jueves, 7 de julio de 2016

LA DEMOCRACIA ERA Y ES ESTO


Mire, si ya me ha leído con anterioridad no se sorprenderá, pero aún así prefiero dejarlo claro desde el principio, vaya que se trate de un lector primerizo en esta columna. (Bienvenido, pase sin miedo). No me gusta nada el resultado de las pasadas elecciones, nada, ni lo más mínimo, pero es lo que hay. Se llama Democracia, por si alguien todavía no lo sabe, sí, Democracia, y normalmente no contenta a todo el mundo, pero es que de eso se trata, de aceptar y acatar lo que decide la mayoría. Que sí, que usted no puede comprender que tras los casos vividos, los sms a Bárcenas, Panamá, la Púnica, la Gürtel, Rato, Rita y Fernández Díaz haya quien los siga votando, y lo comprendo, pero haga como yo, simplemente, no los vote, y punto. Que sí, que yo también estoy muy disgustado, cabreado, incluso decepcionado, sí, pero lo acato, lo acepto, lo asumo, forma parte de las reglas del juego. Y aún así amo este juego, que se llama Democracia. Funciona así, es muy simple, es muy fácil. Un juego que nos permite influir en nuestra sociedad, en los que nos gobiernan, en nuestro destino. Nos convocan a las urnas, y votamos, que es introducir una papeleta con una opción política dentro de un sobre, así de simple. Solo eso. No tenemos que razonar nuestro voto, no tenemos que darle explicaciones a nadie, salvo a nuestra conciencia; libre, secreto y personal. Así, tal cual. Y no, no nos piden una formación reglada, un mínimo de estudios, haber estado de Erasmus, un siete en Lengua, una beca o yo qué sé, no, nada, tener 18 años y contar con la nacionalidad española, ya está. Por tanto, el voto del arquitecto vale exactamente igual que el del encofrador, el del mecánico de mi barrio que el de Fernando Alonso, el de la pediatra de mis hijos que el del okupa de la esquina, el de Amancio Ortega que el del último desahuciado. Lo mismo, pesan igual. Y me encanta que suceda eso, lo adoro, me fascina y me tranquiliza. Sí, me tranquiliza, porque en al menos en algo todos somos iguales y eso es maravilloso.
Mire, le insisto, que no me gusta el resultado, lo repito, pero de ahí a tener que seguir soportando a todos esos Dragós que han salido del armario del rencor y la desconfianza hay un trecho. Ya está bien, ya está bien, al cuadrado. Que la Democracia no es solo maravillosa cuando tras el recuento sale lo que yo he votado o más me gusta y basura cuando no es así, que no. Que mi opción política no es la de los inteligentes y las demás las de los ignorantes, incultos, corruptos, delincuentes, lelos y demás especies, que no, que la cosa no funciona así. Y es que me asquean tanto esas explicaciones tan clasistas y tan profundamente fascistas que se emplean para justificar una derrota electoral que llego a dudar de si realmente hemos asumido, o no, los valores democráticos. Sin ir más lejos, para justificar el triunfo del Brexit hemos escuchado: es que han votado los abuelos incultos de las zonas rurales. Vale, pues que hubieran ido a votar lo contrario los jovencitos universitarios y urbanitas de Londres y resto de grandes ciudades. Urbanitas o rurales, mismo valor del voto, lo aplaudo y lo coreo. Perdone que insista tanto, pero es que soy muy demócrata, amo este invento de participación ciudadana que se inventaron los griegos. Que tiene algunos matices que no me gustan, pues claro, igual que lo tienen mi pareja, mis hijos o mis amigos y por eso no dejo de quererlos y de admirarlos.

Mire, la Democracia era y es esto, tal cual, y si no le gusta y si no lo acepta debería mirárselo cuanto antes, porque tal vez tenga un problema de intransigencia e intolerancia en fase aguda, que los hay, y me temo que son incurables. El pasado 26 de junio los españoles, sí, los españoles, decidimos que el PP tendría que ser el partido encargado de formar Gobierno –y esta vez, escuche bien, Arriola, no puede renunciar-, el PSOE el de liderar la oposición, Podemos el de ser la tercera fuerza y Ciudadanos la cuarta, y nada más, así de simple. Esa es la letra de la canción que compusieron las urnas. Que esto podría haber tenido otro final, que podría no haber sido como es, que nos podríamos haber ahorrado una votación y seis meses de espera, indiscutiblemente, aunque eso tal vez lo tengan que explicar algún día muchos de los que ahora dudan de la Democracia y no aceptan de buen grado el resultado electoral.

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