Que
las modas forman parte de nuestras vidas, que nos influyen en mayor o menor
medida, que nos condicionan de un modo u otro, eso ya no hay quien lo niegue,
así, con sonido de tango. Basta con mirarnos al espejo para comprobar que esas
hombreras, colorines y hasta greñas del pasado han desaparecido, dejando paso a
un aspecto más estricto, más mínimo, más ceñido, más corto en todo. Las modas
que influyen en nuestro aspecto exterior siempre me han divertido, ya que ese
refrán que proclama aquello de esa agua que nunca has de beber siempre acaba
admitiendo una o varias excepciones, y el agua vuelve, aunque haya movido
trescientos molinos a su paso, la volvemos a beber, y de un solo trago, todo
para dentro. Haga memoria. A este paso, necesitaremos un descomunal armario en
donde guardar toda la ropa que utilizamos, porque en algún momento de nuestras
vidas, más tarde o más temprano, volverá a estar de moda. Ahora lo llaman vintage, que suena mejor, y vintage, por ejemplo, es esa máquina de
coser Singer a la que ya le hemos
dado setecientos usos o ese cenicero de latón de una conocida marca de vermú. Mazinger Z también es vintage, y Heidi, que la han vuelto a
reponer y en 3D, eso es poderío. Como se ponga de moda el tener la piel
virginal, sin ningún tatuaje en ella, o sin ningún tipo de orificio, no quiero
imaginar el negocio que van a hacer los especialistas en injertos y en
restauración de agujeros, se van a poner las botas, forrados. No se ría, que es
una posibilidad cierta que esa moda vuelva, y en cualquier momento. Después de
esa tendencia de llevar pañuelo en cualquier época del año, incluido el
peor de los agostos, yo ya me creo
cualquier cosa. Esperemos que Pablo Alborán se cure pronto del resfriado, porque
vaya tela el dañito que está haciendo, y no solo estético, me temo.
¿Hablamos de peinados, de anchuras en los
pantalones, de modelos de gafas? Mejor mantenemos escondidas esas fotografías
del pasado. Como los vinos, mejoramos con los años, mantra para mantener a
salvo la autoestima. Aunque las modas me suelen divertir, las siga o no, la
última de la que he tenido conocimiento no me ha gustado nada, pero nada, ni
chispa de gracia, y eso que debería
estar contento, ya que la práctico sin necesidad de esfuerzo. Hace unos días
leí que la última tendencia masculina es ser un fofisano, vaya palabreja. ¿Qué es un fofisano? Muy simple, es un hombre, porque solo es de hombres, con
aspecto saludable, que exhibe sin pudor su tripita, ya sea cervecera, jamonera
o bocadillera, según las economías y las preferencias. ¿Hay mujeres fofisanas? No, prohibido, las mujeres
tienen que seguir... sigue leyendo en El Día de Córdoba
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