jueves, 27 de febrero de 2014

28F ANDALUCÍA

Puede que de Andalucía se haya dicho todo, aunque también existe una probabilidad muy alta de que no se haya dicho nunca nada. Porque Andalucía es una definición abierta e inconclusa, inabarcable, infinita, una constelación de muy diferentes definiciones. Cientos de teselas que se ordenan en un mosaico escondido por las sombras del futuro. La Andalucía de hoy es la herencia de un pasado milenario, de la fusión de las decenas de pueblos y culturas que la han habitado. Pero también es la consecuencia de su peculiar situación geográfica, puente entre las civilizaciones, convirtiéndola en un apéndice norteño o sureño según se mire. Andalucía es mestiza, con todo lo bueno que conlleva esta calificación. La Andalucía de hoy quiso ser blanca en un sueño que se coló en las noches más febriles de Medina Azahara; pretendió ser roja y poliédrica en los pinceles de Picasso, dorada en un amanecer en la desembocadura del Guadiana, donde el Atlántico te devora con su inmensidad. La Andalucía de hoy se coló en la garganta de Camarón y en los dedos de Paco de Lucía, se transformó en plata y espuma en la Caleta, en misterio y revuelo en un callejón de Santa Cruz y pasó a ser las lágrimas que se congelaron en las cumbres de Granada. La Andalucía de hoy comienza a tejer su aceitoso manto verde en los campos de Jaén y se zambulle en las profundidades coloristas de Cabo de Gata. En la Andalucía de hoy conviven la guasa, la gracia, la malafollá, la chispa, la melancolía, la serenidad, el picha, el quillo, el nene, el compadre y el colega. Y la Andalucía de hoy es una anarquía de “eses” “ces” y “zetas”, de acentos largos y acentos indescifrables, de languidez y velocidad, de pescaíto, espetos, salmorejo y gallopedro, que jamás se pondrán de acuerdo, pero que jamás se enfrentarán entre ellos, ya que reducirían la belleza y la profundidad del mosaico.
Un año más volvimos a extender la bandera blanca y verde en el mástil de nuestras emociones, y repetimos ese himno que duele y emociona, que agarra y abraza, en idénticas proporciones. El andaluz de hoy, ayer y siempre, no necesita asimilar su identidad, no se abraza a un decálogo de lo que es “ser” andaluz. No lo necesitamos. Tampoco pretendemos exhibir nuestro andalucismo como una careta de lo que realmente no somos, ni tampoco pretendemos. Como decía al principio, el concepto de Andalucía está en permanente construcción, y los andaluces entendemos esta indefinición como la definición más certera y aproximada de lo que somos nosotros mismos. Celebramos nuestro día y recordamos los hitos más trascendentales de nuestra historia más reciente. Soñamos con la construcción de la Andalucía del futuro, que en gran medida será muy parecida y, al mismo tiempo, muy diferente a la actual. Seguimos en el camino, que es lo que realmente nos importa y nos define, añadiendo nuevas teselas al mosaico.

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