Media España quiere volver a cerrar los
párpados, volver a dormir, descansar hasta bien entrada la mañana, pero es demasiado tarde, y ya
han repartido los periódicos. Es muy
difícil, yo lo contemplo como un imposible, leer García sin sentir como se te agrieta la piel, como se te remueve
algo por dentro. Escuece, llega a doler, sí. Duele, araña. Los que admiramos su
poesía, que nos contamos por legión, estamos de enhorabuena, porque tarda lo
suyo en ofrecernos nuevo alimento. García
es el nuevo poemario de Pablo García Casado, el cuarto libro inédito del autor
cordobés, tras la publicación de su obra completa, bajo el epígrafe de Fuera de Campo, igualmente en la
editorial Visor. Un libro que es una ventana abierta a esta realidad voraz y
cansina, a ratos, demasiados largos los ratos, me temo; una ventana abierta a
este hoy que es tan desagradable, ruin e inhóspito con el hombre. No es éste un
tiempo cómodo, tampoco simple: la sensación de que todo puede cambiar en
cualquier momento viaja escondida en la maleta que mal arrastramos por esa
autopista sin área de descanso, pero el candado permanece cerrado. No conocemos
la combinación de las ruletas. Tampoco nos dejaron un libro de instrucciones,
una guía, una luz en la oscuridad. Media
España escucha las fauces de lo que se avecina.
Estoy pensando en mi hijo
cuando veo a mi padre. Ya soy mi padre. Tras
leer García no me cabe duda de que
Pablo ha realizado un Boyhood poético
con su propia obra, y puede que con su propia vida. En Las afueras encontramos al hombre que conoce a las mujeres, a la
noche, que sufre las primeras decepciones, la gloria y el infierno que se
esconden en nuestros días; el hombre que escapa una noche de viernes del jardín.
En El mapa de América el hombre
comienza a recorrer su camino, con una brújula que le muestra un mundo
desconocido, diferente, inclasificable. En Dinero
aparece el hombre que se enfrenta a la realidad, a las hipotecas, a los coches
comprados en cuotas mensuales, a la sucia dignidad que nos reporta la posesión.
En García, ese mismo hombre que hemos
visto crecer en los poemas, se esfuerza por agarrarse a los clavos, ardiendo o
no, que encuentra en el muro de la vida. Éramos
felices, teníamos trabajo. Un hombre azotado por las circunstancias de una
existencia que, tal vez, no es la prevista, pero que es la realidad de cada
minuto de ese reloj que nunca cambia de hora. Y, sobre todo, en García encontramos... sigue leyendo en El Día de Córdoba
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