El
premio Dos Passos, promovido y patrocinado por la agencia literaria del mismo
nombre y la editorial Galaxia Gutenberg, se creó con la intención de descubrir
nuevos y desconocidos talentos en el ámbito de la novela. No me cabe duda: en
su primera edición ha cumplido con creces con su objetivo, premiando París D.F. y descubriendo al joven
escritor mexicano Roberto Wong.
Ricardo
trabaja en una farmacia y la rutina de sus días, también de su vida, se quiebra
cuando un atracador desenfunda su pistola frente al mostrador. A partir de ahí,
lo que podría haber sido y lo que realmente fue se funden y confunden hasta no
saber dónde comienza la realidad y dónde concluye la ensoñación. De la misma
manera que se funden y confunden París y México D.F., hasta propiciar la
creación de ese nuevo ente que es Paris D.F. Una urbe imaginaria sin límites
provinciales.
Un
ente que bien podría obtenerse de la superposición de los planos de las dos
capitales, recreando un nuevo y metafórico callejero, en el que las avenidas y
plazas de una acaban siendo de la otra y viceversa, en una transmutación que va
más allá del mapa urbano, trasladándose al emocional y vivencial. Un juego de
espejos que nos traslada el universo de Borges, pero en el que también podemos
encontrar el juego narrativo de Cortázar, así como al Bolaño de Los detectives salvajes. “En Versalles
gira a la derecha, luego toma Marsella, Havre, Londres, hasta llegar, sin
percibirlo del todo, a un local de tarot”.
París D.F. es, igualmente, la narración de un hombre en busca
de su identidad o la incredulidad del propio ser sobre su construcción, y a la
que parece mantenerse ajeno, como si se tratase de un Frankestein ensamblado
por los hilos y costuras de los días y de las personas que se encuentra en su
camino. En esta búsqueda, Ricardo, su protagonista desfila por los oscuros
pasillos de la soledad, descubre lo que bien podría tratarse del amor y se
enfrenta a las sombras de su pasado.
Roberto
Wong se maneja con soltura y eficiencia dentro de su propio juego y nunca lo
intuyes atrapado en su propia telaraña, lo que nos habla de un autor maduro a
pesar de su edad y con la suficiente maestría para proponer e imponer su voz
narrativa. Alterna con equilibrio los fragmentos más descarnados y realistas
con otros más evocadores, en los que la insinuación le gana la partida a la
definición, a la concreción. Un autor a tener en cuenta, Roberto Wong, y una
más que notable ópera prima, Paris D.F.
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