Meses leyendo comentarios en foros de dudosa
credibilidad, pero que aceptamos según la conveniencia, como san Google –que
todos los días celebra su onomástica-. El mapa sobre la mesa de la cocina. Ha
llegado el momento, la espera terminó. Cafetera y manta, carretera y mantra.
Chanclas, a pesar de los juanetes y de los suelos de mármol, a pesar de la DGT,
a pesar de los pesares. Señale en el GPS las coordenadas del punto escogido. Ya
queda menos, no se apure. Maletas al poder, que la señal de wifi descanse por
una temporada, que bien merecido lo tiene, que ya ha sudado lo suyo. Y su sudor
se cuela por las rendijas del climatizador. Es ese zumbido, esa humedad
desconocida que nos sorprende en mitad de la noche. Todos tenemos nuestros
lobos, y no solo los personajes de Juego de tronos. Y hasta muertos en
los armarios, con su naftalina y sus bolsitas transparentes. Zona mixta,
banquillazo, un descanso, que el partido se aproxima al minuto 90 y le he
pedido a Sergio Ramos que lo resuelva sin necesidad de prórroga. Es el momento,
ese momento. Poco me gusta más que rellenar una nevera de plástico con
cervezas, refrescos y filetes empanados y pasarme el día entero en la playa,
bajo la sombrilla. Aunque tampoco desdeño un buen chiringuitazo, a darlo todo,
entregado a la causa, con los pies asfaltados en arena. Dormir la siesta, con
ese delicioso mal final: media hora intentando volver a la vida. Siestas con
regusto a cerveza, sardinas y gazpacho, ese combinado aconfesional y nada
espiritual. Una pila de libros me aguardan, novelas que el sueño no me dejó
leer, hojas a maltratar con gusto, sin disgusto. Los libros son para vivirlos.
Volver a escribir, intentar volver a escribir, transcribir los sueños, las
ideas, las anotaciones de una libreta con pastas negras. Buscando la señal en
el camino, cansado de la dictadura del stop. Hablar y hablar, y
escuchar, más importante y nutritivo, sentir, mirar, que miramos y nos miramos
muy poco y es gratis. Como sonreír o pronunciar un cálido buenos días todas las
mañanas. Es gratis, es la mejor inversión. Y no solo por mercadotecnia
personal, por todo y más.
Me voy, pero volveré, como cantaba Nino Bravo.
Aunque yo no sé si volvemos siendo los mismos, si no nos dejamos fragmentos,
pedazos de mayor o menor tamaño, allá por donde pasamos. Quiero pensar que esa
imagen es cierta, que contaminamos, positivamente, positivamente, a las
personas y lugares con los que vamos contactando a lo largo del camino. Tengo
claro que hay quien requiere de otro verbo, y polucionan, les basta con una
mirada, con una simple palabra. Pobres ellos, pobres de ellos. Contaminación de
sonrisas, de abrazos, contaminación de belleza, seamos generosos con el
significados de los verbos y no caigamos en sus primeros usos, que merece la
pena rascar la cal de la pared y rescatar los ladrillos que sobreviven al paso
del tiempo. Y es que a veces hay que esconderse o simplemente irse para
regresar con más ganas o para dejarse añorar, que nada es más cansino y
aburrido que una continuidad forzada. Si hay que estar se está, pero estar por
estar es no estar o es estar demasiado, no es exactamente así lo que vende el
refranero pero la versión viene fenomenal en este momento.
Durante tres semanas nos deleitarán con todos esos
reportajes que repiten todos los veranos como el ajo en el salmorejo, aunque
por ello no dejen de ser adorables, como lo fueron las cinco primeras
reposiciones de Verano Azul. La sexta ya me empezó a cansar y dejé de
llorar cuando Pancho gritaba por la playa la fatal tragedia. Es lo que sucede
con la insistencia, con la repetición, con querer estar siempre ahí, siempre
ahí, martillo pilón. Todo esto para justificar que me voy, que hasta septiembre
no regreso y que prometo hacerlo con la batería a tope, que ya nadie utiliza
pilas, y con la mochila repleta de buenas intenciones, que como digo cada año,
ajo de mi salmorejo, los años comienzan en septiembre, que es cuando llegan los
coleccionables, las colas en los gimnasios y nuestros hijos estrenan curso,
compañeros y maestros. Y vuelta a empezar, que la noria sigue. No se baje, no
deje de girar.El Día de Córdoba
No hay comentarios:
Publicar un comentario