En realidad, no hemos cambiado tanto. También podemos
arrancar afirmando que apenas hemos cambiado. Lo sabemos, lo sabes, tú y yo, lo
sabemos todos. Las cosas siguen siendo como siempre han sido, como queremos que
sigan siendo. Especifico, como los hombres queremos que sigan siendo. Y
levantamos muros, pataleamos, mordemos, utilizamos cualquier estrategia o
argucia, da igual, con tal de que la cosa siga siendo como hasta ahora, que es
como mejor nos viene y conviene. Lo que me llama la atención es lo rápido que
nos adaptamos a los diferentes cambios, a las otras evoluciones, cuando nos
interesan, cuando nos benefician, y lo que nos cuesta dar nuestro brazo a
torcer, levantar la pierna o pata, cuando esos cambios se refieren a la
igualdad de género. Wifi, smartphone, deportes de riesgo, implantes bucales o
capilares, libertad de horario de consumo de alcohol, corrección quirúrgica de
la vista, videoconsolas de realidad virtual, yo qué sé, siga usted mismo
rellenando la lista, que aún quedan mil cosas que aceptamos porque nos
benefician, y no nos cuesta nada, absolutamente nada, desdeñar lo pasado, lo de
siempre. El peso de la tradición pesa lo que a nosotros nos da la gana, me
refiero a los hombres, oiga, les adjudicamos y concedemos el valor que nos
interesa en ese momento. La igualdad de género es una “modernidad” que no nos
conviene, porque nos obliga a compartir el cortijo, porque nos sitúa en el
mismo nivel que las mujeres, a su misma altura, qué barbaridad, ya escucho el
eco de los primeros cabreados, apenas a un par de metros, no dispuestos a
conceder ni un solo centímetro. La igualdad de género no es más que apostar por
una sociedad del cien por cien, de las capacidades, de las ideas, de los
talentos, lo que nos beneficiaría a todos y todas, sin excepción, porque haría
de la nuestra una sociedad más rica, más sabia, más bonita. Y usted a lo mejor
entiende eso, que no es tan difícil de entender, pero es que hay muchos no
dispuestos a entender. Todos esos que consideran feminismo como el antónimo de
machismo. ¿Qué es un antónimo? Pues eso.
Se acerca el 25 de noviembre, Día Internacional
Contra la Violencia de Género, día en el que las cifras nos volverán a
demostrar con su frío pragmatismo que mantenemos una sociedad desigual, casi
coincidiendo, un año más, con la celebración del Feminario, que organizan esas
necesarias “insumisas” capitaneadas por Rafaela Pastor. Esas tías locas, gritan
desde el gallinero los de siempre. Han hablado en los pasados días del
patriarcado, que no deja de ser ese peso de la tradición al que me refería con
anterioridad, y que pesa lo que usted y yo queramos que pese. Hay mucho de ese
patriarcado, de ese asfixiante peso de los años, en el juicio de ese
terrorífico y repugnante grupo autodenominado Manada –aunque yo sigo
manteniendo que piara les define mucho mejor-. Se admite como prueba el informe
del seguimiento a la víctima, sí, a la víctima, por parte de un detective
privado contratado por la defensa de los acusados. Una argucia judicial o
pericial, dicen algunos... sigue leyendo en El Día de Córdoba.
No hay comentarios:
Publicar un comentario