La editorial española Malpaso tuvo la suerte de recibir del propio E. L. Doctorow la recopilación de sus Cuentos completos,
ordenados por él mismo. Mucho más que una primicia, un auténtico tesoro
literario que la desdicha ha convertido casi en un testamento, ya que
el escritor norteamericano falleció poco tiempo después de enviar a los
editores españoles su obra.
Buena parte de los lectores de Doctorow tuvimos conocimiento de
su existencia gracias al cine, a la adaptación de algunas de sus novelas
más célebres, entre las que destacan Ragtime y Billy Bathgate. Pero Doctorow es
mucho más que es un escritor de películas, cabe considerarlo como uno
de los grandes cronistas de la sociedad norteamericana de los últimos
cincuenta años.
En estos Cuentos completos recorremos esas interminables carreteras que tan bien nos ha mostrado Wim Wenders,
en su filmografía, que suene Ry Cooder, en compañía de mujeres y
hombres abrumados por su presente, presos de su pasado y angustiados por
su futuro. Parejas que fracasan, familias que se desmiembran como una
muñeca rota, hijos que reniegan de sus padres y padres que no tienen
respuestas que ofrecer. El relato de un país sumido por los efectos de
una guerra en el corazón del odio y de las tinieblas, la corrupción
estructural de su clase político y una economía que azota a la clase
media.
Descarnado, vibrante, desnudo, certero, preciso, comedido en las
descripciones, versátil con los silencios, despojado de cualquier
calificación, Doctorow nos muestra una sociedad que se hunde en
el pasado y que no atisba una luz en el final del túnel, bien porque
nadie se la muestra o bien porque, sencillamente, no existe. O porque
nadie la busca. Una sociedad en la indefinición.
Doctorow traslada a sus relatos el latido de su tiempo, lo que
llega a provocar en el lector un estado que me atrevería a calificar
como de desasosiego, ya que es tal la nitidez, la realidad, de las
situaciones y de los personajes que nos muestra, que es prácticamente
imposible mantenerse al margen. En la piel de estos Cuentos completos
podemos encontrar nuestra propia piel, con sus cicatrices sin curar,
con sus quemaduras provocadas por el paso del tiempo. Una descarnada y
honesta, y por tanto real, lección de Literatura.
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