A
veces, basta con un chispazo, un fogonazo o un relámpago, de apenas un segundo,
para que nuestra vida cambie. Ese segundo puede tener la forma de una decisión
repentina, de una mirada o de un mensaje de texto en un teléfono móvil, tal y
como le sucede al protagonista de Blitz.
Resumamos: Beto recibe en su móvil un mensaje por equivocación, gracias al cual
descubre el fin de su relación. El suceso se produce durante la estancia de
Berto en Munich, finalista en un concurso internacional de paisajismo urbano.
Desolado por el acontecimiento, el joven arquitecto decide ampliar su estancia
en la capital alemana unos días más de los previstos inicialmente. En esta
tesitura, tiene la oportunidad de escuchar la reflexión de un anciano
paisajista japonés acerca de la relatividad del tiempo aplicada a nuestra vida
y, sobre todo, conoce y comienza una relación con una mujer madura que le
dobla, prácticamente, la edad.
En
esta ocasión creo que es necesario relatar el argumento de la novela, en donde
encontramos los conceptos esenciales que aborda David Trueba en la narración:
el azar, la distancia, la soledad, el tránsito hacia eso que conocemos como
edad adulta, el amor, el viaje, el tiempo, la deslocalización y la confusión. Y
crisis, porque en Blitz hay mucha
crisis, la social que padecemos todos, y la personal, que afecta a Beto, casi
repentinamente.
David
Trueba regresa a la novela tras varios años de ausencia con un título, Blitz, que a pesar de su extensión,
incluso se podría entender como una novela breve, crece y permanece en el
interior del lector una vez concluida su lectura. Blitz es como uno de esos pequeños bocados, de un sabor intenso,
que sigue intacto en nuestro paladar horas después de haberlo consumido. Y lo
es gracias a los temas que aborda Trueba, y que fácilmente nos pellizcan la
piel, nos rozan, o se convierten en un espejo en el que nos vemos reflejados.
Porque una de las grandes cualidades de David Trueba como narrador, en ésta y
otras novelas, es esa cercanía, esa empatía, que logra con el lector. Bastan
unos pocos renglones para que reconozcamos en su protagonistas, Berto en esta
ocasión, a un conocido, a un familiar, y hasta puede que a un amigo. O a nosotros
mismos.
David
Trueba esparce a lo largo de la narración ese humor tan peculiar, que a ratos
puede parecer chistoso, incluso, pero que no dejan de ser las muletillas que
insuflan humanidad a sus personajes, y que nos evocan a la cotidianidad de
vidas como las nuestras. Un humor que no se contradice con el espíritu
reivindicativo de la novela, donde esta época de desigualdades latentes y
lacerantes, la precariedad laboral y la mengua de oportunidades, especialmente
para los más jóvenes, se ponen de manifiesto a lo largo de la narración. Brillante
por momentos, siempre amable, cariñosa, me atrevería a calificarla, envuelta en
esa narrativa tan característica que parece contar con su propio ritmo y
sonoridad, en Blitz están todos esos
elementos que han convertido a David Trueba en uno de los nombres fundamentales
de la narrativa española actual.
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