Hace dos años justamente, Eric Jiménez, batería de Los
Planetas, Lagartija Nick, el Omega de Morente y una larga lista de bandas,
míticas en su mayoría, presentó en su bar, que os recomiendo muy
encarecidamente, El bar de Eric, por carta y decoración, mi novela Biografía
Autorizada. Una novela en la que narro la trayectoria, la vida, de una
supuesta estrella del rock nacional, que comienza su andadura en los ochenta, y
que continúa en la actualidad, en solitario. Una novela que escribí como
tributo a la música, pero también por leer esa obra que la literatura rock aún
no me ha ofrecido. Una literatura repleta de biografías que repiten estándares
muy comunes, infancias desoladas, todos nacieron en el seno de una familia muy
humilde, de escasos recursos, pobres a más no poder, de las afueras de
Manchester, Londres, Dublín o Nueva Jersey, siempre hay un poquito de trapos
sucios, para alimentar el morbo y demás, y sin embargo hay muy poca música, se
quedan en la estratosfera, nunca descienden, nunca cuentan cómo se produjo el
milagro, cómo llego, que chispa originó el incendio, la creación, ni cómo lo
llevaron a cabo; en definitiva, se guardan y se callan su fórmula de la Coca
Cola. La mantienen a salvo, no quieren compartirla, como si hacerlo los
convirtiera en mortales. Escribí Biografía Autorizada porque quería leer
la historia de un músico hablando de música, y no de chismes, adicciones y
familias desestructuradas. Quería retratar al músico en la intimidad, lejos de
los focos. Si Eric ya hubiera publicado Cuatro millones de golpes con
anterioridad tal vez no habría escrito mi novela: habría encontrado lo que
andaba buscando.
Eric Jiménez es el máximo común divisor del rock
español, también lo podemos considerar como una especie de Forrest Gump
musical, siempre está ahí, en el momento propicio de la historia más reciente,
en el lugar adecuado. Batería del grupo español más importante de las últimas
décadas, Los Planetas, participante, además de una manera muy decisiva, del
disco con mayor repercusión internacional del rock español: Omega y para
rematar lo que sería la Pagana Trinidad Roquera, Eric coprotagoniza, junto a J
y Gaizka Mendieta, el himno más coreado en los festivales españoles: Un buen
día, que hasta la reina Letizia, eso cuentan, baila en la intimidad. No me
cabe duda de que Eric es uno de los nombres imprescindibles de la escena
musical española, y por tanto la información que aporta en esta biografía es
esencial, fundamental, para conocer la historia más reciente de la música
española, desde los ochenta hasta la actualidad. Una historia narrada con una
sinceridad pasmosa, tanto que se podría haber titulado Honestidad brutal,
apropiándonos del maravilloso trabajo de Andrés Calamaro. Una infancia, la de
Eric, en unas condiciones durísimas, pero que él recuerda con cariño, incluso
desde la felicidad. Infancia que nos habla de ese otro tiempo, no tan lejano,
aunque pudiera parecerlo, y que nos ayuda a comprender los grandes cambios
sociales, políticos o culturales que se han... sigue leyendo en El Día de Córdoba
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