Haga memoria, no ha pasado tanto tiempo. Los españoles
decidimos el pasado 20 de diciembre con nuestro voto que la fisonomía del
Congreso de los Diputados cambiara sustancialmente. Adiós a las mayorías
absolutas, adiós a la concepción tradicional del bipartidismo, casi adiós a
Izquierda Unida y CiU, hola Ciudadanos, hola Podemos. Los españoles decidimos
conscientemente, con nuestras papeletas, que es como se deciden las cosas en
Democracia, que cuatro partidos fundamentalmente, con diferentes porcentajes de
voto, nos representaran. A todos, sí, a todos. Curiosamente, el lunes 21 de
diciembre muchos se sorprendieron, como si no pudieran creerse los resultados
de las elecciones, y hasta se llevaron las manos a la cabeza. Ingobernable,
elecciones anticipadas, caos, pactos, negociación, líneas rojas, son algunas de
las palabras que desde entonces se han colado, y casi adueñado, del lenguaje
político de nuestro país. Hay quien achaca la alarma generada por el resultado
electoral a nuestra breve historia democrática, y nos remiten a esos países
europeos conformados por cámaras y gobiernos de muy diferentes colores,
ideológicamente hablando. Puede ser. Lo que no me cabe duda es que el 20 de
diciembre una amplia mayoría de españoles lo que pedimos en las urnas fue un
cambio, que no siguiera instalado en el Gobierno el Partido Popular. Sume, sí,
una amplia mayoría. Y por respeto a esa amplia mayoría, porque así lo han
expresado en las urnas, los partidos que la componen deberían hacer lo posible,
y algo más, para que ese cambio se produzca. Porque no se ha votado por un gran
e innatural pacto nacional o por la continuidad del actual Gobierno –en
funciones-, que no, sume, se ha votado por el cambio. Por tanto, que nadie haga
interpretaciones atendiendo única y exclusivamente a sus intereses
particulares.
El pasado miércoles arrancó la nueva legislatura en el Congreso y en el
Senado. Éste último, fiel a su tradición, a su imagen añeja, apenas ha variado,
más de lo mismo, se ha beneficiado claramente el Partido Popular de la campaña
de desprestigio hacia esta institución para obtener la mayoría absoluta. Yo soy
de los que piensan que las cosas se cambian desde dentro, desde el activismo.
Sin embargo, como un Bowie setentón, el Congreso sí ha cambiado de piel, y sus
asientos se han poblado con coletas, tatuajes, piercings, camisas sin
corbatas, chicos y chicas con pinta de haber estudiado en Harvard y hasta con
un bebé. ¿El signo de los tiempos?, acudamos a la canción de Prince. A pesar
del sueldo nada desdeñable que recibe, que ya quisiéramos el 99% de los
españoles, a pesar de que el hemiciclo cuenta con su propia guardería, algo que
debería ser mucho más frecuente en el ámbito laboral, la diputada electa de... sigue leyendo en El Día de Córdoba
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