Estamos condenados a vivir
entre los cauces secos de los ríos.
Nacho Montoto.
Los cantantes de los grupos indies sueñan con
parecerse a Nacho, y nadie luce unas Converse o unos pantalones verdes
como Nacho, y luego se ríe cuando le digo que es un vetustamorla. No
estamos todos, aquí falta gente. Si narrase en una novela todas las
circunstancias que rodean el fallecimiento de Nacho Montoto se me tildaría de
escritor tétrico, absolutamente alejado de la realidad, ya que sería muy
difícil encontrar un lector que creyese lo que le estaba contando. Tanto dolor,
tanta tragedia no es posible, no cabe en tan breve espacio de tiempo. Tendemos
a no creernos las casualidades, las malas y trágicas casualidades. Y ocurren,
aunque las neguemos. De hecho, yo sigo creyendo que todo es producto de la
imaginación, y hasta de la locura, colectiva, que se trata de una mala
pesadilla. Sigo creyendo que mañana despertaré con un nuevo mensaje o tuit
suyo. Nachito, que no me des más la tabarra con los árbitros, que estás muy
pesado. Por eso, yo no quiero hablar del Nachete que –dicen- ya no está.
Obvio el pasado, me miento, obvio el dolor, me anestesio premeditadamente.
Vamos a hablar de vida, de amistad, de luz, de energía, de todo eso que
representa Nacho Montoto. Y aunque siga siendo temprano, sonidos y olores de
cafeteras, perdone la inconsciencia, brindemos por él, por la vida, por la
amistad. Nacho es muy de celebrar, de brindar, recuerdo alguna presentación
libresca en la que lo hemos hecho. Y es mucho de reír, de abrazar, de besar, de
no contener la emoción cuando se siente entre amigos, querido. Hoy toca hablar
de la vida, de la presente, de la que está por llegar.
En Nachito tengo uno de los mayores fan que
recuerdo, y le ruego que perdone esta falta de humildad, pero necesito
compartirlo. No te pases, le digo yo, cuando relata mis proezas al recién
presentado. Tardé en darme cuenta, forma parte de su amor por la Literatura. De
una generación superior, me solía llamar su “hermano mayor”, fui uno de los
primeros escritores que conoció y esa primera sensación siempre ha permanecido
en su interior. Respeto, cariño, amistad, admiración, obviamente mutua, esos
son los ingredientes de esta combinación que ahora me cuesta tanto describir. Y
mucha generosidad, infinita. Nachete, no te pases, que luego no es para
tanto, le digo yo, y él trata de convencerme de tal o cual libro que anda
leyendo. Habla de libros y de autores con la pasión del que defiende a su
equipo en la barra del bar. Que podemos ser cualquiera de los dos los que
defendemos a nuestros equipos en la barra del bar, por otra parte. A pesar de
los colores, somos respetuosos, aunque a mí me encanta pincharlo y picarlo, y
él sabe que lo consigo. Yo quiero siempre que el Atlético llegue a las
finales, le digo, y Nachito gesticula una sonrisa que intenta ser malvada
pero que no le sale. No sabe, ni fingiendo. Y no, no voy a hablar de los poemas
que nos perdemos, de la ternura que desprende, de lo que supone ser su amigo,
porque sigo sin creerme nada de lo que me cuentan, aunque lo haya visto con mis
propios ojos. Tampoco voy a hablar de su energía, de su curiosidad, de su
capacidad, de su talento, porque están ahí, muy presentes. No voy a repetir el
título de sus libros: búsquelos en las librerías y en las bibliotecas; léalo,
de principio a fin. Nachete, vaya Cosmopoética chula te has currado con el
Dobla; no ha estado mal, me respondió entre sonrisas.
Hablar de Nacho, con Nacho, es hablar de Gala, y de
Teo y de Pepe, que muy pronto abrirá los ojos. Es hablar de amor, y de vida, de
mucha vida, de pura vida. Es hablar de fuerza, de energía, me repito, lo sé,
pero es que hay mucha. Lo sabes, Gala, la tienes. Leo de nuevo el tuit, aquí,
claro, sigue estando aquí, muy cerca, lo veo en la grada, frente a la pantalla,
en Lisboa, Milán o Madrid. Con un libro en las manos, con bufanda, como un
Byron 2.0, con esos pantalones verdes, rojos o azulones que luce como nadie.
Esta noche
la luz aguarda entre nosotros a la espera de que alguien la tome entre sus
manos y se transforme en faro que guíe el buen camino. Y que suene la música, que nunca deje de sonar.
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