martes, 17 de marzo de 2020

LA FIESTA DE LA PRIMAVERA


Suena el despertador, hoy no es tan desagradable como otros días. No hay rencor en nuestra reacción, no nos queremos vengar de su exactitud. El amanecer se cuela por las rendijas de la persiana, prudente y hermoso, anaranjado, cálido. Desde la ventana, contemplas a los más madrugadores que sacan sus perros a pasear. Esa mujer de rebeca gris, la del pelo cobrizo, la crees ver cada mañana haciendo justamente lo mismo, lo firmarías sin dudar, como si se tratara de un dejà vu milimétrico, inalterable. Esa rutina que te tranquiliza, que confirma tu lugar en el mundo. Porque todos contamos con ese lugar, el que más se adapta a nuestra espalda, a nuestras piernas y a nuestros pensamientos. La cafetera cumple con su función, silba su aliento de olor, y no tarda en invadir toda la casa, como el gas más delicioso e inofensivo. Se cuela por debajo de la puerta, por la terraza, por el respiradero, y se funde con el olor procedente de las casas de los vecinos, y con el del pan tostado, y el de los cacaos recién hechos, y el de las primeras ollas, y el de los sofritos, y con el de esa carne en salsa que te entusiasma desde la distancia. No hace tanto, estuviste a punto de preguntarle la receta a los vecinos, esa pareja mayor que congrega a sus hijos y nietos con una paella todos los domingos, y por no sé qué no lo hiciste. Te quedaste con la duda, o tal vez prefiriendo admirarlos desde la distancia, como a uno de esos ídolos que nunca conocemos para seguir manteniendo intacta su magia. Algún niño llora, pero por el madrugón, por tener que abandonar su cuna de sueños y seguridad, y busca con la mirada ese peluche de vivos colores que se difuminó cuando comenzó a dormirse. Sigue ahí, con su sonrisa, el peluche, junto a la cuna.
Comienzas la mañana tomando café, leyendo el periódico en el móvil o leyendo los mensajes acumulados. No puedes evitar reír al leer las ocurrencias de Paco, es el rey de los memes. Los compartes con otros amigos, y sonríes al hacerlo. En la radio suena una canción de David Bowie, que te pone un poco triste, porque ya no está, pero también te alegra, te traslada a aquella noche en aquel bar. Eras joven. Tus hijos remolonean pero cumplen con el horario, el trabajo y los colegios aguardan. En el ascensor, sin saber por qué, recuperas las palabras del locutor de radio, adelanto de la primavera, y tú mismo lo confirmas cuando ves el azahar, como una cálida nevada, cubriendo el techo de los coches. Una buena fotografía para subir a tu Instagram, una acción poética natural e inesperada. En la panadería están colocando las piezas en los mostradores, en el quiosco de prensa los fardos de periódicos se alinean en la parte delantera. Los fines de semana, los domingos, sobre todo, te gusta charlar un rato con Encarna, cuando vas a comprar el diario. Comentáis las portadas, los hechos más relevantes. Encarna te recuerda a aquella profesora de Lengua, tan ordenada, tan pulcra, tan eficiente, que consiguió que la sintaxis o la morfología dejaran de ser espacios hostiles. Tenía buena mano, sí, doña María, sí, doña María, la recuerdas con frecuencia, al igual que a aquel chico que hacía el cubo de Rubik en 14 segundos o a aquella chica con la que bailaste en una fiesta del instituto.
Cualquier día puede ser el de la fiesta de la primavera, incluso uno de estos días recientes, pesados y oscuros, por los que transitamos. Basta con querer, con imaginarlo, con intuirlo. Todas las enfermedades, se habla especialmente del cáncer, pueden tener evoluciones muy diferentes dependiendo del estado anímico de la persona que lo padece. Cuando la enfermedad es colectiva, como la que estamos padeciendo en este preciso momento, también debe serlo el estado anímico. Un estado que se construye, alejándonos del catastrofismo, que no de la realidad, evitando la propagación de las noticias falsas, apartando el fuego de ese inflamable gas que es la histeria, cuando es colectiva. Es el momento de la prudencia, de la responsabilidad, y también de ayudar al que peor lo esté pasando. Pronto, volveremos a disfrutar de la primavera, como una fiesta, como una alegoría de un tiempo nuevo y bueno. Mejor, sin duda. Querer es poder.

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