lunes, 26 de junio de 2017

RENDICIÓN


Un hombre que no provee a los suyos se va haciendo pequeño hasta que no existe.
Ray Loriga, Rendición.


Hay autores, creadores, que son importantes, esenciales, más allá de sus propias obras, aunque éstas también lo sean. Puertas que se abren, puntos cardinales, mapas que se extienden hacia nuevos confines. Primeras ruedas. Seguro que la primera era imperfecta por definición, incomparable con las ruedas de la actualidad, suaves, veloces, perfectas. Aerodinámicas. Pero sin la primera e imperfecta primera rueda no habríamos alcanzado la perfecta rueda actual. Aerodinámica. En el mundo de la cultura, en la Literatura, concretamente, son esenciales ese nombres, obras y personalidades que amplían el mapa, encienden nuevos focos, trazan otros caminos. Lo fueron, aquí en España, entre otros muchos, Valle y Juan Ramón, Cela y Goytisolo, Cernuda y Ferlosio, García Baena y García Casado, y Ray Loriga. También sucede que con frecuencia necesitamos que esas corrientes que nos atrapan desde el exterior cuenten con una referencia cercana, de aquí, que actúe como puente, como conexión. Hasta como interpretación. Leía a Carver, a Burroughs, a Kerouac, a Ballard, a Fante y no creía que pudiera haber “sucursales” de esos autores, de esas corrientes, en nuestro país. Pero las acabó habiendo, aliñadas con Cela, Valle, con Juan Rulfo, y con el mundo del cómic, y con las películas de Lynch o con esas canciones que solo podíamos escuchar en Radio 3, demostrando que el mestizaje es bello y necesario y enriquecedor, al mismo tiempo. No solo sucede en literatura, acudamos a la música, por ejemplo. Aceptamos, más allá de las minorías de siempre, el rock, el pop o el punk cuando los grupos e intérpretes españoles adoptaron estos estilos. Y eso que los Pistols y los Clash ya no existían cuando aquí comenzamos a saltar, como locos, mientras tocaba Siniestro Total, por ejemplo.
Niño adelantado de la Movida, rutilante rockstar literario de los noventa, héroe de la modernidad, tabaco y tatuajes, gafas de sol y canciones de madrugada, rodó películas y escribió guiones, los grupos indies compusieron canciones hipnotizados por sus libros, Ray Loriga apareció como una llamarada, entre desafiante y necesaria, en una España aún decimonónica, más allá de lo exclusivamente literario. Lo peor de todo, Héroes o Caídos del cielo se convirtieron en lecturas casi obligatorias de una juventud que quería escapar de todo lo que oliera a pasado. Lo erigieron en estandarte de la Generación X, lo veneraron y lo zarandearon, al mismo tiempo, lo etiquetaron hasta convertirlo en su propia marca. Y a pesar de eso, que es mucho, que la mayoría no habríamos podido resistir, y son muchos los ejemplos, Loriga sigue aquí, no forma parte del batallón de los zombies literarios y mantiene su apuesta por su propia evolución, así como su empeño por no repetir, una... sigue leyendo en El Día de Córdoba

