El sueño de Cristóbal Colón,
alcanzar Oriente, Las Islas de las Especias,
navegando hacia el Oeste, tuvo un continuador en el marino portugués Fernando
de Magallanes. Como Colón, Magallanes estaba plenamente convencido de que
existía un estrecho que les permitiría cruzar aquella enorme porción de tierra
que ya comenzaba a definirse como América, para poder llegar a Las Islas de las Especias, que ofrecían
el oro de aquel tiempo: el clavo, la canela, el sándalo, la pimienta o el
jengibre. Sabores con los que camuflar la “caducidad” de los alimentos, en un
principio, y aromas para los perfumistas, posteriormente. Magallanes no
encontró aliados con los que alcanzar su sueño en su propia tierra: el rey de
Portugal no quiso apoyarlo. Tras unas largas y tensas negociaciones, el marino
consiguió convencer al Rey de Castilla, Carlos I, para llevar a cabo la soñada travesía.
Así es como se convirtió en el capitán general de la Flota de la Especias,
compuesta por cinco naos y una tripulación de unos 250 hombres, procedentes de
media Europa. En un mundo por descubrir, desconocido hasta en lo más evidente, la
I
Vuelta al Mundo, de la que se conmemora este año su V Centenario, constituye uno de los grandes acontecimientos de la Historia. Y no solo
desde un punto de vista histórico o geográfico, que también. Lo fue, lo sigue
siendo, porque supuso el primer tramo de entendimiento en un puente que unió
culturas y pueblos que se ignoraban por completo. Lo fue porque cabe entenderse
como el primer acontecimiento global de la humanidad, más allá de los
localismos. Y lo fue por todas las circunstancias, personajes, espacios y
fatalidades que se dieron cita en tan descomunal gesta. Una gesta que concluyó
tres años después, cuando El Cano, Magallanes no completó con vida el
larguísimo viaje, regresó al punto de partida, Sanlúcar de Barrameda, solamente
acompañado por 18 marineros, que sobrevivieron a todas las inclemencias que
padecieron.
La primera circunnavegación
demostró que la Tierra era redonda, que algunos de los mapas que se utilizaban
en la época no estaban del todo equivocados y que buena parte de los
instrumentos náuticos que manejaban eran eficaces. También confirmó, y
demostró, que el ser humano, de cuando en cuando, es capaz de sobreponerse a
las mayores y más dantescas adversidades. Gesta de tal dimensión, tuvo eco e
interpretación en diferentes manifestaciones artísticas, no tantas como merece esta
hazaña, destacando muy especialmente la Literatura. Echo en falta una gran
película o una serie, mejor, hay mucho que contar, porque la historia así lo
merece. Hay que tener presente que la gesta de Magallanes y los suyos fue
pionera en multitud de facetas, algunas ya señaladas, y que también supuso la
primera creación literaria in situ, gracias a Antonio Pigafetta. El italiano
escribió a bordo un diario, tan personal como parcial, obviando grandes
protagonistas y recreándose en la fauna y flora de los lugares que visitaban. Unos
siglos después, el escritor suizo Stefan Zweig, en 1937, publicó una biografía
novelada de Magallanes en la que abarca toda la vida del marino, así como el
relato de su travesía. Fiel a su estilo, Zweig relata el penoso viaje
adentrándose en las personalidades de sus principales personajes, gracias a un
exhaustivo y profundo análisis psicológico.
Más recientemente, casi coincidiendo
con el V Centenario, José Calvo Poyato ha llegado a las librerías con La ruta infinita, una novela que narra
los entresijos previos, así como la misma travesía que se conmemora. Despliega
Calvo, a lo largo de las páginas de su obra, una teoría muy interesante:
Magallanes, gracias a los consejos de un geógrafo, sabe de antemano que la Ruta
de las Especias se encuentra en la mitad española, tal y como había quedado
repartido el mundo en el Tratado de Tordesillas, y es por eso que se decante
por el rey español y no por el portugués para plantearle su audaz proyecto. Con
el rigor histórico que caracteriza a Calvo Poyato, con pedagogía, pero con toda
la agilidad del género de aventuras, narra el escritor egabrense en La ruta infinita todas las calamidades,
casualidades y traiciones que protagonizaron Magallanes, Elcano, Pigafetta y el
resto de protagonistas de esta gesta histórica. Demuestra Calvo en su libro,
que hay argumento suficiente para seguir interpretando, tanto en el presente
como en el futuro, todo lo que supuso esta aventura marítima que se sitúa en el
territorio de la épica.
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