martes, 2 de abril de 2013

TETRAVISIÓN

El salto de Falete, casquería a media tarde, refritos cutres, realities clónicos, la televisión de nuestros días, otro rasgo más de esta Gran Depresión. ¿Por qué lo seguimos llamando crisis?

Durante años he mantenido que la televisión no deja de ser un reflejo o una proyección de la sociedad que la mantiene, aunque también podríamos hablar de un viaje en la dirección contraria, evidentemente con el mismo resultado. No es nada complicado, no tema, no acabaremos citando a Borges, la cosa no da para tanto, sólo es televisión. Tras muchos años de espectador entusiasta, más desde el plano de la diversión que de la documentación/análisis, lo confieso, en los últimos tiempos he abandonado la televisión, aunque también podría decir que ha sido ella la que me ha abandonado a mí, y eso que estaba predispuesto a serle fiel toda la vida. Asqueado, saturado, aturdido, cabreado y, sobre todo, aburrido. Porque la televisión, como concepto, se puede permitir provocar en nosotros cualquier estado de ánimo, es parte de su éxito, gran parte, pero sí alcanza el grado de aburrimiento ya no hay nada que hacer. Entonces es como una de esas parejas, hartos y hartas las unas de los otros, que ya no les queda ni un gramo de interés para lanzarse un reproche, aunque sea canalla. Este invierno puñetero de agua y frío, este invierno nórdico que ya dura más de la cuenta, que molesta más que beneficia, me ha empujado en más de una ocasión a la televisión. Antes de proseguir me gustaría aclarar que cuando me refiero a ver televisión, quiero decir programación habitual, telediarios, realities, concursos y demás, que ver Homeland, Los Sopranos o Modern Family es como ir al cine pero en una pantalla reducida y sin salir de casa. Sabemos de lo que estamos hablando, no creo que tenga que explicar nada más. Y no, no hay que citar a Borges.
Si retomo la definición inicial de la televisión, deberíamos estar ciertamente preocupados. De hecho, lo reconozco, no quiero ser o parecer pesimista, pero estoy infinitamente más preocupado por la crisis social, moral y ética que contemplo a mi alrededor, que por la económica, que también. Dentro de unos años trataremos de adivinar qué fue primero, la gallina o el huevo, el Alien o su perversa criatura... sigue leyendo en El Día de Córdoba

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