Como ascender el Alpe D´huez con una bicicleta con
motor, como ganarle un partido a un equipo con tres jugadores expulsados, como
conseguir una buena fotografía con tres filtros de Instagram, como leer el
Quijote de Reverte y creer que te has leído el auténtico, como hacer el
salmorejo con la Thermomix o una fabada utilizando fabes de bote. No, así no
tiene mérito, y yo soy de los que piensan que las cosas hay que currárselas, y
bien curradas. Y es que desde muy pequeño me han enseñado, y yo he asimilado
sin dificultad, que todo aquello que no cuesta esfuerzo, todo aquello que no
merece la pena, que te hace sudar, de tal modo que hasta llega a doler, y no
solo físicamente, no merece la pena. Sí, soy uno de esos que cree, firmemente,
muy firmemente, en la cultura del esfuerzo, del tesón, de la dedicación, eso
que llaman trabajar duro, y que algunos creen que es un planeta del espacio
sideral en el que nunca tendrán que poner el pie. Me gusta lo complicado, me
gusta que los retos, cualquiera de ellos, me supongan un esfuerzo, mayor el
gustazo cuanto mayor sea el reto conseguido, obviamente. Y es que no me fío de
lo que no cuesta, de lo fácil, de lo que se consigue con un abrir y cerrar de
ojos. Siempre he recelado de lo gratis, de lo que se regala. Tal vez lo
desprecio por pura desconfianza, aferrándome a ese dicho que tantas y tantas
veces me repitió mi padre: nadie da duros a pesetas. Además, aunque pudiera, no
quiero que me den duros a pesetas, o euros a céntimos, actualicemos, quiero lo
justo, la correspondencia, la equivalencia, al trabajo, a los conocimientos, a
la dedicación, y al talento, también el talento, que todo pesa y cuesta. Todo
este preámbulo para hablar sobre los 280 caracteres de Twitter, que ha sido la
gran noticia de esta semana, junto a la gran noticia de las últimas semanas y
meses, y que por eso de la insistencia, y hasta de la pesadez, está comenzando
a dejar de ser noticia. Y es que han sido tantos y tantos y tantos los días
históricos vividos, que le hemos empezado a coger gusto, y cariño, y hasta algo
más, a los días normales, con sus cosas normales, protagonizados por personas
normales.
Perdón por el lapsus, todavía no sé cómo se me ha
podido olvidar, que esta semana, además del gran tema, hemos tenido otros dos
grandes temas, de importancia considerable y que han marcado un antes y un
después en nuestra historia más reciente. Por primera vez, sí, por primera vez,
no se extrañe, aunque yo sea el primer extrañado, se ha suspendido sin previo
aviso la nueva edición de Gran Hermano, que habían apellidado Revolución
en esta nueva entrega. Dicen que por una supuesta agresión sexual, aunque
también apuntan como consecuencia a su escasa audiencia. Si éste último, el de
la audiencia, es el verdadero motivo, es una buena señal, aún hay esperanza,
aún podemos seguir confiando en la especie humana. Eso sí, lo siento por cierta
publicación semanal, que se ha quedado sin la cantera para sus portadas. El
otro tema, gran tema, también histórico, qué barbaridad la de días históricos
vividos recientemente, es el de la camiseta de la Selección Española de Fútbol,
obviamente, que nos ha tenido en vilo durante unos cuantos días. Analicemos,
cuánto de morado tiene, cuánto de exaltación del republicanismo podemos
encontrar en la zamarra. Pues como en esos dibujos del Ojo Mágico, centre la
mirada hasta quedarse bizco y responda.
Después de la semana vivida, con tan magnos y
profundos acontecimientos acaecidos, después de tantas semanas de pesadilla
independentista y después del anuncio de la red social del pajarillo, la verdad
es que apenas accedo a mi cuenta, y que cuando ... sigue leyendo en El Día de Córdoba
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