Acabo
de ver Magical Girl, del debutante
Carlos Vermut, ¿por qué he tardado tanto tiempo? Todavía no sé si me ha
gustado, si la he asimilado, lo único cierto es que me siento conmocionado,
atropellado a ratos. Bárbara y la incierta belleza de la fragilidad. Bárbara Lennie, el rostro, el cuerpo estigmatizado, de la fragilidad. Recordamos
a Marilyn, sus faldas vaporosas, su lunar y sus morritos, del mismo modo que
recordamos a Elvis, tupé y pelvis, dos de los grandes iconos que la cultura del
siglo XX nos dejó. Marilyn, débil y curvilínea, enigmática y dócil, novia
americana por excelencia. Las caderas de Elvis, el concepto de un nuevo hombre,
bailarín y tierno, el primer roquero. Los dos se entregaron al sueño eterno de
los barbitúricos, los dos dejaron docenas de preguntar sin responder, los dos
supusieron una ruptura con el pasado, diferentes. Y, sobre todo, los dos fueron
seres tremendamente frágiles. Una fragilidad que marcó sus vidas, en todas las
direcciones, hacia el abismo y hacia la cima; una fragilidad que les acarreaba
terribles consecuencias, soledad, dolor, pero que también los revestía de un
aura que los diferenciaba del resto de los mortales. Cuando más frágil era
Marilyn, más bella se mostraba en público, cuando sus ojos se encontraban en la
antesala del llanto, más hipnotizaba. Elvis resucitó en Hawai, aparentemente ya
no era el chico delgado y danzarín, pero la fragilidad indestructible de su voz
en Suspicious Minds aún consigue
emocionarnos. Camarón de la Isla también es un buen ejemplo de fragilidad,
emocional, física, íntima. Cuando su voz parecía agotarse, cuando se intuía la
fragilidad en el siguiente instante, Camarón nos ofrecía sus mejores registros,
era más único e irrepetible. La fragilidad le acompañaba más allá de los
escenarios, en la intimidad, ante las drogas, en la fama, en sus relaciones
personales. Salvador Dalí es un gran homenaje a la fragilidad. Jamás consiguió
aceptarse, jamás pudo saber quién era realmente. Parapetado tras la fragilidad
siempre necesitó de alguien a su lado, de una protección, de un refugio, de
García Lorca a Gala.
Woody
Allen ha transformado su fragilidad en un humor amargo que nos ha cautivado
durante décadas. Un hombre superado por sus fobias, por sus manías, acechado
constantemente por las –supuestas- enfermedades. Almodóvar ha creado un
universo propio en torno a la fragilidad, que hemos podido ver en sus mujeres,
al borde de la angustia, atacadas por entornos tremendamente hostiles. También
encontramos magníficos ejemplos en el mundo del deporte. Maradona y sus
carencias y adicciones, la supuesta fragilidad de Leo Messi, la emotiva
fragilidad actual de Nadal, la leyenda contra el peso de los años. La
fragilidad cuenta con una esencia mágica, a veces trágica, que nos hipnotiza.
Nos situamos al lado del frágil con suma facilidad, lo mimamos desde la
distancia, lo acurrucamos si lo tenemos cerca.
En
muchos casos, la fragilidad es la máscara bajo la que se esconde la diferencia,
la personalidad, la autenticidad. A menudo tengo la impresión de que con
nuestra corrección, con la cuadrícula globalizada y alienada en la que hemos
convertido nuestras vidas y sociedades, encerramos en el torreón de la
fragilidad a todos aquellos que son diferentes, y que no pretenden recorrer el
mismo camino siguiendo los pasos señalados en el alquitrán. Tal vez por eso la
fragilidad nos embauca, ya que nos muestra el feliz sueño que nos invade cuando
cerramos los ojos. En Magical Girl la
fragilidad es la ventana abierta a un mundo desconocido. Ese mundo que,
aparentemente, no queremos conocer pero que contemplamos abriendo una rendija
entre nuestros dedos.
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