Toc toc, despierta, que es septiembre. Ya estoy,
ya estoy. ¿Sí? Pues abre los ojos. Los abro. Y frente a mí un nuevo
coleccionable que coleccionar en sus dos primeras entregas, que luego cambia de
precio y ya no trae cuenta. Frente a mí los estuches, las mochilas, los libros
por forrar, rotuladores, lápices y reglas, atrezzo escolar. Frente a mí los
cromos de la Liga, Asensio colando goles estratosféricos, bufandas y camisetas,
himnos y escudos. Frente a mí la tarjeta del gimnasio, mi primer gimnasio, mi
primera vez frente a esos terroríficos aparatos que te desafían entre una nube
de sudor. Frente a mí la realidad, este hoy que bien podría ser un eco de ayer,
pero que no deja de ser el portal de ese futuro que imaginamos o deseamos. Las
alarmas han despertado, despertándonos a todos, cinco minutos más, suplicamos,
y como estrictas merkeles, incluso como thatchers de acero y
fuego, repiten su letanía. Aquí estamos, aquí seguimos. Como cantaron el Dúo
Dinámico, banda sonora de esa serie que nos acompañará el resto de nuestras
vidas, sin o con reposición al canto, el verano se va, se acaba, volvemos a
tener control horario, volvemos a entregarnos a los días y sus cosas, aunque en
verdad nunca dejamos de hacerlo. Tal vez creer lo contrario sea suficiente. Sí,
se va el verano, y nada me gustaría más que el resumen del verano fuera otro,
bien diferente. El verano de Neymar, no me habría importado, sin pudor le
habría adjudicado el papel protagonista, en esa comedieta de dinero, bochorno y
especulación en la que se ha convertido el fútbol. No quiero recordar la cifra
porque me parece tan obscena y desmedida que proclamarla lo entiendo como haber
caído en la red de la codicia. Eso sí, impagable la imagen de esos dos
abogados, como sacados de una secuela de Fargo, que cargaban el dinero
en una maleta, a las puertas de la Federación.
Sam Shepard, a pesar de la tristeza de su pérdida,
maldita ELA, podría haber sido un digno protagonista para este verano que se
nos va. Recordar sus películas, recordar sus libros, sus poemas. La buena suerte consiste en caer del lado izquierdo
del Azar. Durante
años quise ser Sam Shepard, una especie de Leonardo contemporáneo: magnífico
actor, brillante escritor, capaz de enamorar a la Jessica Lange más
deslumbrante, ¿qué más dones o habilidades puede tener un hombre? Y, por
supuesto, me habría encantado que la gran noticia de este verano hubiera sido
la de esa hormiga, solitaria y minúscula, recorriendo el busto de la Dama de
Elche, esa Princesa Leia originaria e ibérica. Una hormiga que, como Tom
Cruise en cualquiera de sus misionesimposibles, ha desafiado todo lo
desafiable y se ha colado en esa escafandra hermética con la que la valiosa
obra pretende ignorar el tiempo y sus poluciones. Una diminuta e insignificante
hormiga que ha acaparado las portadas de los informativos, cumpliendo así el
sueño de la otra célebre hormiga, la Atómica. Habría sido la
protagonista veraniega más insospechada de cuantas hemos tenido a lo largo de
los veranos... sigue leyendo en El Día de Córdoba
No hay comentarios:
Publicar un comentario