domingo, 1 de junio de 2008

EUROVISION 08



En más de una ocasión, habrán podido leer en esta columna la defensa a ultranza que siempre he realizado del festival de Eurovisión. Un evento que forma parte de mi memoria sentimental y –casi- cultural, que me ha proporcionado momentos de gran emoción, hilaridad y expectación. Me he reunido con familiares y amigos, como esa gran cita inexcusable, frente a la pantalla de la televisión, palomitas, pipas y pizzas por doquier, y hemos comentado las diferentes actuaciones, modelitos y escenografías. Eurovisión ha sido durante décadas la reserva nostálgica –y puede que espiritual- de lo hortera como concepto, de lo hortera por definición, y de lo hortera por propia naturaleza. Coreografías desfasadas, escenarios abrumadores, presentadores como sacados de un circo ruso, comentaristas añejos –inestimable la permanente aportación de José Luis Uribarri-, votaciones con tufo de tongo y celebraciones alucinógenas. En la edición de 2008, celebrada en Belgrado, el festival de Eurovisión ha respetado buena parte de sus señas de identidad: Finlandia apuesta de nuevo por el heavy, aunque sin vestirse de perros, poperos daneses, piratas sin pata de palo, macizas alemanas con estribillo imposible, los siempre conciliadores israelíes; los turcos exhibiendo que son punta de lanza del mundo musulmán, como unos coldplays cualquieras, triunfitos por doquier -España referente eurovisivo, en este sentido-, la psicodelia de otro tiempo –a lo Matrix- de Georgia; la impresionante representante de Ucrania con su proclama feminista, Ani Lorak –mi gran favorita por motivos obvios-, el rock gótico y bizarro de Azerbayán –creo que Cañizares formaba parte del grupo de baile-; la sugerente y desenvuelta intérprete griega, Rusia con una semibalada muy marca de la casa, patinador incluido –suficiente para arrasar en la definitiva votación-, y, por supuesto, Suecia, perfecta definición de lo que es Eurovisión: lentejuelas, botox y tinte.
Habría sido una edición más de Eurovisión, fiel a su propio estilo, de no ser por la desastrosa, patética y abucheada actuación del representante español, el ya popularísimo Chikilikuatre. Hay quien entiende y considera al creador del perrea perrea como una trasgresión en toda regla, una provocación, pero para mí no pasa de broma de mal gusto, y sin ningún sentido del humor. Y todo lo que rodea, el más que evidente negocio, politonos por doquier, me transmite un aroma desconcertante. Inadmisible que este sujeto fuera invitado de honor de una institución tan prestigiosa como el Instituto Cervantes. Vamos a ver, el Chikilikuatre no es un hortera, ni siquiera es un friki, es un actor, mediocre, que juega a ser ambas cosas con penoso resultado; es, en definitiva, un producto antinatural, sin denominación de origen. Esta bromita me traslada a esa España tenebrosa en la que el cacique de turno se burlaba con saña del tonto del pueblo, salvo que ahora es el pijo-progre de diseño, el moderno guay y parlanchín, el que se mofa de los catetos, de los horteras, porque no son tan modernos y tan cool como él. Y a mí me encanta lo hortera, pero el de pura cepa, el genuino, el que se siente y disfruta, porque es desenfadado, libre, divertido, ajeno a las modas y a las tendencias. Porque lo hortera tal vez sea la auténtica trasgresión –la verdadera provocación- en esta sociedad de conformismo, diseño prefabricado y modernidad globalizada. Además, tengamos en cuenta que la gracieta de este año ha privado a algún artista, plenamente identificado con el certamen, de tener la oportunidad de darse a conocer entre el gran público. No obvio que el Chikilikuatre fue el representante español por decisión popular, pero es que a los españoles de vez en cuando nos gusta alimentar la chufla. Indiscutiblemente, el sujeto que hemos enviado este año va a pasar a la eurovisiva historia española, y la audiencia millonaria así lo certifica, aunque por motivos radicalmente diferentes a los de Betty Misiego, Salomé, Massiel, Julio Iglesias, Azúcar Moreno, Sergio Dalma y tantos otros nombres que sí fueron unos magníficos representantes. Si no estamos de acuerdo con Eurovisión, si no nos gusta, imitemos a Italia, que optó por abandonar el certamen. Pero si decidimos continuar, por favor, dejemos que Eurovisión siga siendo Eurovisión.




El Día de Córdoba

4 comentarios:

Anónimo dijo...

que pasa tito? soy juanfrin. me he leido los articulos de futbol y me gustan. bueno pasate por mi blog y me dices que te parece. un abrazo.

Anónimo dijo...

que pasa tito? aqui estoy que no sabia que tenias blog, pasate por el mio y comentame que te parece. oye, ponme de enlace que yo te he puesto.
un abrazo

Anónimo dijo...

que pasa tito¿ aqui ando por tu blog, me gusta lo que dices, no porque seas de mi familia, si no porque eres del real madrid. bueno, te he puesto de enlace en mi blog, espero que tu tambien lo hagas.
http://fotografiajf.blogspot.com/

Anónimo dijo...

pues mira, no seria mala idea. para ti un favor a tu sobrino, para mi un exitazo. debo decir que llego poco en esto de la fotografia, empeze en mayo. como estan los niños¿
un abrazo