martes, 1 de septiembre de 2009

EL ORDEN DE LA MEMORIA EN LA REVISTA MERCURIO


El hombre sin remordimientos

Félix Palma

Frente a esos autores que irrumpen súbita y atronadoramente en los escaparates con una novela superventas cuyo éxito en la mayoría de los casos no podrán volver a reproducir, y de los que uno tiende a desconfiar porque parece que la vocación de escribir les vino dada con la compra del ordenador, se encuentran los escritores de fondo, que fermentan parsimoniosamente en la barrica de su universo literario, explorando el territorio de sus obsesiones y lecturas con cada obra que publican. Gutiérrez Solís pertenece a este último bando de escritores que cosechan sus adeptos novela tras novela, otorgándoles el privilegio de seguir su evolución y festejar cada nueva publicación.
Tras probar distintos registros, el escritor cordobés parece haber encontrado el tono en el que se siente más cómodo y más puede ofrecer, como comprobará todo aquel que se aventure en las excelentes páginas de El orden de la memoria, novela protagonizada por Eloy Granero, presidente de la cadena de Almacenes Granero, imperio que dirige con una mezcla de cautela y apatía, limitándose a velar el negocio heredado de su padre, sin arriesgar nunca. Dicho talante, que también reproduce en el plano personal, sorprende al lector en un principio, logrando que el personaje nos resulte francamente antipático, pero la escritura del autor, salpicada de ironía y un deliberado desapego, y su modo casi sádico de cincelar a su criatura, enseguida consigue que nuestro rechazo inicial mude en simpatía. Finalmente, a medida que las piezas del puzzle se van ensamblando, nos descubrimos entendiendo a la perfección su comportamiento, ese dejarse llevar por los días sin ofrecer resistencia, ese actuar por inercia, como un avión que surca el cielo en piloto automático hacia un destino establecido de ante mano. Eloy Granero es incapaz de disfrutar del mundo porque un suceso de su pasado lo ha convertido en una suerte de autómata que, pese a carecer de remordimientos, no puede conquistar la paz del olvido.
Muchas son las virtudes de esta novela, como la primorosa construcción de cada uno de los integrantes de su nutrido corro de personajes, especialmente Matías, el talismán del protagonista, al que reserva la escena más tarantiniana de la novela, o su primo Rafa y su amigo Taylor, dos modelos diferentes de una misma rabia interior. Pero sin duda la más llamativa de sus bondades es su originalísima estructura, que redime la sencillez de una trama que probablemente haya sido escogida por el autor en base a esa misma sobriedad, pues le permite poder desbaratar su cronología y presentarnos la narración con sus elementos desordenados, para luego reordenarla en el tramo final como quien realiza un truco de magia, estableciendo un acertado paralelismo entre arquitectura y trama que delata la habilidad con la que Gutiérrez Solís elabora cada una de sus obras.

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