martes, 19 de mayo de 2015

SABER PERDER

Comienzo a escribir este artículo nada más caer eliminado el Real Madrid por la Juventus en semifinales de Liga de Campeones, ese nombre moderno para un torneo de siempre: la Copa de Europa. Y recuerdo a David Trueba, ese narrador cineasta que nos enamora cada vez que agarra un micrófono, y a su célebre novela: Saber perder. Un título duro, seco, directo, que entraña un desgarro, una aceptación del no. La verdad es que llevo unas semanas con Saber perder en la cabeza, repito la frase en sueños, la escucho nada más despertarme cada mañana, hasta creo que la tarareo en la ducha. Benditas duchas sanadoras en estas noches de julio en este mayo desmayado. Comencé a repetir Saber perder mientras leía Blitz, la última novela de Trueba. Y no porque se traten de obras similares, o sí, puede. Saber perder, le refresco la memoria, es una maravillosa fábula sobre el desencanto, las relaciones y el fracaso, que pueden entenderse como la Santísima Trinidad de nuestras vidas. Más que fracaso, seamos más precisos, hablemos de derrumbe. Como una de esas imágenes que tanto gustan en los informativos de fin de semana, la dinamita cumple con su cometido en menos de un segundo, dejando tras de sí una inmensa nube de polvo donde antes se alzaba un colosal rascacielos que pellizcaba las nubes con sus afiladas antenas. La adolescencia, tal y como narra Trueba, es una época de derrumbe, el niño se evapora, como ese rascacielos que parece ser engullido por el polvo. En Blitz, Beto, el protagonista, también debe aprender a saber perder, y debe hacerlo en muy poco tiempo, las circunstancias y los kilómetros mandan. No spoileo más.
Puede que se trate de la lección que más nos cuesta aprender, cuando es la lección que más se repite a lo largo de nuestras vidas. Saber perder no es fácil y, sin embargo, el que lo consigue, el que lo asimila, puede que en cierto modo esté aprendiendo a saber ganar. Que tampoco es fácil, pero gusta más, evidentemente. Pobre miopía. Pero si uno se detiene un instante a pensarlo, es mucho más inteligente y práctico aprender a saber perder, ya que es lo habitual, forma parte de nuestra rutina y hasta de nuestra ruina. Perdemos los amores, las ilusiones y los sueños, perdemos las emociones, perdemos el pelo y perdemos el tiempo, perdemos las facultades, perdemos la elasticidad y las ganas de festear, perdemos los años en muchos casos, perdemos los sentidos, perdemos el compromiso, perdemos el reloj y las pinzas de depilar, perdemos la orientación, perdemos la memoria, perdemos el deseo y perdemos el dinero, perdemos. Pérdidas inevitables, en la mayoría de las ocasiones, que si encajamos sin amargura, y aprendemos la lección que conllevan, nos transformarán en personas más sabias y felices, más contentas con lo que tenemos, con lo mucho o lo poco que tengamos, más allá de la cuenta corriente y el listado de posesiones en el Registro de la Propiedad. Aprenderemos, en definitiva, a saber ganar, o a ganarnos a nosotros mismos, a aceptarnos. Somos lo que somos, y llegamos hasta donde llegamos, no hay más. Tampoco está tan mal.

Aunque alguien lo pueda considerar un ejemplo pueril, en realidad la mayoría de los ejemplos lo son, pensemos en el partido del pasado miércoles. Si Morata no hubiera colado su golito como todo buen ex que se precie, este Real Madrid arrítmico y atropellado no pensaría que tiene serios problemas, que necesita pasar por la planta de reciclado para volver a brillar en el futuro. Estaría convencido de que sigue la dirección correcta y empleando la fuerza necesaria. Y no. O apliquemos la fórmula a la clase política, qué poquitos los ejemplos para ilustrar una derrota que ha sido la semilla de una victoria en el futuro. Ruedan cabezas o justificaciones extraídas de la ciencia-ficción, antes que saber perder. Y es que saber perder es encender la luz, limpiar con Cristasol y bayeta la superficie del espejo y contemplarnos desnudos en él. Y examinarnos con mirada científica, y hasta forense, con el único propósito de descubrirnos en toda nuestra realidad, sin obviar nuestras miserias y carencias, que siempre serán superiores a nuestras virtudes. Saber perder es vivir conforme a nuestras posibilidades. Y eso es ganar.

No hay comentarios: