domingo, 14 de marzo de 2010

¿FÁCIL?






Cada día nos repiten que nuestra vida es fácil, que está repleta de situaciones, herramientas, lujos, caprichos o dispendios que lo propician. Nos dicen que una de las grandes cualidades que nos ha traído la sociedad del bienestar es la facilidad que inunda cada uno de nuestros actos. La nuestra, dicen, es una vida fácil. Fácil porque las nuevas tecnologías así lo han propiciado, fácil porque cada vez somos y estamos mejor formados, fácil porque este mundo moderno así lo proclama a cada instante. Sin embargo, si usted le dedica unos instantes a reflexionar sobre su entorno más directo, sobre la rutina y su decoración, no tardará en descubrir que esta vida nuestra es muy puñetera y que cada poco nos encontramos con una zancadilla, con un capón, con una dificultad. Pensemos en un día cualquiera, suena el despertador, despertador que la mayoría de nosotros tenemos vinculado con el teléfono móvil, artilugio que nos cuesta manejar en ese escaso 10% que aprovechamos de sus utilidades. Y es que muchos fabricantes relacionan la facilidad con la variedad, y no, no es lo mismo, ya que en demasiadas ocasiones la variedad es el camino más directo al caos, al lío, a la duda. Alarma de lunes a viernes, o alarma todos los días, o alarma sólo para un día, que al final consiguen que el despertador te saque de la cama un domingo a las siete de la mañana y que el lunes te quedes dormido y llegues tarde al trabajo. Dominado el despertador, le llega el turno al desayuno. Yo no sé cuánto tiempo tardó usted en aprender a manejar su vitrocerámica y su microondas, pero yo aún tengo algunas lagunas. Salvo que la bombona estuviera vacía, el gas nunca fallaba. Abrimos el frigorífico, que puede ser que esté pitando activado por una alarma que nos avisa de un peligro que no entendemos. Buscamos la leche, horror, no, hay que abrir una caja nueva. ¿Cómo se atreven a llamarlo abrefácil?

Salpicamos la encimera con la leche que escapa del tetrabrik y luego manchamos el frigorífico, porque cada vez que abrimos y cerramos la puerta, entre pitidos o no, se derrama. Lógico, si tenemos en cuenta que se trata de un recipiente abierto, ¿no pensaron en eso los creadores del abrefácil? Obviemos otras facilidades que decoran nuestro camino a primera hora de la mañana y dirijámonos a nuestro automóvil. Ya no es una llave que se introduce en la cerradura de la puerta y a continuación en el contacto, no, es una especie de tarjeta gorda con varios botoncitos. Pulsas un botón y abres el maletero pero no las puertas o viceversa o enciendes las luces o accionas el claxon. Una vez dentro, cuelas la tarjeta gorda y, cuando una luz verde se encienda, ya puede arrancar. Pero no siempre se enciende la luz verde, ¿y si te quedas sin batería y si el coche está frío o medio calado? Mejor no conocer la respuesta. Por supuesto, no nos adentremos en la configuración, manos libres, vía bluetooth, del teléfono móvil con nuestro vehículo, tampoco no nos detengamos en la memorización de las emisoras de radio en el equipo de audio. ¿Qué les sucedía a aquellas maravillosas ruletitas que manualmente te llevaban hasta la emisora que deseabas, y que te permitían escucharlas aunque su sintonización no fuera la perfecta, tenían algo de malo?

Para el final he dejado los televisores de pantalla plana, y cuyos libros de instrucciones son más gruesos que sus perfiles –y no estoy hablando de Facebook-. Creo que tardé menos en leerme la trilogía completa de Larsson que el manual de instrucciones de mi televisor. Y después del tiempo entregado, sigo viendo a los que desfilan por la pantalla como si hubieran engordado veinte kilos de repente y perdiéndome la mitad de las películas. Gracias al plasma nuevo, desconozco que cadena es la que estoy viendo, Telecinco, Canal Sur o Cuatro han desaparecido como por arte de magia. Carl Lewis en su anuncio de neumáticos nos decía que la potencia sin control es un peligro, o algo así, y ahora yo digo que la tecnología sin controlar es un pestiño en estado puro, y soy suave. Al menos, nos queda el consuelo de que cuando dominemos a la técnica y sus inventos tendremos una vida más cómoda, más rápida, más fácil, mucho más fácil. Espero que cuando llegue ese momento no haya comenzado todo de nuevo, y vuelta a empezar. Con lo bien que me llevaba yo con la ruletita de la radio…

El Día de Córdoba

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