Permítame
que le narre en este artículo un hecho real, así a lo film a la hora de la siesta. Pero no va de psicópatas, niñeras
bipolares o secuestros familiares, o sí, si uno se detiene un instante a
pensarlo. Real, muy real. Y, desde este momento, le prometo que no voy a
exagerar en nada, que todo es tal y como le cuento. Arranquemos. Hace unos
meses, en una de esas mañanas frías y feas que hemos tenido este invierno, un
amigo tuvo un aparatoso accidente de “circulación” cuando se dirigía al trabajo:
se resbaló cruzando un paso de peatones. Él solo, ni dio ni le dieron, como se
suele decir en el argot automovilístico. Resultado: una rodilla fastidiada,
inmovilizado unos días, reposo absoluto, un par de semanas de rehabilitación. Esas
cosas que pasan, y le pueden pasar a cualquiera, a mí y a usted, por ejemplo. Mi
amigo trabaja para una ETT (empresa de trabajo temporal, y habitualmente de
baja calidad, seamos sinceros), una multinacional extranjera con varias sedes
en nuestro país. No es el suyo un sueldo espectacular, ¿los hay todavía?, roza
el mileurismo, que va camino de
convertirse en el sueño del mundo laboral, a pesar de las horas que entrega a
cambio. Como es la cosa hoy, para entendernos. Pero centrémonos, si analizo
todos esos detalles, que nos están amargando la vida, es la dura realidad, no
avanzo. Sigo. Mi amigo se resbaló cuando se dirigía al trabajo, es lo que
técnicamente se denomina: In itinere.
Si te desvías dos calles, si te paras en el banco a sacar dinero o no se
produce en el tiempo establecido, una hora como máximo, el percance que sufras
puede dejar ser considerado In itinere,
con las supuestas consecuencias que eso acarrea –me han contado-. Pero no, mi
amigo ni se desvió dos calles ni se paró en el banco ni se saltó el horario, un
In itinere en toda regla: un
accidente laboral, tal cual.
No es la situación económica de mi amigo boyante, tampoco es de
extrañar. Una de esas economías de tortuoso día veinte y de cruzar los dedos
para que no se estropee el coche, la lavadora, la plancha o lo que sea, que
descuadre el siempre complicado y frágil equilibrio contable familiar, ya sabe
de lo que le hablo, me temo. Yo, el primero, lo reconozco, y otros amigos y
familiares le dijimos que no se preocupase, que en los accidentes laborales no
“te tocan el sueldo”. Con esa tranquilidad, que debería ser normalidad, lógica,
justicia, sí, citemos a la justicia, regresó mi amigo al trabajo tras
veinticinco días de baja, una vez que recibió el alta médica. Unos días después,
nada más que le ingresaron la nómina en su cuenta, mi amigo me llamó muy
ofuscado, visiblemente afectado, alterado. Le habían descontado algo más de 300
euros de su sueldo. Sí, más de un 25% de lo que debería recibir. Según le
explicaron los responsables de la ETT, no se trataba de un error, y el hecho de
que fuera una baja por accidente laboral no impedía que se efectuara el
descuento realizado. ¿Y si hubiera estado
enfermo dos meses?, me contó mi amigo que preguntó, pues habríamos efectuado una rebaja gradual hasta llegar al 50% de la
nómina, le respondieron. Reforma laboral... sigue leyendo en El Día de Córdoba
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