Andrés Ibáñez ha escrito una novela fabulosa, prodigiosa,
vaya por delante la afirmación, reconocida con el Premio Nacional de la
Crítica. Brilla, mar del Edén es una
novela que te reconcilia con el género, como un espacio de creatividad e
imaginación, construido sobre las más sólidas bases de las herramientas y
técnicas literarias.
Una novela que parte, según comenta el propio autor,
de la serie de televisión Lost, pero
en la que el lector puede encontrar multitud de referencias: Los viajes de Gulliver, Robinson Crusoe, La isla del Tesoro, Apocalipsis
Now o Naufrago. Tramas en las que
la épica y la incertidumbre, la leyenda incluso, cobran un papel esencial, conformando
el andamiaje sobre el que se sustenta la narración.
En este sentido, la novela de Ibáñez bebe y se nutre
de muy diferentes referencias, que van de la cultura audiovisual, la musical o
la literaria. Y así, por sus páginas desfilan, bien mediante una presencia
real, bien como sombras que se proyectan, Salinger, Pynchon, Roberto Bolaño,
Murakami o Raymond Carver. Y, de un modo u otro, son presencias que no son
meramente tributarias o anecdóticas.
Brilla, mar
del Edén,
es, sin lugar a dudas, una novela de novelas, y no solo por los homenajes
citados anteriormente. Por un lado nos encontramos la historial central, de las
vicisitudes, encuentros, relaciones que se entablan en una isla del pacífico,
que no aparece en los mapas, entre los supervivientes de un accidente de avión.
Y, por otro, Ibáñez introduce, valiéndose de los personajes, historias
paralelas que nos trasladan a Oriente, a México, Estados Unidos y España.
Consigue el autor, sin fricción alguna, que las historias convivan
armónicamente con el núcleo central de la novela, narrado por el fascinante
Juan Barbarín, a pesar de estar construidas sobre lenguajes, realidades y
geografías absolutamente diferentes.
Brilla, mar
del Edén
es, por encima de todo, un vertiginoso y deslumbrante ejercicio de creatividad,
una desmedida exaltación de la imaginación, de la capacidad del autor para
concebir historias, muy vivas, y plasmarlas sobre el papel. Imaginación,
invención y creatividad que reposan sobre un extraordinario uso del lenguaje.
Porque Andrés Ibáñez, en esta novela, demuestra en cada línea que maneja y
domina a la perfección todas las herramientas e instrumentos literarios y que
despliega, no por exhibición, por dar coherencia a la historia.
La fabulosa Brilla,
mar del Edén, también es la mejor respuesta para todos aquellos cenizos que
han matado y embalsamado a la novela, como género, en los últimos años.
Demuestra Ibáñez que aún le queda mucho camino por recorrer a la novela, y que
ese camino puede estar dentro de la legibilidad, sin torturar al lector con
fríos y estériles artificios, que no hacen más que confirmar la defunción
vaticinada.
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