Pocas
trayectorias tan sólidas y perfiladas, lúcidas, podemos encontrar en la
cinematografía nacional como la del director sevillano Alberto Rodríguez. La
suya es una carrera en constante evolución y crecimiento, título tras título ha
consolidado y ampliado las expectativas, filmando algunas de las mejores cintas
de los últimos años, como son 7 vírgenes
o Grupo 7. Y recientemente lo ha
vuelto a demostrar, y de qué manera, con su nueva película: La isla mínima. Me atrevo a aventurar,
sin temor a equivocarme, que nos encontramos ante una de las producciones más importantes
de la temporada. Alberto, en su nueva creación, ha pulido y avanzado en su
propio estilo, su personal visión y concepción de la narración está más
presente, lo que propicia que su obra gane en autenticidad, en pulsión y en
precisión. Una vez más, y como ya viene siendo habitual, Rodríguez firma el
guión junto a Rafael Cobos, otro autor que debemos tener muy presente, y que a
tenor de los resultados van camino de convertirse en una especie de Cohen béticos. No me cabe duda de que si
Alberto y Rafael hubieran nacido en San Francisco y sus nombres fueran Albert y Ralf, la crítica internacional estaría rendida a sus pies, y nos
hablarían de los dignos herederos del mejor De Palma, Sam Peckinpah o Scorsese. Tenemos la suerte de que sean
españoles, andaluces, lo que demuestra que el talento no entiende ni de
fronteras ni de idiomas.
Una de las características del cine de Alberto
Rodríguez, y que yo considero como su mayor habilidad, es que sus películas
cuentan con varias pieles o capas, tal si nos encontráramos ante una metafórica
cebolla cinematográfica. En La isla
mínima vuelve a valerse del género, lo que entendemos y reconocemos como el
género, el thriller en esta ocasión,
para hablarnos y sumergirnos en otros muchos asuntos. Una España que se hunde
en su propio fango frente a una España que pretende recorrer su propio camino,
la invisibilidad, el maltrato, que han padecido las mujeres durante siglos, el
arraigado concepto de familia o el abandono de una Andalucía en el sur del sur.
Estos y otros temas dentro de una trama impecable, arquitectónicamente precisa... sigue leyendo en El Día de Córdoba
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