lunes, 19 de junio de 2017

DOCE


Unas navidades después, con sus campanadas y sus Reyes Magos, y sus polvorones y turrones, blandos y duros, y sus muchas muchísimas reuniones familiares; dos docenas de conciertos después, de los Cure a Sidonie, varios festivales, de pulsera y vasos de plástico –que se almacenan en su museo sobre el frigorífico-; todos los cumpleaños después, propios y familiares, mis hijos, cómo crecen, casi me cazan en centímetros; seis docenas, al menos, de libros después, muchas lecturas en diagonal, el signo de estos tiempos, aunque también algunos momentos de rapto y de hipnotismo; después de las tragedias padecidas, Nacho se fue en enero y yo sigo sin creerlo, lo sigo echando de menos cada día, cada día más, y Paco que se quedó esperando el autobús que conduce a la eternidad; varios nacimientos después, Marita por fin llegó, morena y callada, dulce, crece y crece, entre besos y caricias, también lo de Samuel lo entiendo como un nacimiento, y hasta como un renacimiento, bienvenido de nuevo; una nueva novela después, Los amantes anónimos, estupenda lectura para este verano, momento publicidad; tantas series y películas después, que La batalla de los bastardos no es moco de pavo, ni el gran secreto de Nicole Kidman o la voz ronca de Ryan Gosling; tantas cervezas, y platos y postres después, entre amor y amistad, charlas y charlas, y risas, muchas risas; después de todos esos atardeceres, velazqueños o atlánticos, devorados, soñados, que erizan la piel; cientos de desayunos después, sin querer mirar, o quizá mirando de reojo, buscando un instante de placer prohibido; más de cien goles después, algunos de ellos marcados en partidos eléctricos, y decisivos e históricos, y por eso histéricos; unas semis contra el Atlético después, que eso es mucho, pero mucho, y una final de la Champions después, con baño incluido, a la mismísima Juve, doce Champions, doce meses después, todo un año sin fumar que cumplo hoy mismo. Y lo celebro, a lo grande, como esos cuarenta años que celebramos como si hubiéramos vuelto a cumplir dieciocho, y creo que me quedo corto.
Doce meses sin fumar, doce copas de Europa ganadas por el Real Madrid, vaya coincidencia. Desde que me recuerdo con un cigarrillo, que a pesar de esta abstinencia actual me sigo recordando con un cigarrillo entre los dedos, lo he incorporado en mis rituales ante un partido importante de mi equipo. Relato, lo que públicamente puedo relatar, me afeito muy temprano, y con mucho cuidado, me planto una camiseta del Madrid, cualquiera, la fetiche la reservo para el momento adecuado, y justo cuando va a empezar el partido, en el mismo momento que la pelota se pone en movimiento, encendía un cigarrillo, que en esta ocasión le pedí a Sai que lo encendiera por mí. Y creí que fumaba, de nuevo. La temporada que menos gastó en fichajes fue la que más títulos consiguió, y el año en el que más sobresaltos tuve, tanto positivos como negativos, dejé de fumar. Esas extrañas coincidencias/contradicciones que no podemos predecir, que son la propia naturaleza de la vida, ya que si no sería un guión que alguien nos escribe con terror y tesón, sin fervor... sigue leyendo en El Día de Córdoba

lunes, 12 de junio de 2017

APELLIDOS


Si usted ha leído o escuchado una noticia en la que cree haber entendido que puede cambiar el orden de apellidos de sus hijos o hijas, lo ha leído o escuchado mal, o no ha leído o escuchado completamente la noticia. Puede escoger el orden de los apellidos del primogénito o primogénita, salvo excepción de los hijos únicos, claro está, porque luego lo que vengan, si es que vienen, que la cosa no está para que vengan demasiados, tienen que llevar los apellidos en el orden del primero o primera. Si la mayor, Anita, se llama Pérez Gómez, el siguiente, Alejandro, que ahora es un nombre que se gasta poco –modo ironía-, también tiene que ser Pérez Gómez y no Gómez Pérez. Eso sí, cumplidos los 18 años, usted puede cambiar ese orden, me refiero al hijo o hija, si le apetece o gusta. Tampoco se pueden poner los apellidos que a uno le dé la gana, esto no funciona así; vamos, que no puede llegar al registro y exigir que su hijo se llama Giráldez de Austria y Condados Adyacentes, que no, tienen que ser los apellidos de los padres y de las madres correspondientes, sin matizar ni extender. Aclarado esto, comencemos por el principio. Desde que recuerdo me ha sorprendido el interés que despiertan nuestros apellidos, y basta con contemplar la cantidad de webs de pago que existen en donde te “aclaran” o definen tu árbol genealógico, la procedencia real de tus apellidos y hasta te hacen unos estupendos collages para colgar en el salón, a la vista de todos, en los que se demuestra que procedes de una noble y acaudalada familia de Zamora, o de Roncesvalles, que eso ya es la leche, pero que por culpa de no sé cuál conde, de manera injusta, traicionera siempre, te quitó tus propiedades, tus sirvientes, tu título nobiliario, y, sobre todo, que es lo que peor llevas, tus verdaderos apellidos. Desde treinta euros, de verdad, gastos de envío incluidos, que no te tienes que mover de tu casa para ir a recogerlo.
A lo largo de los siglos hemos utilizado los apellidos de muy diferentes maneras. Para determinar a quien pertenecíamos, los Rodríguez, por ejemplo, de Don Rodrigo, o los Núñez de Don Nuño, el del castillo nuevo ese con wifi incorporado en las almenas, el del todoterreno junto al foso. Para conocer nuestra procedencia, Lopera, Aragón o Asturias, sin más, tampoco le dieron tantas vueltas al coco. Para determinar al gremio al que habían pertenecido o pertenecían tus ascendientes o tú mismo, Zapatero, Tendero, Sastre, Herrero, etc. o simplemente para contar a todo el mundo tu trastienda familiar, y ahí tenemos ese Expósito que durante tantos años fue como una gran A púrpura –estigmatizante- sobre las frentes de sus propietarios. Y, por supuesto, nuestros apellidos han sido nuestros grandes localizadores sociales, antes de que los GPS... sigue leyendo en El Día de Córdoba

