martes, 13 de febrero de 2018

CAL, PAN Y LIBROS


Recuperemos a Federico García Lorca en el arranque de este artículo, su contundente proclama en la inauguración de la biblioteca de su pueblo natal, Fuente Vaqueros: "No sólo de pan vive el hombre. Yo, si tuviera hambre y estuviera desvalido en la calle no pediría pan; sino que pediría medio pan y un libro. Más de ochenta años después, y eso que ha llovido y supuestamente hemos evolucionado, la proclama de Lorca sigue vigente y yo la sigo aplaudiendo y repitiendo cuando se tercia, que es frecuente en estos tiempos de abominable contabilidad, austeridad insana y hojas de cálculo por encima de todo. Coma y lea, todos los días. Lea y coma. Coincide el Goya a La librería, la hermosa y poética película de Isabel Coixet, basada en la deliciosa novela de la británica Penélope Fitzgerald, y que no deja de ser una reivindicación por el amor a la lectura, por los libros, en definitiva, con el 20 aniversario del Centro Andaluz de las Letras. Para quien no lo conozca, el CAL, que es como lo conocemos todos los amigos, amantes, conocidos y familiares, con mayor o menor grado de consanguinidad, de los libros, es el organismo público, dependiente de la Consejería de Cultura, de la Junta de Andalucía, responsable de la difusión de la literatura y sus autores. 20 años de actividad, que han dado para mucho, ya que han marcado un antes y un después en la expansión de la Literatura andaluza o de la Literatura escrita por andaluces, escoja. 20 años de lecturas, homenajes, exposiciones, mesas redondas, talleres y de promoción, aquí, en el resto de España y también fuera, como cuando Andalucía fue la invitada de honor en la mítica FIL mexicana de Guadalajara, y que muchos autores andaluces pudimos disfrutar en todo su esplendor e intensidad. 20 años de libros, de poemas y novelas, de ensayos, 20 años de Cultura.
Recuperemos de nuevo a Lorca, pero en su faceta al frente de La Barraca en esta ocasión, aquella misión pedagógica y ambulante, representación del sueño de Giner de los Ríos, que recorría pueblos y aldeas llevando obras de teatros, recitales poéticos, repartiendo cultura, en definitiva, en aquellos puntos con difícil o inexistente acceso. Durante estos 20 años el espíritu de aquella Barraca ha formado parte de la idiosincrasia del CAL, y así una legión de escritores, de todas las tendencias, colores, tamaños y dimensiones, nos hemos desperdigado por las ocho provincias andaluzas, relatando nuestras experiencias, compartiendo nuestras inquietudes, leyendo nuestros cuentos, novelas o poemas, respondiendo dudas, recuperando las voces de los maestros. Animando a chavales, a adultos, a miembros de clubes de lectura, a iniciarse o proseguir en la lectura, y también en la escritura, como en la Escuela de Escritores, compartiendo vida y anhelos. Más me han enriquecido a mí esos encuentros, y hablo desde mi experiencia personal, especialmente los mantenidos con los más jóvenes, que me han permitido ver el presente y también el futuro con meridiana claridad, así como con las personas mayores, tan repletos de emoción y sabiduría, no creo que les haya podido devolver todo lo recibido, que ha sido mucho y bueno, muy bueno.
Hablar del CAL es hablar, inevitablemente, de Pablo García Baena, su director emérito, también cabría calificarlo como espiritual, hasta que nos ha dejado. No habrían podido encontrar una figura que mejor representase y, sobre todo, dignificase a esta institución. Pero también es hablar de Juanjo Téllez, de Antonia Osorno, de Gabriel, de María José, de Julio, de Paco, de Lourdes, de Antonio Luis y de tantos y tantos buenos profesionales, porque no hay estructura o programa que se sustente en el tiempo sin el trabajo y sin el compromiso de quienes se ocupan del día a día, y los del CAL son ejemplos a significar por todos los motivos. Y mucho más en esta época de quejas y desafectos, en el que entiendo que es bueno, es sano y, sobre todo, es justo, destacar la labor de una entidad cultural, que ha luchado contra viento y marea por mantener su estructura, dimensión y actividades. Como tampoco puedo acabar esta columna sin recordar a Julio Manuel de la Rosa, narrador de raza, maestro de periodistas, que ha fallecido esta misma semana y que también formó parte de la gran familia del CAL. 20 años más como poco, le deseo, que los libros sigan caminando por esta Andalucía nuestra. Pan y libro. Más CAL, como diría Lorca, que vuelvo a recuperar en la despedida. 


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