Ponte el sayo con el agua de mayo o algo así
dice ese refrán que nunca he llegado a memorizar. Y miras hacia el cielo y las
únicas gotas que contemplas son las que caen desde tu frente hasta tu barbilla,
tras salto olímpico en la nariz. Pues ya estamos en mayo, ese mes entre meses,
en Córdoba sobre todo, que suspira todos los días de cada mes hasta que regresa
su mayo de nuevo, como ese hijo que emigró al extranjero. Parece que, cuando se
va, lo hace para no volver, pero siempre lo hace, sí, de verdad, y siempre nos
parece nuevo, más bello y radiante, más mayo. Patios y Cruces, rejas y
balcones, pinchitos y pimientos, toneladas de flamenquines, un río de salmorejo
–la cama cerca y el agua lejos-, barras de aluminio, altavoces impertinentes e
impenitentes, faralaes y albero, el tostón de los caballos, astas y pañuelos, ¡música!, vete a la discoteca, responde
un anónimo al grito anónimo y repetido de cada mayo. Feria de la Salud, con lo
malito que uno acaba, pues no vamos a recordar lo de Vistalegre, las Quemadas y
los Olivos Borrachos. Corramos un tupido velo, eso. Este mes que rima con
desmayo, y con rayo, y con callo, y con serrallo, Mozart compuso un rapto
violento y enérgico, muy a su estilo; este mes, mayo, que rima con sayo, y que
significa luz, diversión, madrugadas, juventud, cal y geranios, y todo eso que
a usted le suscite el nombre del mes, que las emociones son libres como ese
viento que pronto echaremos de mes, cuando el termómetro apriete y añoremos hasta
la rebequita más fina del armario. Este mes, sí, especial siempre, y diferente,
y trascendental en este año, así lo ha querido el calendario electoral, que no
epistolar.
Cómo no está apretado el calendario, pues eso, cuarto y mitad más, que
con suerte reventamos. Tampoco lo creo, que estamos acostumbrados a lo que nos
echen encima, eso es así. Tocará desmayo. Lo prefiero a diana, pues también. Entramos
de lleno en la campaña electoral, lo que ya no tengo tan claro es si la campaña
electoral entra en nosotros o nos resbala soberanamente, como si estuviéramos
cubiertos por una piel de parafina, a lo Pacquiao. Todavía no entiendo como no
le ganó al Mourinho del boxeo, el
otro. A mí no me resbalan las campañas electorales, no, soy uno de esos
votantes que se leen los programas y que escuchan las propuestas. Y veo los
debates, también, que una mirada... sigue leyendo en El Día de Córdoba
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