martes, 25 de julio de 2017

JUEGO DE TRONOS



Aún sonríe cuando lo recuerda, y es que no ha pasado tanto tiempo aunque con frecuencia ella misma piense que se trate de demasiado tiempo. El peso de los días, gramos o toneladas, según, depende de las emociones albergadas en cada uno de ellos. Madre de dragones, escribió en el perfil de su cuenta de WhatsApp. Fue un martes por la noche, justo después de ver el episodio seis de la quinta temporada. O tal vez fuera la cuarta, la sexta seguro que no, y puede que se tratara del séptimo episodio. No recuerda con exactitud el episodio, ni el número ni la temporada, pero sí que recuerda perfectamente ese martes con formas de lunes lluvioso y tormentoso, y eso que fue un cálido y luminoso martes de primavera. A continuación tendió el uniforme del supermercado en el que trabaja, turno partido, fines de semana incluidos, todo el fin de semana en verano. Hay noches en las que regresa cerca de la medianoche. Muy cansada, desfallecida. Somos las Señoras de Invernalia, pero al revés, repite a sus compañeras en la parte trasera del supermercado, en la entrada de los camiones, mientras se fuman un cigarrillo. Sus dragones, doce, ocho y seis años, por fin dormían, las deportivas desparramadas a los pies de la cama, los Siete Reinos transformados en un solo y pequeño espacio indómito, mezcla de desorden y de fantasía. Cuando acabó de ver el episodio se fumó un último cigarrillo en el balcón, con la vista puesta en la calle, solitaria, callada. Desde ese mismo balcón, en esa misma calle, lo vio alejarse una mañana, sin ejército, a la que fue su mano derecha durante tanto tiempo, el mismo día que comenzó el Invierno. Antes de que se levantase el gran Muro del Norte entre ellos, antes de que el Fuego Valyrio lo arrasase todo, reduciéndolo a cenizas, la suya fue una relación de hielo y fuego, de algunos –demasiado pocos- días de primavera y larguísimas noches de otoño, a ratos feliz, o lo que ella entiende por felicidad, que es un concepto que, cada día, nos forjamos para sobrevivir.
Mientras yo hablo en Dothraki, tú parece que solo dominas el Skroth, le dijo él. Pero el Skroth no es realmente un idioma, según pudo saber después, es el sonido del hielo cuando se rompe. Jamás podría haber esperado escuchar algo así, del que habría sido el Guardián de sus noches, el compañero de tantas batallas. Jamás habría esperado tantas y tantas cosas de él, que sucedieron. Deberías teñirte del pelo de rubio, le dijo su hija mayor, no hace tanto. Claro, y dejármelo más largo, es lo que me faltaba, le respondió ella, y durante unos minutos no pudo dejar de reír. Madre de dragones, reina de su soledad, sustento de sus hijos, templo de las caricias, esclava de sus circunstancias, luz en la oscuridad, bálsamo del llanto, correctora de deberes, costurea de uniformes maltrechos, trabajadora incansable, gobernadora de los reinos más oscuros de su corazón. Algunas mañanas, nada más despertar, mientras toma ese primer y solitario café antes de despertar a sus hijos... sigue leyendo en El Día de Córdoba 

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