Paco León acaba de estrenar, comercialmente, ya lo hizo a
la crítica y público en el pasado Festival de Málaga –donde cosechó algunos de
los galardones de mayor enjundia-, Carmina o revienta. Película en la
que valiéndose de la técnica del documental, en muchos momentos, así como del autorretrato
más íntimo, nos muestra la existencia -y sus cosas- de una familia, la suya en
este caso concreto, ya que están interpretados los papeles protagonistas por
sus propias madre y hermana –Carmina y María-. De no haber sido considerado
como plagio, no me cabe duda de que el título ideal de esta película habría
sido el mismo que el empleado, años atrás, por Pedro Almodóvar: Todo sobre
mi madre. Aunque desde diferentes puntos de vista, son muchas las
coincidencias con el mítico autor manchego. Desde un plano meramente
cinematográfico, de Carmina o revienta me ha gustado la habilidad de
Paco León para hilvanar escenas, algunas de ellas absolutamente delirantes, muy
divertidas unas y extravagantes otras tantas; para extraer de sus actrices y
actores lo máximo, tanto la madre como la hermana están magníficas en sus
respectivos papeles, así como el gusto por el detalle, en el sentido de que no
existen en la cinta planos huecos o desaprovechados. Paco León es un tipo de
gran talento, que a pesar de haber encarnado a personajes que han adquirido una
gran dimensión pública y casi social, ha sabido siempre desprenderse de ellos y
ofrecer nuevos perfiles, algo que vuelve a conseguir en esta película, desde el
otro lado de la cámara. Discursivamente, una opinión más allá de lo
cinematográfico, pura subjetividad, he de reconocerlo, Carmina o revienta me ha interesado
bastante menos –incluso me ha escocido-. Porque si lo que se pretendía es
ofrecer una imagen de una familia o de la realidad andaluza, no la comparto. No
es una imagen que nos represente, ni por asomo, a la media, ni como sociedad ni
como familias. Sería, como mucho, una más de las teselas sobre el que se
extiende el amplísimo mosaico andaluz. Y es que tengo la sensación de que
pecamos en exceso de lo mismo, nos encanta exportar el chiste y sólo
compartimos en privado nuestro ingenio. Y aquí hay más ingenio que chiste.
Sin embargo, a pesar de las pegas que le haya podido
encontrar a la película, no me cabe duda de que Carmina o revienta
pasará a la historia de nuestra cinematografía. Y lo hará porque ha sido la
primera propuesta, de un producto destinado al gran público, que trata de
adaptarse a los nuevos tiempos, y traza su proceso de comercialización teniendo
en cuenta todos los soportes y tendencias. Porque Carmina o revienta la
puede ver desde su ordenador, por menos de dos euros, en su televisor, si usted
es abonado a alguno de los numerosos canales de pago, por menos de tres euros,
puede ser propietario de una copia en formato dvd, si su sentido de la posesión
así lo demanda o, en su formato más tradicional, puede acercarse a una sala de
cine y comprar su entrada. Lo de las palomitas lo dejo a su elección –también
las puede hacer en su casa, que con esas bolsitas de papel es de lo más fácil-.
Consciente de la situación actual, Paco León moldea su producto al gusto del
consumidor, a un precio más que asequible, y cumpliendo escrupulosamente con la
legalidad.
Sin tener cifras de recaudación, ya anticipo que será alta, y que
nosotros como espectadores podremos haber visto la película adaptando el
visionado a nuestros preferencias o posibilidades. O sea, Paco León no sólo ha
reformado/mejorado la penosa Ley Sinde/Wert, es que le ha pegado una patada en
sus cimientos y nos ha ofrecido una nueva propuesta para acabar con la
piratería. Carmina o revienta abre un nuevo camino en la
comercialización y distribución de la cultura, y doy por hecho que nuevas
ofertas seguirán los mismos pasos. Si hasta ahora buena parte del sector ha
visto en las nuevas tecnologías, en la Red, una vía de escape descontrolada, y
cuando no a un enemigo letal, ha llegado el momento de aliarse y asumir/aprovechar
el enorme caudal que ofrecen. No me cabe duda de que esta alianza, unas vez
pulidas convenientemente todas las aristas, redundará positivamente en todos
los actores participantes en el proceso. Los creadores, garantizando la autoría
de su obra, la industria, nuevo público potencial, y, sobre todo, en los
consumidores, precios asequibles y diversidad de formatos. Querer obviar la
realidad es la peor estrategia, cuando el futuro es este presente tan
cambiante.
El Día de Córdoba
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