El que Elvis Presley se convirtiera en el Rey que
todos conocemos no fue cosa de un día, precisamente. Muchos padres,
presentadores de televisión y críticos musicales no veían con buenos ojos esos
eléctricos y sensuales movimientos de pelvis, acostumbrados a músicos más
recios, casi espartanos en sus formas. Aún así, acabó siendo el Rey, a pesar de
los pesares. El peinado y gestos de los Beatles fueron la pesadilla de miles de
padres y madres. Si los contextualizamos, eran un verdaderos pelucones los que
exhibían los de Liverpool. Pelucones que no tardaron en extenderse por todo el
mundo mundial. Los Stones siempre fueron unos chicos malos, incluso más malos
que los pelucones de los Beatles, que ya es decir. Y es que las facciones de
Jagger, entonces y ahora, surten su efecto, lo queramos o no. Malura que los
propios Stones han alimentado a lo largo de los años, especialmente Richards,
vertiendo comentarios sobre el destino de las cenizas de su padre o sobre sus
legendarias transfusiones de sangre, quién sabe. Peor lo pasaron los padres que
contemplaron como sus hijos repetían los estilismos, peinados y maquillajes de
Bowie Ziggy Stardust, una cosa realmente dura en aquellos áridos y
acampanados años setenta. En cualquier caso, lo cierto es que el rock, sus
grandes nombres, Elvis, Beatles, Stones, Bowie o Dylan, han jugado con la
provocación, incluso con la trasgresión, pero al mismo tiempo han conseguido
unir a miles de personas, llegando a establecer puentes entre las generaciones.
Padres e hijos que comparten melodías, y hasta abuelos y nietos porque la
música, esas canciones que ya forman parte de la banda sonora de la Historia,
cuentan con esa capacidad: no caducan y soportan el paso del tiempo con la
mayor naturalidad y, sobre todo, allanan caminos, anticipan cambios.
Trescientos mil cubanos se congregaron en La Habana
para asistir al ya histórico concierto de los Rollings Stones. Ellos que, como
tantos otros, estuvieron prohibidos en Cuba durante demasiado tiempo, el
régimen de Castro estaba convencido de que el rock era uno de los anzuelos del
capitalismo, colapsaron la isla hace poco menos de una semana. Qué bueno. Eso
sí, como consecuencia de la censura citada, pero qué fea es la palabra censura,
apenas unos cuantos atrevidos pudieron acompañar a Jagger en su interpretación,
el Satisfaction y poco más. Da igual, lo importante es el momento, el gesto, algo
está cambiando, preguntó Jagger y muchos se miraron antes de responder. Tal
vez para muchos el concierto de los Stones en La Habana no suponga nada,
placebo, mercadotecnia, un lunar, solo un concierto de rock, yo qué sé... sigue leyendo en El Día de Córdoba
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