jueves, 8 de junio de 2017

MANCHESTER FRENTE AL MAL

Una vez más el horror, la sin razón del terrorismo más cruel, pero también más cobarde, ostenta todo el protagonismo de la semana. Medalla de oro en la olimpiada del pánico. Las primarias del PSOE, los plasmas de Rajoy, los nuevos inquilinos de Soto del Real, los micrófonos de Ignacio González, la secesión, el traje arrugado de Trump, el súbeme la radio de Enrique Iglesias, las gansadas de Machito Motos o la más que merecida Liga del Real Madrid quedan en un segundo plano, eclipsadas por la barbarie. Las portadas de los periódicos, tenidas por el rojo de la sangre. Sangre de inocentes. Tal vez nos sea demasiado fácil reconstruir los últimos meses –y hasta puede que los años- de Salman Abedi, el terrorista suicida de 22 años que con tan probabilidad es el responsable del atentado de Manchester. La explicación de su transformación, de un chico de barrio que jugaba al cricket en la puerta de casa, todo un británico, seguidor del City, un estudiante más, en la bestia que es capaz de acabar a sangre fría con la vida de 23 personas, la mayoría muy jóvenes, demasiado jóvenes, nos sonará como un eco que nunca terminó de salir de nuestra cabeza. Ya lo hemos escuchado antes, ya nos lo han contado antes, y nos lo han contado varias veces, desgraciadamente. Y cada vez que nos lo han contado han sido asesinadas personas inocentes, indiscriminadamente, por ningún motivo. Tras el primer relato, el que nos llega tras el primer impacto, ese borrador incierto al que le faltan demasiadas comas y puntos, repleto de sombras y con muy pocas luces, poco a poco comienzan a llegarnos retazos de la verdadera identidad y personalidad del verdugo. Sus evidentes conexiones con el yihadismo más extremista, sus rezos públicos a pleno pulmón, esas compañías extrañas a las que los vecinos no le concedieron la menor importancia, su cambio de imagen, la transformación, de crisálida a monstruo alado, es el segundo capítulo de este relato de terror.
Chicas muy jóvenes, usuarias de Snapchat e Instagram, orejonas de perrito y lenguas fuera, la vida puede ser divertida. En ocasiones es divertida, y cuando se es muy joven esas ocasiones son más. Visten como ella e imitan sus posturas y movimientos de los videoclips. Habían ido a escuchar a Ariana Grande, estrella mundial del pop más comercial. Lo pasaron bien, cantaron y bailaron, en ese columpio que roza el cielo que es la adolescencia y primera juventud. Todavía sin miedo al vacío. Gente muy joven, sin filiaciones, con todo el futuro por delante, con sus madres y padres esperándolas a la salida del concierto. Allí es donde aguardaba Abedi para llegar al momento álgido de su tenebrosa metamorfosis... sigue leyendo en El Día de Córdoba