Un asunto de familia,
del cineasta y escritor japonés Hirokazu Kore-eda, fue la película de habla no
inglesa que mayores premios y distinciones cosechó durante el pasado año, 2018,
junto a la Roma de Cuarón. Palma de
Oro en el Festival de Cannes, Premio Donostia en el de San Sebastián, Premio
Cesar al mejor filme extranjero o sus nominaciones a los Oscar y a los Globos
de Oro atestiguan este amplio y selecto reconocimiento internacional. Una
película que buena parte de la crítica especializada no dudó en calificar como
la obra más personal, representativa y cautivadora de este creador nipón.
Un asunto de familia
parte de una situación insospechada: Osamu, acompañado de su hijo Shota, de
regreso a casa tras perpetrar el robo semanal en el supermercado, se encuentran
con una pequeña niña, sola y aterida de frío. A pesar del rechazo inicial de la
esposa de Osamu, la cobijan en su hogar y en muy poco tiempo, solo unos pocos días
después, ya es un miembro más de la familia. Esta novedosa y aparente
normalidad se rompe por un hecho que golpea directamente en los cimientos de la
familia, en su unidad, así como en sus integrantes, que quedan a merced de las adversas
circunstancias.
Kore-eda
desgrana desde el primer momento una idea principal: la familia se puede
construir o definir de muy diferentes maneras y su composición no está ligada,
exclusivamente, a los lazos consanguíneos o de pareja. Y por ello, no deja de
ser una familia al uso, entendida como una patria, como un caparazón y hasta como
una frontera, al tratarse de un espacio afectivo perfectamente delimitado.
Un asunto de familia
es, igualmente, un retrato y relato sobre la pobreza, que aborda y muestra no
como un ente común, no como una etiqueta que define y clasifica a todos
aquellos que engloba de manera concreta, sino que es variable y voluble en
cuanto a su extensión y significado. La pobreza cronificada de los servicios
sociales, de los barrios de extrarradio que concentran los tristes y grises
edificios de protección oficial; la pobreza tan esencial y pura que ignora la
opulencia, el lujo y comodidad de las otras clases sociales.
A
ratos, puede llegar a resultarnos muy familiar la pobreza que exhibe Kore-eda
en su novela, ya que en nuestro país también hemos asistido, secuela de una
larguísima crisis económica, a la conformación de un nuevo estatus
social/laboral compuesto por “trabajadores pobres”. Es decir, el empleo, tal y
como sucedía en el pasado, ya no es suficiente garantía para escapar de la vulnerabilidad
o de la marginalidad. Kore-eda aborda este fenómeno, igualmente vigente en su
país, desde un realismo cotidiano, sin caer en una falsa sentimentalidad o
bondad innecesaria con los hechos y personajes que muestra. Tal si fuera una
versión japonesa de John Cheever, Kore-eda realiza un retrato muy exacto,
fidedigno, de la precariedad de esta familia, que se puede entender prototípica
en muchos sentidos, a pesar de sus peculiaridades.
Otro
elemento de Un asunto de familia con
el que los lectores españoles podemos conectar lo encontramos en el papel que
desempeña la abuela. Canto a las relaciones intergeneracionales, que nos son
tan cercanas en mayor o menor medida, y también, retomando de nuevo la
precariedad imperante, a modo de sostén económico de la familia. Una realidad
amplificada en los últimos años.
Kore-Eda,
tanto en su filmografía como en esta novela, se caracteriza por situar a sus
personajes al borde del abismo, siempre expuestos a unas circunstancias que
suelen jugar en su contra. Y es en ese punto donde este autor japonés más nos
sorprende, bien por la respuesta que ofrecen sus personajes, bien por la
brillante disección que realiza del comportamiento de los mismos.
En
su filmografía anterior, Kore-eda demuestra en más de una ocasión su facilidad
o querencia por lo tenebroso, por lo perturbador, pero siempre partiendo de lo
cotidiano. Esa creencia en un mundo que alberga en su interior lo “bueno” y lo
“malo” al mismo tiempo y en el mismo espacio está muy presente en Un asunto de familia. De ahí que sus
personajes puedan alternar la crueldad o la bondad, en sus rutinas o en sus
primeras reacciones.
Transita
con habilidad Kore-eda en la frontera de los géneros, utilizándolos o acudiendo
a ellos según lo requiere la narración en cada momento. Y así, pasa del negro a
la crónica social, del realismo al costumbrismo, o del análisis psicológico a
la paradoja, mediante un relato de apariencia sencilla, pero que cuenta con las
suficientes fuentes de información, por medio de detalles en principio no
especialmente llamativos o aparentemente simples comentarios, que consiguen
hilar e hilvanar una trama que va definiéndose al mismo tiempo que avanzamos en
su lectura.
Logra
Kore-eda la construcción de un todo a partir de pequeños fragmentos gracias a
un armonioso sentido de la narratividad, tan natural como preciso y premeditado.
Ese hilo del que tirar, al que se suele referir con frecuencia Muñoz Molina en
sus alusiones al hecho literario, y que en el caso de este autor japonés es
latente en su obra cinematográfica, pero también en la literaria, tal y como
podemos comprobar en Un asunto de familia.
Con
traducción de Rumi Sato, Nocturna Ediciones ha publicado en nuestro idioma la
novela del mismo título, sobre la que se apoyó para filmar su reconocida película,
primera que nos llega de las editadas por Kore-eda en su país. No me cabe duda
de que en los próximos meses tendremos noticias de nuevas traducciones de este
autor, que en su literatura mantiene ese pulso tan complicado, entre lo
cotidiano, lo perturbador, lo real y lo posible.
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