martes, 22 de enero de 2013

EL DODGE DE JOE STRUMMER

¿Tienes aparcado algún Dodge en algún garaje del pasado? Busca en tu interior, y tal vez lo encuentres.

Joe Strummer, el guitarrista/fundador/compositor/cantante de los míticos The Clash se murió hace poco más de diez años sin poder recuperar el Dodge 3700 GT, gris plata, con matrícula de Oviedo que dejó aparcado en un garaje de Madrid. Strummer regresó a España, porque a España siempre regresaba, una y otra vez, de un modo u otro, huyendo de la fama, los escenarios, los fans y demás consecuencias adheridas. Le gustaba nuestro país especialmente, mucho; Lorca le embriagaba, Andalucía le parecía el paraíso en la tierra y sentía una pasión desmedida por nuestra Guerra Civil, que entendía como la última gesta épica -para gustos, colores-. Puede que Paloma, Palmolive en la escena musical londinense, la novia malagueña y punk del músico a finales de los setenta fuera la puerta de entrada del músico en España. Joe Strummer en nuestro país no era la ampulosa y deslumbrante estrella british, o sólo lo era para unos pocos que conocían la leyenda de los Clash, y que tarareaban sus canciones a todas horas. De hecho, era tan poco conocido en nuestro país que, en más de una ocasión, tuvo que esforzarse, y a conciencia, para demostrar que, efectivamente, era el líder de los Clash. Strummer, como un Messi que llegara de incógnito a los suburbios de Ciudad del Cabo y se pusiera a entrenar a los chavales que juegan al fútbol en la calle, comenzó a establecer relaciones con algunas de las bandas más características de aquello que aún seguimos conociendo como La Movida. Era frecuente en el local de ensayo de Radio Futura, y hasta produjo un disco de los granadinos 091, Más de 100 lobos. El Pitos, Lapido o Arias -los componentes de la banda- no podían creer que aquel guiri que se apoyaba en la tasca bebiendo vino peleón y barato fuera Joe Strummer, uno de los grandes músicos del momento.
En su Dodge, que adquirió ya estando en nuestro país, Strummer se paseaba por la Gran Vía, Alcalá o Malasaña, en dirección a aquellos oscuros garitos que disfrutaba junto a sus nuevas amistades, y también se le podía ver subiendo las cuestas del Albaicín, camino de... sigue leyendo en El Día de Córdoba

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