una extensa novela o para una de esas películas que nos maltratan el corazón. El esfuerzo inexplicable cuando la fuerza ya ha desaparecido, un nuevo tiempo cuando el reloj ya ha pronunciado su sentencia.
Embadurnado en sangre y gloria volvía a poner José Tomás la plaza de toros de Las Ventas boca abajo mientras nuestro Córdoba, revestido de tragedia y sudor, trataba de mantenerse en la categoría de plata. El caos en los pies de Abraham Paz, la primera víctima en el naufragio del submarino amarillo, línea recta hacia el palo, y miles de gritos que festejan la conspiración contra la tragedia. Apenas veinticuatro horas antes, Villa, el 7 de España para desgracia de Raúl, quiso contradecir el bostezo de todo el partido y se inventó un gol de bandera cuando el árbitro ya consultaba su reloj. La roja sigue su camino, hasta hoy, que se cita con su legendaria bestia negra y contra las estadísticas. Hablamos de venganza, de vendetta, del codazo de Tassoti –hoy título de una canción-, y soñamos con un último minuto como el que disfrutamos contra Suecia, aunque esos últimos minutos son tan especiales porque no son tan abundantes como quisiéramos. De vuelta a José Tomás, del que nunca me voy en mi memoria selectiva, tal vez su secreto sea el que torea y emociona como si permanentemente estuviera instalado en ese último minuto, como si cada pase fuera el final de una vida y el comienzo de una leyenda. Esa sensación de que todo se acaba, de que no hay nada más, transforma el toreo de José Tomás en una épica en contra de los siempre rígidos dictámenes del tiempo.
Pero volvamos a nuestro último minuto local, el que padecimos el pasado domingo, acalorados y semidesmayados, que las tensiones cuando el termómetro asciende son más tensiones, más tensas. Contemplando este angustioso final de temporada, si uno fuera mal pensado, que a veces lo soy, creería que este equipo nuestro pacta las primas a la contra, no por triunfar, por no fracasar –que ni por asomo es lo mismo-. Y que se pactan, sólo es una suposición, cuando el agua cosquillea la nariz del equipo. Pero eso sería de ser muy mal pensado, aunque lo a veces lo soy, y, por salud, mejor seguir creyendo en los avatares del juego, las rachas y demás argumentos que solemos utilizar. En las últimas temporadas, por estas fechas, he casi repetido un mismo artículo en el que solicitaba, suplicaba, la mesura y la diligencia por intentar que nuestro equipo se transformase en una entidad estable, coherente y profesional. Pero qué cosas más raras pido. Este año no voy a pedir nada de eso, me aburrí, porque nadie lo ha intentado y me temo que nadie lo intentará, y mucho menos en el próximo futuro, que parece gafada la presidencia del Córdoba y quien ocupa la poltrona acaba pagando una fianza. Nadie se quiere tomar en serio a nuestro equipo, y siempre se contempla como un problema, como un marrón, y no como un proyecto ilusionante. Por suerte, a pesar de todos y todo, por una vez el último minuto se dibujó de sonrisa para nuestra fortuna, y el balón se estrelló en el palo. Pero este último minuto vivido/padecido nos debería servir para pensar lo poco que nos faltado para volver a descender. Un último minuto, de nada, que vale toda una temporada –o eso parece.



El Día de Córdoba

1 comentario:

Anónimo dijo...

muuy bueno hno!adolfo.
me encato huellas
buenas fotos las de tu sobrino o primo?abeazos