Puede
que de Andalucía se haya dicho todo, aunque también existe una probabilidad muy
alta de que no se haya dicho nunca nada. Porque Andalucía es una definición
abierta e inconclusa, inabarcable, infinita, una constelación de muy diferentes
definiciones. Cientos de teselas que se ordenan en un mosaico escondido por las
sombras del futuro. La Andalucía de hoy es la herencia de un pasado milenario,
de la fusión de las decenas de pueblos y culturas que la han habitado. Pero
también es la consecuencia de su peculiar situación geográfica, puente entre
las civilizaciones, convirtiéndola en un apéndice norteño o sureño según se
mire. Andalucía es mestiza, con todo lo bueno que conlleva esta calificación. La
Andalucía de hoy quiso ser blanca en un sueño que se coló en las noches más
febriles de Medina Azahara; pretendió ser roja y poliédrica en los pinceles de
Picasso, dorada en un amanecer en la desembocadura del Guadiana, donde el
Atlántico te devora con su inmensidad. La Andalucía de hoy se coló en la
garganta de Camarón y en los dedos de Paco de Lucía, se transformó en plata y
espuma en la Caleta, en misterio y revuelo en un callejón de Santa Cruz y pasó
a ser las lágrimas que se congelaron en las cumbres de Granada. La Andalucía de
hoy comienza a tejer su aceitoso manto verde en los campos de Jaén y se
zambulle en las profundidades coloristas de Cabo de Gata. En la Andalucía de
hoy conviven la guasa, la gracia, la malafollá,
la chispa, la melancolía, la serenidad, el picha,
el quillo, el nene, el compadre y el colega. Y la Andalucía de hoy es una
anarquía de “eses” “ces” y “zetas”, de acentos largos y acentos indescifrables,
de languidez y velocidad, de pescaíto,
espetos, salmorejo y gallopedro, que jamás se pondrán de
acuerdo, pero que jamás se enfrentarán entre ellos, ya que reducirían la
belleza y la profundidad del mosaico.
Un
año más volvimos a extender la bandera blanca y verde en el mástil de nuestras
emociones, y repetimos ese himno que duele y emociona, que agarra y abraza, en
idénticas proporciones. El andaluz de hoy, ayer y siempre, no necesita asimilar
su identidad, no se abraza a un decálogo de lo que es “ser” andaluz. No lo
necesitamos. Tampoco pretendemos exhibir nuestro andalucismo como una careta de
lo que realmente no somos, ni tampoco pretendemos. Como decía al principio, el
concepto de Andalucía está en permanente construcción, y los andaluces
entendemos esta indefinición como la definición más certera y aproximada de lo
que somos nosotros mismos. Celebramos nuestro día y recordamos los hitos más
trascendentales de nuestra historia más reciente. Soñamos con la construcción
de la Andalucía del futuro, que en gran medida será muy parecida y, al mismo
tiempo, muy diferente a la actual. Seguimos en el camino, que es lo que
realmente nos importa y nos define, añadiendo nuevas teselas al mosaico.
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