lunes, 13 de noviembre de 2017

280


Como ascender el Alpe D´huez con una bicicleta con motor, como ganarle un partido a un equipo con tres jugadores expulsados, como conseguir una buena fotografía con tres filtros de Instagram, como leer el Quijote de Reverte y creer que te has leído el auténtico, como hacer el salmorejo con la Thermomix o una fabada utilizando fabes de bote. No, así no tiene mérito, y yo soy de los que piensan que las cosas hay que currárselas, y bien curradas. Y es que desde muy pequeño me han enseñado, y yo he asimilado sin dificultad, que todo aquello que no cuesta esfuerzo, todo aquello que no merece la pena, que te hace sudar, de tal modo que hasta llega a doler, y no solo físicamente, no merece la pena. Sí, soy uno de esos que cree, firmemente, muy firmemente, en la cultura del esfuerzo, del tesón, de la dedicación, eso que llaman trabajar duro, y que algunos creen que es un planeta del espacio sideral en el que nunca tendrán que poner el pie. Me gusta lo complicado, me gusta que los retos, cualquiera de ellos, me supongan un esfuerzo, mayor el gustazo cuanto mayor sea el reto conseguido, obviamente. Y es que no me fío de lo que no cuesta, de lo fácil, de lo que se consigue con un abrir y cerrar de ojos. Siempre he recelado de lo gratis, de lo que se regala. Tal vez lo desprecio por pura desconfianza, aferrándome a ese dicho que tantas y tantas veces me repitió mi padre: nadie da duros a pesetas. Además, aunque pudiera, no quiero que me den duros a pesetas, o euros a céntimos, actualicemos, quiero lo justo, la correspondencia, la equivalencia, al trabajo, a los conocimientos, a la dedicación, y al talento, también el talento, que todo pesa y cuesta. Todo este preámbulo para hablar sobre los 280 caracteres de Twitter, que ha sido la gran noticia de esta semana, junto a la gran noticia de las últimas semanas y meses, y que por eso de la insistencia, y hasta de la pesadez, está comenzando a dejar de ser noticia. Y es que han sido tantos y tantos y tantos los días históricos vividos, que le hemos empezado a coger gusto, y cariño, y hasta algo más, a los días normales, con sus cosas normales, protagonizados por personas normales.
Perdón por el lapsus, todavía no sé cómo se me ha podido olvidar, que esta semana, además del gran tema, hemos tenido otros dos grandes temas, de importancia considerable y que han marcado un antes y un después en nuestra historia más reciente. Por primera vez, sí, por primera vez, no se extrañe, aunque yo sea el primer extrañado, se ha suspendido sin previo aviso la nueva edición de Gran Hermano, que habían apellidado Revolución en esta nueva entrega. Dicen que por una supuesta agresión sexual, aunque también apuntan como consecuencia a su escasa audiencia. Si éste último, el de la audiencia, es el verdadero motivo, es una buena señal, aún hay esperanza, aún podemos seguir confiando en la especie humana. Eso sí, lo siento por cierta publicación semanal, que se ha quedado sin la cantera para sus portadas. El otro tema, gran tema, también histórico, qué barbaridad la de días históricos vividos recientemente, es el de la camiseta de la Selección Española de Fútbol, obviamente, que nos ha tenido en vilo durante unos cuantos días. Analicemos, cuánto de morado tiene, cuánto de exaltación del republicanismo podemos encontrar en la zamarra. Pues como en esos dibujos del Ojo Mágico, centre la mirada hasta quedarse bizco y responda.
Después de la semana vivida, con tan magnos y profundos acontecimientos acaecidos, después de tantas semanas de pesadilla independentista y después del anuncio de la red social del pajarillo, la verdad es que apenas accedo a mi cuenta, y que cuando ... sigue leyendo en El Día de Córdoba

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