Pasan los años, soplo las velas que el viento empuja
y me zambullo en la ternura de las redes sociales, que también pueden ser
tiernas cuando el time lime de la emoción despierta. Vaya cómo he
empezado hoy, intuyo frenada para no derrapar en las curvas. Pasan los años,
todavía no pesan, y mi capacidad de sorpresa sigue y prosigue intacta, como
recién encalada, como mantenida en lejía, blanca y reluciente. Me sigo
sorprendiendo de casi todo, o de mucho, y yo no sé si eso es una virtud o que
la locura de este mundo sigue creciendo, ya fuera de control, ha traspasado los
límites más infinitos de su propia locura. No lo sé, tampoco me apetece
averiguarlo, que no quiero billete para un paseo por el abismo. Pasan los años
y seguimos considerando al verano en curso como el verano más caluroso de la
historia reciente de las calores mundiales. Tiendo a pensar que la “historia
reciente” abarca los últimos seis meses, como mucho. Pasan los años, aparte de
ahí esas velas, que los números son fríos cuando es uno mismo el que los
cuenta, y sumemos momentos, vida pura, la vida tal cual, que lo demás ya no
está y queremos olvidarlo. Pasan los años y el fanatismo, el terrorismo, sus
atentados, sus cafradas, me siguen golpeando las entrañas, me siguen doliendo,
como si escuchara las noticias por primera vez. Me sorprende el odio
inconsciente tan resistente al paso del tiempo, ese odio loco que no mengua,
que se mantiene, así el tango marque el tiempo. Pasan los años, con sus canas y
sus arrugas, más en la camisa que en la cara, efecto de las cremas y de la
insistencia, seamos sinceros, y me asomo al retrovisor mirando de reojo el
tiempo vivido, consumido, amado, saboreado. Pasan los años y me siguen
entusiasmando las mismas cosas que cuando era un crío, empiezo a pensar que las
cosas que llamamos “importantes” con demasiada frecuencia son cosas muy
simples, o con apariencia muy simple. Y es que puede que la vida sea mucho más
simple de lo que creemos. Es solo una suposición.
Tal vez lo importante sea “estar en el mercado”, no
darse nunca por caducado, tampoco por amortizado, cotizar aunque sea a la baja,
que siempre habrá alguien interesado en nuestro producto, o no. Ofrezcamos el
producto; cuál, cómo, lo que sea, como sea. Reciclaje, esa palabra que los ecologistas
se quieren apropiar en exclusiva y que debería considerarse patrimonio mundial
inmaterial de todos aquellos que se consideran activos, en este tiempo, vivos.
Actualizarnos para que no pesen los años, ese es el concepto y el reto. Si
actualizáramos los grandes iconos y mitos que nos han ofrecido las diferentes
expresiones artísticas tal vez nos encontraríamos con algunas estampas que nos
desmontarían... sigue leyendo en el Día de Córdoba
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